Resumiendo...

¿Hay algo tan puro como el amor entre hermanos? Si, el amor entre hermanas. O entre un hermano y su hermana. O viceversa. Yo igual antes que puro lo prefiero en las rocas. A lo sumo con unas hojas de endivia. No sé... tiene más estilo.


Lo importante es rescatar el espíritu navideño sin necesidad de contar con el Grupo SWAT. Ver en cada pequeña cosa de nuestras vidas ese toque cálido, impertérrito, que solo puede ser visto a través de los curiosos ojos de un niño o de lentes multifocales.
Nota: googlear impertérrito.

No quisiera ser repetitivo, ni molestar con algo que para muchos pueda sonar a vano o fútil. Aclaro esto porque también pasé por la incómoda situación de aguardar exhausto y con falsa cortesía que mi interlocutor redondeara su idea, sin volver sobre ella una y otra vez; o mejor aún: que una piadosa y descuidada empresa de mudanzas deje caer un piano Steinway sobre su cabeza.
Bueno, no es imprescindible que sea Steinway.


Logramos llegar a fin de año solo para enterarnos que faltaba un año más. ¿Acaso no se puede organizar mejor la cosa? Después es fácil achacarle todo al gobierno, quien preventivamente deslindará responsabilidades.


¿Estamos sumergidos en un mar de dudas? De ser así, solo deberíamos hacerlo dos horas después de una comida copiosa. Quién sabe cuántos filósofos sucumbieron por no acatar este simple consejo materno .


Para mi corazón basta tu pecho, le espeta Pablo Neruda al Dr. René Favaloro. ¡Estamos tan ciegos a eso!
Debo acordarme de calentar las ventosas.


Por momentos el furor anida en mi ser, buscando explotar de indignación. Luego viene la policía y me da a elegir entre dejar de anidar sentimientos o pasar una noche en la comisaría junto a un grupo de hooligans recién salidos de rehabilitación. Encuentro entonces que el silencio no solo es cómplice, sino también, y en algunos casos, hasta conveniente.


A veces me pregunto cuánto puede aguantar el hombre. Trato entonces de calcular el tiempo hasta la próxima estación y si el baño estará habilitado, pero no me basta. Decisiones...

La realización es una quimera. No obstante, no quisiera encontrármela de noche, en una calle oscura. Solo espero de la vida una vejez tranquila, sentado bajo un añoso roble con muchos nietos jugando alborozadamente alrededor de otros, una buena pipa de espuma, dos pollitas cantándome al oído la Internacional Anarquista y diez millones de euros en una cuenta en Grand Cayman. Cosas de bohemio, creo yo.

No quisiera ser repetitivo, ni molestar con algo que para muchos pueda sonar a vano o fútil. Aclaro esto porque también pasé por la incómoda situación de aguardar exhausto y con falsa cortesía que mi interlocutor redondeara su idea sin volver sobre ella una y otra vez; o mejor aún: que una piadosa y descuidada empresa de mudanzas deje caer un piano Steinway sobre su cabeza.
Bueno, no es imprescindible que sea Steinway...


Ahora resulta que mis hijos no son mis hijos, sino hijos de la vida. ¡Ja! ¿Puede acaso la vida pasarles alimentos? ¿O las llaves de tu carro? Khalil Gibrán escribió El Profeta, pero es evidente que nunca firmó un boletín escolar.

Me siento solo. Al lado están los asientos de a dos. Quisiera, como Roberto Carlos, tener un millón de amigos. Pero en mi caso que cada uno venga con un peso. Sé que el dinero no hace la felicidad, pero al menos tiene una opinión muy interesante sobre ella.


El tiempo es tirano. Saddam Hussein también lo era (al menos aportaba el mínimo al Fisco iraquí). Ergo, Saddam Hussein era el tiempo, o pasaba tiempo tiranizando, o ambos.
Las pastillas tienen un sabor raro últimamente.

No tiene sentido seguir perdiendo el tiempo en esto.