Hispaliterario 31 / Una Ciudad Consumida por el Fuego / A City Consumed by Fire

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Una Ciudad Consumida por el Fuego

Era una mañana peculiarmente silenciosa, la de aquel 09 de marzo de 1945, la mayoría de los jóvenes y casi todos los hombres se encontraban prestando sus servicios al imperio en una guerra que le daba la vuelta al mundo, en casa solo quedábamos los infantes y por supuesto las mujeres. Parece entonces, a pesar de contar con unos 10 años de edad, era bastante autosuficiente, pensándolo bien, era una condición necesaria, ya que era la única forma de poder salir adelante en un entorno que poco a poco se volvía más hostil.

Para ese momento todos estábamos orgullosos de pertenecer a un gran imperio, pero a pesar de ser un niño, podía entender que poco a poco nuestra fortaleza iba cediendo ante un poder extranjero que iba ganando terreno, ya que incluso este se había aventurado a lanzar sus bombas sobre nuestra ciudad, generando de esta manera un clima de profunda incertidumbre, mucha angustia y sentimientos encontrados que comenzaban a vislumbrar que nuestra derrota era un escenario posible.

Recuerdo con total claridad que ese fue un día que transcurrió bastante lento, como era costumbre mi madre hizo las labores cotidianas, mientras yo jugaba y practicaba algunas lecciones de historia y matemáticas. La radio estuvo encendida toda la tarde y su programación se basaba en noticias que exaltaban la grandeza y los avances del ejército japonés, pero en la voz de los locutores se podía sentir un vestigio de temor que denotaba una incongruencia con lo que se pretendía transmitir, como es normal pensar los adultos podían percibir esa sensación, pero a nosotros los niños se nos ocultaba la realidad con una sonrisa o una merienda, la diferencia es que yo siempre tuve una personalidad curiosa e intuitiva, la cual me hacía ver cosas más allá de mi entorno.

La noche de ese 09 de marzo transcurría como todas las demás, yo me iría a la cama temprano y me dormiría sin mayores problemas. Pero en algún momento indeterminado de la madrugada escucharía a lo lejos gritos de desesperación, grandes impactos que parecían rayos caer sobre el piso y una serie de vibraciones que sacudirían mi cama de un lugar a otro. Cuando mis ojos Se abrieron me descubrí sumergido en el mismísimo infierno, había fuego por todos lados, el calor era insoportable y un humo negro especialmente áspero haría que respirar fuera una tarea titánica.

Para aquel entonces la mayoría de las construcciones en mi Tokio natal eran de madera, por lo tanto, solo quedaba correr lo más rápido que se pudiera, tratar de esquivar a las llamas y soportar lo más posible el calor que para ese momento era más que abrasador. Como pude logré llegar a la calle, para ese momento la desesperación, y la desorientación a su máximo nivel, ni caso se desplomaba mis espaldas y con ella mi familia solo quedaría en el recuerdo, mientras tanto a mi alrededor solo se escuchaban gritos, llantos y el crujir de una ciudad que era consumida por una guerra que mi país había comenzado.

El sonido de los grandes bombarderos lograba solapar todo aquel ambiente tétrico y doloroso, el silbido de las bombas al caer preparaban a nuestras mentes para las más escalofriantes explosiones, las más aterradoras vibraciones y el chisporrotear de elementos encendidos que no se detenían al caer en la superficie, ya que se trataba de un fuego que era capaz de atravesar casi cualquier cosa hasta consumirla en su totalidad.

Solo podía correr y correr, pero en ese intento tropezaba con miles de escombros, en múltiples ocasiones caí sobre cuerpos calcinados y muchas veces sentí como ya no era capaz de seguir adelante. A mis espaldas un gran dragón de fuego me perseguía y consumía todo a su paso, el calor lo derretía todo y el piso no dejaba de temblar, a mi alrededor solo había mujeres y niños que trataban de luchar por sus vidas, personas inocentes que estaban pagando los errores de un emperador que parece ausente a la realidad de su pueblo.

Corrí durante horas hasta llegado el amanecer, todo era humo, fuego y dolor, fue en este momento cuando entendí que lo había perdido todo, que era un huérfano más en un país que ya no conocía. Se imaginarán el temor que mi corazón infantil sentía en esos momentos tan oscuros, ese 10 de marzo por supuesto no salió el sol, solo había humo polvo y un profundo sentimiento de derrota, el cual dejaba ver que este era solo el inicio de una arremetida mundial contra nuestra pequeña isla. Era obvio que debía huir de aquel lugar, es así como me lancé a caminar a través de campos y montañas, cruzando ríos y a la orilla del mar, atrás quedaría el monte Fuji, en Tokio moriría mi inocencia y a las puertas de Nagasaki intentaría encontrar la forma de no perecer, en un imperio que ya no existe, en un país que quedaría arrasado en un mundo que sin duda alguna estaba cambiando para siempre.

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A City Consumed by Fire

It was a peculiarly silent morning, that of March 9, 1945, most of the young people and almost all the men were serving the empire in a war that was going around the world, at home there were only the children and of course the women. It seems then, despite being about 10 years old, I was quite self-sufficient, thinking about it, it was a necessary condition, since it was the only way to get ahead in an environment that was gradually becoming more hostile.

By that time we were all proud to belong to a great empire, but despite being a child, I could understand that little by little our strength was yielding to a foreign power that was gaining ground, since it had even ventured to drop its bombs on our city, thus generating a climate of deep uncertainty, much anguish and mixed feelings that began to glimpse that our defeat was a possible scenario.

As usual, my mother did her daily chores while I played and practiced some history and math lessons. The radio was on all afternoon and its programming was based on news that exalted the greatness and advances of the Japanese army, but in the voice of the announcers you could feel a trace of fear that denoted an incongruence with what was intended to transmit, as it is normal to think adults could perceive that feeling, but we children were hidden from reality with a smile or a snack, the difference is that I always had a curious and intuitive personality, which made me see things beyond my surroundings.

The night of that March 9th went by like all the others, I would go to bed early and fall asleep without any major problems. But at some indeterminate moment in the early morning I would hear in the distance screams of despair, great impacts that seemed like lightning falling on the floor and a series of vibrations that would shake my bed from one place to another. When my eyes opened I discovered myself immersed in hell itself, there was fire everywhere, the heat was unbearable and a particularly harsh black smoke would make breathing a titanic task.

At that time most of the buildings in my native Tokyo were made of wood, therefore, the only thing left to do was to run as fast as possible, try to dodge the flames and endure as much as possible the heat that at that time was more than scorching. As I could I managed to reach the street, by that time the despair and disorientation at its highest level, no case my back collapsed and with it my family would only remain in the memory, meanwhile around me I could only hear screams, cries and the creaking of a city that was consumed by a war that my country had started.

The sound of the big bombers managed to overlap all that gloomy and painful atmosphere, the whistling of the bombs when falling prepared our minds for the most chilling explosions, the most terrifying vibrations and the sizzling of burning elements that did not stop when falling on the surface, since it was a fire that was able to go through almost anything until it was consumed in its entirety.

I could only run and run, but in that attempt I stumbled over thousands of debris, on multiple occasions I fell over burned bodies and many times I felt like I was no longer able to move forward. Behind me a great fire dragon chased me and consumed everything in its path, the heat melted everything and the ground did not stop shaking, around me there were only women and children trying to fight for their lives, innocent people who were paying for the mistakes of an emperor who seems absent to the reality of his people.

I ran for hours until dawn, everything was smoke, fire and pain, it was at this moment when I understood that I had lost everything, that I was just another orphan in a country I no longer knew. You can imagine the fear that my childish heart felt in those dark moments, that March 10th of course the sun did not rise, there was only smoke, dust and a deep feeling of defeat, which showed that this was just the beginning of a global onslaught against our small island. It was obvious that I had to flee from that place, that is how I set out to walk through fields and mountains, crossing rivers and the seashore, behind would be Mount Fuji, in Tokyo my innocence would die and at the gates of Nagasaki I would try to find a way not to perish, in an empire that no longer exists, in a country that would be devastated in a world that was undoubtedly changing forever.