E S P A Ñ O L

SEXTA PARTE

El sacrificio

Tanto mi padre como yo quedamos petrificados mientras nuestro alrededor era un caos. Me tomó del brazo y me apartó de la multitud enfurecida que quería hacerle daño a mi madre.

—¡Debemos hacer algo o la asesinarán! —Reclamé con espanto.

—Lo sé, Esteban, pero debemos calmarnos para pensar en un plan.

—¿Qué está haciendo aquí? ¿Por qué la tienen?

—Probablemente vino a buscarte y fue capturada por otros centinelas. Temía que esto pasara. Hay que hacer algo antes de que le hagan cosas terribles.

Miré hacia mi madre y temblé de miedo, mientras la culpa ascendía hasta golpearme los huesos del cráneo.

—Todo esto es por mí. Le dejé una carta diciéndole que vendría aquí y vino a buscarme. Todo esto es mi culpa—. Me lamenté cabizbajo.

—No, Esteban, escúchame, no te culpes por eso. Sé que tenías tus intenciones y las entiendo, créeme que sí, pero no podemos afligirnos ahora y menos cuando Beatriz corre grave peligro.

Sus palabras me encendieron de nuevo. Sabía que mi padre tenía razón y que debíamos actuar rápido, pero aun así no pude evitar sentir culpa y miedo.

—Hay que hacer algo antes de que las cosas se pongan peor. Estoy seguro que tu madre no vino sola, alguien debió haberla traído hasta aquí, y creo saber de saber quién se trata.

Mientras tanto, la multitud enfurecida seguía pidiendo con ansias la muerte de mi madre. Los Vigías estaban al frente de ella, impidiendo el paso de las personas. Algunos aventaron piedras y fueron apartados y golpeados por los Vigías. Me asusté de que pudieran lastimarla aún más.

De repente, un silencio sepulcral se apoderó del entorno y la gente dio varios pasos hacia atrás. Abriéndose paso por la multitud, apareció un anciano encorvado, con calvicie en parte de su cabeza, un ojo casi salido y los dientes chuecos. Mi padre me dijo que ese era el Gran Vigía, pero no hacía falta que me lo revelara, pues por su aspecto longevo e imponente lo supe al instante.

—¡Hermanos míos! —Gritó el viejo con voz carrasposa y altiva—. Los pecados de nuestro pasado vuelven a nosotros, y esta mujer es la prueba de que el Hombre Calabaza nos da nuevas oportunidades.

Volteó su rostro y miró a mi madre con una sonrisa siniestra. Le susurró palabras que todos pudimos percibir, ya que el silencio era tan dominante, que se podía hasta oír a metros de distancia las pisadas sobre el heno seco en el campo.

—Has vuelto y no has traído contigo lo que él quiere. ¿Recuerdas lo que te dije aquella vez cuando huiste con tu hijo? Que, si pisabas de nuevo Brasazul, te convertirías en alimento para nuestras calabazas.

Mi madre jadeaba asustada mientras miraba a los ojos a aquel horrendo hombre. Yo temblaba y hasta puedo jurar que se me detuvo el corazón.

—¡Sacrifíquenla! —Vociferó el Gran Vigía y los gritos hambrientos de las personas se unieron repitiendo esa palabra terrorífica. En ese instante apreté la mano de mi padre con fuerza.

—¡Debemos hacer algo ya! ¡La matarán! —Exclamé mientras jalaba del brazo de mi padre para que reaccionara. Observó el entorno y divisó algo que le llamó la atención.

—De acuerdo, sigue mis pasos y tratemos de no llamar mucho la atención.

Nos acercamos lentamente, tratamos de no chocar con alguna de las personas de la multitud. En ese momento, comenzamos a sentir que la tierra temblaba. La gente retrocedía varios pasos hacia atrás y jadeaba.

—¡Oh no, ha empezado demasiado rápido! —Murmuró mi padre espantado.

—¿Qué cosa? ¿Qué acaba de empezar? —Le interrogué, pero él solo se quedó inerte como una estatua.

A varios metros hacia el fondo, detrás de mi madre, comenzó a formarse un agujero en el campo. De ahí algo horrible emergía; algo que ni en mis peores pesadillas aparecería.

Una criatura horrenda, ¡mucho más que espantosa!, había llegado al encuentro que el Gran Vigía convocó. Era alta y repugnante, su cuerpo parecía hecho con corteza de madera podrida. Sus piernas eran largas y las arrastraba. Tenía lianas retorcidas en vez de brazos. Su cabeza era una calabaza pálida, con el rostro espantoso y ojos tan penetrantes como el calor del fuego.

Su voz era como el aullido de cientos de murciélagos; que agonizaban solo con ponerles el pie encima. Al verlo fijamente a los ojos, mi madre liberó un grito ensordecedor que parecía excitar más al monstruo. Él liberó un grito que nos aturdió a todos, agitando sus brazos de liana.

—¡Oh, hermanos, admiren la magnificencia de nuestra procedencia! —Gritaba el anciano demente con los brazos al aire—. ¡Tú sacrificio, Beatriz, no será suficiente para prolongar demasiado la vida de nuestro señor el Hombre Calabaza, pero al menos es algo!

El monstruo se acercaba cada vez más a mí mamá. El horror y la ansiedad me dominaron, cometiendo otro grave error.

—¡Mamá! —Grité y todas las miradas presentes se posaron en mí. El Gran Vigía me miraba anonadado, mientras que mi padre sacó una navaja de su cinturón al instante.

—Ese chico es… Sí, no cabe duda de que lo es. ¡Traigan a ese muchacho! ¡Traigan al sacrificio anunciado! —Demandó el Gran Vigía.

Un grupo de personas se acercaba lentamente a mí, mientras que mi padre me cubría con uno de sus brazos.

—¡Esteban, no te apartes de mí! —Ordenó mi papá agitando su cuchillo para alejar a los lugareños. En mi mente estaba hecho un caos. Pensé que moriríamos y todo sería por mi culpa de nuevo. Cerré los ojos y me aferré al cuerpo de mi padre esperando el final.

De repente, un ruido estruendoso que se escuchó a la distancia hizo que todo se detuviera. Una parte de la cabeza de calabaza del monstruo explotó, lo cual hizo que chillara y se alejara de mi madre.

Se escucharon varios disparos más y la gente empezó a huir despavorida.

—¡No! ¡Regresen! ¡Nuestro señor está herido! ¿No lo ven? —Berreaba enfurecido el anciano loco del Gran Vigía, pero al final los ruidos comenzaron a espantarlo y también huyó de allí.

—¿Qué está pasando, papá?

—Te dije que tu madre no había llegado sola. Finalmente llegó nuestro rescate. —Explicó esbozando una sonrisa. Yo estaba muy confundido, en un instante estábamos muertos y en el siguiente fuimos salvados.

—¡Rápido, liberemos a tu madre y salgamos de aquí! —Obedecí y con celeridad la liberamos y corrimos en dirección a nuestro salvador.

El sujeto era un hombre alto, corpulento, con un rifle de francotirador y un traje oscuro como de policía.

—Sabía que eras tú, Frank, eres la única persona en quien confiaría Beatriz—. Manifestó mi padre dándole la mano.

—Que gusto verlos de nuevo, Eduardo, supongo que este es tu hijo—. Infirió el hombre esbozando una sonrisa.

—Mucho gusto, —saludé— pero, ¿podemos irnos de aquí ya? Todavía corremos peligro en este lugar.

Y efectivamente, así era. La criatura lentamente se volvía a levantar del suelo. Mi madre estaba casi desmayada y entre yo y mi padre tuvimos que levantarla sobre nuestros hombros para comenzar a correr.

—El chico tiene razón—, espetó Frank— esa cosa ahora está furiosa y se comerá todo lo que encuentre a su paso. El gobierno no ha ocultado este lugar por décadas para que estas cosas sigan ocurriendo deliberadamente. Es momento de acabar con esto de una vez por todas.

CONTINUARÁ...

Escrito por @universoperdido. 11 de Agosto del 2022