Aquel domingo (Relato sobre un hecho real)

avatar
(Edited)

tragedia.jpg
Arte digital

 

Aquel domingo quedó grabado en mis memorias como el recuerdo más triste y espectacular de mi paso por la vida.

Era 16 de marzo del año 1969 y me encontraba en la ciudad de Maracaibo para despedir un viejo amigo y compañero de labores en un diario de una de las tantas ciudades de mi país.

Había una mezcla de alegría y tristeza por la partida.

Él había sido seleccionado por un diario extranjero para servirles de corresponsal en la capital y tras pensarlo por casi dos meses decidió aceptarlo.

No hacía falta trasladarse para allá pero lo tomó como excusa para unas merecidas vacaciones, mejor aun cuando los gastos lo pagaba su nuevo empleador.

Arribamos a la ciudad, en mi carro, el día anterior y nos hospedamos en el Hotel del Lago.

Allí tomamos unos tragos cerca de la orilla de la playa, reímos recordando buenos momentos vividos y hasta tuvimos tiempo para seducir a dos bellas gringas, que por no hablar español, tenían algo limitado, el intercambio con otras personas.

Nos levantamos tarde, a consecuencia de esto pero aun así, dado que el vuelo salía al mediodía nos dio tiempo de degustar unos pastelitos y yoyos en el camino.

Llegamos al aeropuerto Grano de Oro pasadas casi a las once de la mañana.

El terminal aéreo estaba full de personas que iban y venían por sus instalaciones, tal vez lo pequeño del lugar daba esa sensación, lo cierto es que fuimos directamente a la taquilla de la aerolínea Viasa a confirmar el viaje y allí le dieron a mi amigo su pase de abordaje para el vuelo 742, diciéndole que ya el avión había partido de Caracas y que se encontraba rumbo a hacer su escala en la ciudad para seguidamente partir rumbo a Miami, su destino final.

Dejó la maleta y nos fuimos a pescar un lugar para la espera.

Corrimos con suerte y por algunos minutos nos sentamos en el cómodo y largo sillón en la sala de espera, que tenía vista directamente a la pista.


Fuente

 

Aproximadamente media hora después el sonido de los motores invadió el lugar y el avión DC-9, con su imponente estructura tocó tierra y minutos después se estacionó en el patio de la pista 1 frente a la torre de control.

Ya por los altavoces internos se habían hecho algunos llamados a los pasajeros para que estuvieran prevenidos para abordar.

Nosotros paseábamos por el lugar, disfrutábamos de las pinturas que engalanaban las paredes y finalmente tomamos algunas bebidas en la fuente de soda. Era la primera vez que mi amigo visitaba el lugar, en mi caso era la segunda.

Al filo del mediodía mi amigo embarcó y yo subí hasta el primer piso, allí en la terraza descubierta donde muchos acostumbraban a ver partir a sus seres queridos, me coloqué y a los minutos el avión inició su rodar hacia la pista.

Cuando comenzó su carrera, en la última pista del aeropuerto que tenía 2kms de largo, hacia el despegué intenté retirarme y así cumplir una agenda personal que tenía planeada y había sido la causa del viaje en mi carro.

Visitaría a un viejo compañero de mi padre que vivía en El Saladillo y que tenía problemas de salud, también a unos amigos reporteros del diario Panorama.

No pude retirarme porque detrás mío algunas personas, familiares o amigos de algún viajero, permanecían estáticos esperando que la saeta de color plata y cola naranja levantara vuelo.

Algo que nunca ocurrió, ya que su enorme estructura despegó poco metros del suelo y luego cayó en tierra produciendo una explosión que escuchamos, petrificados y asombrados en el lugar.

Los gritos de dolor y desesperación invadieron el recinto y yo, acostumbrado a pescar los eventos noticiosos, empujé a algunos y me fui al carro.

Enfilé rumbo al lugar y cuando llegué el olor a aceite y carne quemada y algunos árboles aun quemándose hicieron detenerme.


Fuente

 

Llegué al frente del cine Capitolio, en el vecindario de ziruma, detuve el auto y me quedé absorto mirando la columna de humo y escuchando los gritos de desesperación y asombro de personas que corrían de un lado a otro.

Parte de ese barrio y la urbanización La trinidad habían sido destruidas por el pesado cuerpo de la aeronave.

Un policía me sacó del estado catatónico que la impresión me había dejado, me dijo que no podía estar allí y regresé al hotel.

La ciudad estaba conmocionada por el trágico accidente, las hipótesis invadían los noticieros y diarios y por días todo giró en torno al hecho.

Por mi parte, cuando el shock pasó pedí una llamada a casa de la familia de mi amigo y me puse a la orden para lo que pudiera hacer para que le entregaran el cuerpo.

Viví en la morgue el desconsuelo de quienes habían perdido algún familiar.

Estuve en la ciudad por 15 días y no puedo sacar de mi mente el espectáculo tenebroso de los restos del avión que fueron acumulados en el patio del hangar del aeroclub, muy cerca de la calle que separa al aeropuerto del barrio La Manzana de Oro.



0
0
0.000
1 comments