Ya no sé en qué creer, prefiero no creer en nada, me estoy volviendo loco, todo en lo que creía se está desmoronando de repente bajo mis pies, si me descuido, pronto caeré en el vacío.

Tantos años escuchando sobre la importancia de la moralidad para descubrir que los que deberían ser los campeones de la justicia son solo títeres, hipócritas y abusadores detrás de una mascarada. Son peores que los que denuncian en público como malvados, cuando en privado cometen las mismas atrocidades, y a veces las superan, nada puede ocultarse para siempre.

El sistema conspira contra mí, empiezo a creer que estoy en el lado equivocado. Lo más terrible es que cuando me veo en el espejo, no me gusta mi apariencia, mi máscara se rompe, permitiéndome ver cuán familiar es el mundo al que pertenezco.

Una encrucijada se cierne ante mí, sería fácil no nadar contra la corriente y doblarme como antes a las costumbres del mundo. Obedeciendo al estado actual de las cosas, evidentemente contrario a la moral bajo una ética relativa, determinando el bien o el mal según mi conveniencia, dando rienda suelta a mis deseos, ¿por qué retener el animal en mí? Al fin y al cabo, las reglas las pone el más fuerte, el que tiene más dinero, solo tengo que seguir sus directrices, mentir cuando tenga que mentir, y no perder la oportunidad de aprovecharme de los demás, así llegaré a la cima social.

Tengo un gran problema, el disfrute es tan fugaz y el vacío tan grande que la miseria interior me está matando. La duda permanente golpea la inteligencia de la que me jacté con una prenda de modestia, aunque otros vieron la arrogancia y el aire de superioridad en mi tratamiento. Un imbécil engreído.

No puedo escapar de mí mismo, no quiero continuar en el vacío de una vida sin sentido, sin esperanza ni propósito, ser peón o rey dentro del sistema no resolverá la duda, debe terminar antes de que yo muera, entonces no tendré otra oportunidad.