[ENG-SPN] How beautiful my town was / Qué bonito era mi pueblo

Maybe he's one of those guys, penniless in his pockets and abroad, whom Ambrose Bierce, with his calculated indolence, considered nostalgic. But today, after a lifetime of stumbling, like those boulders that Mick Jagger referred to in those eloquent years of madness and youth, I feel the need to look back and remember how beautiful that place was, to which today, unfortunately, I can't go back.

My town was an idyllic place, located on the side of a stream, where, in the past, beavers and otters managed to surprise us with their skills, lifting elegant prey and the ferret competed with the powerful claws of the eagle, keeping the promiscuous at bay. population of hares and rabbits, which, mining the slopes of the mountains, barely dared to stick their heads out of their hole. Life passed without time, with that happy monotony implicit in the romance of the gardener with his garden; of the shepherd with his sheep, spreading legends on the mysterious roads of the mountains; of cattle watering in the stream; of the women hanging their clothes in the sun and the shouting of the children, raising dust in the place... They say that distance is oblivion, but they never add that oblivion is, in addition, the deadly cancer of memory and therefore, he who forgets, in some way, also dies.

Tal vez sea uno de esos tipos, sin un céntimo en los bolsillos y en el extranjero, a los que Ambrose Bierce, con su calculada indolencia, consideraba como un nostálgico. Pero hoy, después de toda una vida dando tumbos, como esos cantos rodados a los que hacía referencia Mick Jagger en aquellos elocuentes años de locura y juventud, siento la necesidad de mirar atrás y recordar lo bonito que era aquel lugar, al que hoy, mal que me pese, ya no puedo volver.

Mi pueblo era un lugar idílico, situado a la vera de un arroyo, donde, antaño, castores y nutrias se las ingeniaban para sorprendernos con sus habilidades, levantando elegantes presas y el hurón competía con las poderosas garras del águila, manteniendo a raya la promiscua población de liebres y conejos, que, minando las laderas de los montes, apenas se atrevían a sacar la cabeza de su agujero. La vida discurría sin tiempo, con esa feliz monotonía implícita en el romance del hortelano con su huerto; del pastor con sus ovejas, tendiendo leyendas en los misteriosos caminos de la sierra; del ganado abrevando en el arroyo; de las mujeres tendiendo la ropa al sol y del griterío de los niños, levantando polvareda en el lugar…Dicen que la distancia es el olvido, pero nunca añaden que el olvido es, además, el cáncer mortal de la memoria y por lo tanto, quien olvida, de alguna manera, también muere.

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