Diálogo inverso

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Saludos, gente de bien.

Hoy les traigo este diálogo inverso. Espero les guste.


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Diálogo inverso

–¿Cuándo es que mi padre me dará mi herencia, madre? –dijo muy molesto el hombre de la calva cana, dando un golpe a la mesa. ¡Estoy muy necesitado de dinero! He estado esperando esa plata por muchos años. Es mía, me pertenece, es mi patrimonio. Ya tendría que habérmela dado. Si no lo hace pronto voy a tener que matarlo –murmuró sin que su madre lo oyera.

–Cómete tu cereal inflado antes de que la leche lo ablande y después no lo quieras, hijito lindo –indicó Melinda, mientras se espolvoreaba su hermoso y juvenil rostro sin maquillar.

–Tengo que pagar una deuda muy alta, mamá, ¿no lo entiendes? Si no lo hago van a venir por mí y me harán mucho daño, también a ustedes, romperían tus cosas buscando dinero, o peor, las quemarían. ¡Ayúdame, mamá, por favor! –expresó Adolfo, atoradamente, mientras se secaba las lágrimas con la manga de su camisa. Es que la última propuesta de negocio no se dio como esperaba, madre. Es difícil de explicar.

–Apúrate, mi amor, que si no llegaremos tarde al colegio –apuntó la mujer mientras metía los cuadernos de su hijo en el morral de Spiderman.

–Probablemente vayas a ser abuela, mamá. Todavía no estoy seguro; pero se trata de una buena chica. No tengo mucho tiempo conociéndola; fue en este verano, cuando fuimos a la casa de playa de la familia de Pablo –expresó el nervioso muchacho mientras se quitaba, con su temblorosa mano derecha, un largo mechón de pelos de la cara y con la izquierda rascaba su cabeza.

–¿Acaso no te das cuenta de que estás desgastando tu juventud en cosas vanas que no te aportan nada bueno? Estás demacrado, hijo de mi alma. ¿Hasta cuándo vas a seguir metiéndote esas porquerías en tu cuerpo, Adolfo? Ya estamos hartos de llevarte a rehabilitación, mintiéndoles a todos, sobre todo a nosotros mismos, fingiendo que estás en un curso de verano, o que estás de viaje –increpó Melinda con la voz quebrada a punto de llanto.

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–Madre, hay una fiesta esta noche en casa de unos amigos y quiero que me des permiso de quedarme a dormir allá. Anda, mami, ¿sí? Van a ir todos los amigos del colegio; será una reunión sana. Te prometo que te llamaré por teléfono cada dos horas. Anda, mami, di que sí. Que me lleve mi papá y así él sabrá dónde queda la casa de mis amigos –alegó el adolescente, esperando ver cambios en el rostro de su madre. Anda, mami…

–¿Será posible que algún día pienses en nosotros, Adolfo José? ¡Debes madurar! Estoy vieja y quisiera descansar de tus excesos, de tus barbaridades. Me parece injusto que cada día contigo sea una nueva evasión, una constante marea de traiciones, un desesperado esperar a que no lo vuelvas a hacer. Ya estás muy viejo para que actúes de esa manera. Intenta encaminar tu vida con los años que te quedan, hombre; sana tu corazón y el de tu padre y también el mío –dijo Melinda con mucha tristeza, mientras entrelazaba sus arrugadas manos.

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–Ma, ¿me amarras las trenzas, porfa? ¿Me das unos centavitos para comprarme un heladito en cole? Me comeré el cereal si me das los centavitos…


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¡Muchas gracias por su lectura!

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4 comments
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Excelente, @alidamaria. Ingenioso, divertido y muy bien escrito.
Un abrazo.

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Cuando se recibe un comentario tuyo, que tienes una amplia trayectoria como escritor, no queda más que decir: ¡¡¡Gracias, @rjguerra!!!!

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