El combate estaba en su cenit, muchas bajas de bando y bando mostraba la crudeza de las hostilidades. El teniente del poderoso Leopard en posición de vanguardia, instruía por enésima vez la ruta que debía seguir el conductor.

Las noticias recibidas del frente, nada alentadoras, indicaban la dificultad de la misión, reforzar la frontera norte e impedir el avance del enemigo, encomendada al batallón de carros de combate.

Los vehículos cruzaban con la máxima velocidad que el terreno le permitía, el cielo grisáceo era indicativo que una intensa lluvia se aproximaba.

En el interior del tanque, la incomodidad era lo de menos, un espacio reducido para cuatro personas. El cabo Mary Mitchell, la conductora, había humillado el orgullo de la testosterona de los soldados al ocupar el primer lugar en el curso de conducción, el cabo Smith, el tirador, poseía un temple a prueba de fuego bajo presión, el soldado Williams, el cargador, el más joven e inexperto de los cuatro tripulantes y último en ser seleccionado para integrar al equipo y el teniente Jhonson, graduado con honores en la academia militar a quien el coronel Robinson le asignó el mando del pelotón de vanguardia.

Mary conducía con base en la ruta introducida sobre el mapa digital mostrado en el monitor de alta resolución recientemente instalado, pensaba, es igual al programa de simulación de curso. Sentía ganas de orinar, pero no detendría la marcha de todo el batallón para satisfacer tal necesidad primaria.

El teniente observó una veintena de puntos en el radar que se aproximaban a gran velocidad, el comandante del batallón informaba por radio sobre helicópteros enemigos, en el exterior el rugir de los motores era perturbado por estruendos y destellos de luces.

Smith dijo al teniente:

—¡Jefe, se supone que tenemos superioridad aérea!

—¡Parece que no!— Respondió el teniente.

El cabo Mitchell aflojó el esfinter vaciando la orina, mientras escuchaba las instrucciones que el coronel daba por la radio.

—¡Huele a orina!

—¡No he sido yo!— Gritó el soldado Williams.

El tanque fue estremecido por un impacto indirecto, milagrosamente el blindaje resistió. Un intenso pitido casi revientan sus tímpanos dejándolos aturdidos.

—Dispersasen y resistan. Nuestra caballería aérea ha llegado y están enfrentando al enemigo.— Fueron las últimas órdenes emitidas en la radio.

—Mary, dirígete a la izquierda al borde del camino, según el mapa hay un promontorio que nos servirá de escudo.— Ordenó el teniente.

El tanque maniobró lentamente hacia la dirección indicada, mientras una fuerte tempestad se desató con fuertes truenos y relámpagos dificultando sobre manera el combate aéreo.

El olor a orina se intensificó sin perturbar el pensamiento del teniente, sabía que era menester derrotar en el aíre al enemigo para llegar al frente, de lo contrario todo estaría perdido.

—¿Quién se orinó?

—¡Fui yo!— Contestó con resignación Smith mientras una sonrisa pícara de Mitchell mostraba su perfecta dentadura.