La tormenta no parecía parar, los relámpagos se volvían cada vez más frecuentes y las ventanas temblaban como hojas de papel. Al ver el tiempo así me dispuse a tomar otra de las cervezas que tenía en la nevera, pero a decir verdad, sentí que me estaba olvidando de algo muy importante.

Tomé la cerveza y fui a beberla mientras disfrutaba del espectáculo natural que había llegado a mi hogar. Las ráfagas de viento comenzaron a ser más intensas y el agua golpeaba contra los vidrios con gran rudeza. Traté de estar bastante cómodo sabiendo que estaba al total resguardo de tan intensa lluvia, así que me acomodé y bebí esa cerveza que de a poco se iba consumiendo por mi interés sobre ella. Si no hubiera visto aquél objeto sobre la mesa, habría ido a buscar una más.

Me senté y tomé el objeto que estaba sobre la mesa. No me pareció haberlo visto antes y tenía una llamativa forma, como si fuera un medallón con forma de espiral. Lo observé detenidamente y por extraño que parezca sentía algo al apoyar mi mano sobre él. Una vibración me hizo espantar por un momento y lo arrojé de golpe, aunque mi curiosidad pudo más y sentí que tenía que averiguar de qué se trataba. Tomé otro sorbo de la cerveza que estaba a punto de culminar y lo volví a examinar.

Esa vibración parecía hacerse más intensa pero tenía que reprimir mis sentidos, hasta que de pronto mi visión se nubló por completo y empecé a notar que el objeto comenzaba a moverse y de él salían las extremidades similares a la de un pollo. Se movía rápidamente sobre la mesa y escurriéndose de entre mis dedos. No lo podía atrapar, parecía que jugaba conmigo, hasta que logré cazarlo y divisé su cabeza mirándome fijamente como si el susto se lo llevara él.

Hubo un momento en que me picó la mano y lo apreté para que parara, pero cada vez que lo hacía parecía que me transportaba a otras épocas las cuales duraban una fracción de segundos hasta que desprendía la presión que ejercía sobre el pobre pollo. Pude verme a mí mismo en distintos fragmentos de mi vida; como niño y adolescente. El problema era que en cualquier momento podría matar al pollo y no solo eso, quedar atrapado en alguna de las épocas pasadas, cosa que importaría poco a excepción que ahora mismo tengo una familia. —¿Tengo una familia? ¿Cómo? —Dije exaltado dándome cuenta de tamaño olvido.

La puerta se abre fuerte y una ventisca de aire frío y lluvia me quita del letargo que me hacía soñar casi despierto.

—¡Ernesto! ¿Otra vez te has vuelto a emborrachar y ahora hablas solo? ¡Debías irme a buscar al trabajo! ¡Me mojé por completo esperándote! —Dijo Clara con cierto enfado. —Tobías, prepara tus cosas, nos vamos a lo del abuelo.