Julio Arraga, el alma del pincel zuliano

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Arte digital hecho de una foto propia tomada en la cartelera de la Escuela ENAP Julio Arraga

 

El 31 de julio de 1872, un año 4 meses y 25 días después del nacimiento del gran poeta marabino Udón Pérez, nace en la calle Independencia de la ciudad de Maracaibo, en el entonces Estado Independiente del Zulia, Julio Arraga.

Es el mismo año en el cual Venancio Pulgar incendia la población de La Villa y se da inicio a la fundación de Machiques.

Hijo de una humilde familia cristiana, desde muy pequeño su pasión por el arte le invade, tal vez herencia de su padre, un ebanista cuyos trabajos eran impecables y a quien sirve de ayudante desde su infancia.

Cuando apenas cuenta 12 años, dada esa precocidad que emana de sus dedos, los cuales dibujan con precisión increíble perfiles del natural, es inscrito en la escuela de Dibujo y Pintura dirigida por el pintor italiano Luis Bicinetti y más tarde por Manuel Soto, recientemente creada por ordenes del Dr. Jesús Muñoz Tebar, quien preside el gobierno del estado.

Allí, hasta 1886, la inspiración y ese don natural que viene de su alma, en un afán de robarle los colores a la naturaleza, va depurándose el genio del pincel que también incursiona en la escultura.

Seis años después en la exposición de productos regionales que se monta en Maracaibo con motivo del centenario de Urdaneta, el joven Arraga muestra sus trabajos al público por primera vez.

Su carrera artística regional da inicio, y sus oleos se multiplican, reflejando una inquietud que parece insuficientemente satisfecha por la escasez de recursos que posee, sin embargo el vigor de los colores que conjugados en trazos impecables dan forma a escenas extraordinarias, no pasan desapercibidos, y en 1896, impresionado por la calidad de sus obras, el Presidente del Estado, Muñoz Tebar, le beca con trescientos bolívares mensuales, mas los gastos de traslado junto al también pintor Puchi Fonseca, para que vaya hasta Italia, a enriquecer sus conocimientos pictóricos.

Han pasado tres años desde que el periódico “Ecos del Zulia” hiciera una reseña sobre un cuadro de aliento del pintor, que representa a Bolívar en el campo de San Mateo, exhibido en el Teatro Baralt, el cual captó la atención de todos los visitantes.

Con sueños al hombro y unas ganas inmensas de explorar los caminos del arte en la capital del mismo en Europa, el 26 de julio parte en un viaje que le tendrá por dos años absorbiendo los conocimientos que le convierten en un artista singular.

Génova, Florencia, Roma, Bologna, Venecia y Barcelona, son sus destinos en ese tiempo.

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En la gran academia Florentina bajo las enseñanzas de profesores como Faldi, Ursu y Ferrini y la amistad con el pintor Vigú, va obteniendo una nueva visión que plasmaría en la magia de sus oleos, lo cual le permitiría cabalgar sobre varios estilos sin perder la noción de la realidad necesaria e importante ante el ojo del neófito.

En 1898 tras llegar vía Puerto Cabello y ser recibido calurosamente por sus coterráneos, sustituye a Manuel Soto en la dirección de la Escuela de Dibujo y Pintura del Estado hasta su eliminación en la administración del General Regulo Olivares.

Sabe Julio que el conocimiento adquirido debe ser fructificado, nadie como él para conocer las penurias de poseer un don sin la base económica que lo respalde y traslada sus enseñanzas hacia la casa 41 de la calle Bolívar, su residencia particular, formando un Estudio que sirve no solo para dar rienda suelta a su expresión artística sino también para fomentar las inquietudes pictóricas de muchos jóvenes que ven en el maestro el árbol de fuerte tronco donde apoyarse.

Por muchos años también Arraga regenta una clase de Dibujo en el Instituto Pestalozziano del bachiller Hermágora Chávez.

Para él, pintar es una necesidad, una forma de conectar el alma del artista con el cuerpo del hombre que lo posee, una catarsis que explota mágicamente dándole formas perfectas a lo que el ojo capta con una precisión envidiada por las mejores cámaras fotográficas, es un retratista impresionante.

Sus obras nacen como los suspiros del aire que trae el lago hacia su casa, se multiplican de tal manera que aun es imposible determinar cuantas nacieron de sus manos.

Las mas conocidas son “El Milagro de Betania” (1907), “La Caída de la Nieve” pintada en Italia y perfeccionada en Maracaibo, “La Recolecta del Dividive”, Los retratos de Bolívar y Miranda, “Frutos del Vicio” “El Primer Crimen de Berruecos” premiada por la Sociedad Mutuo Auxilio, “Callejuela Marabina” que retrata una de las viejas calles de arena adyacente al templo de San Juan de Dios, “Procesión de la Inmaculada”, “Viernes Santo”, “El Purgatorio”, “La Santísima Trinidad”, “Los Campos” y muchas mas, sobre todo la obra considerada por el autor como su mejor pintura, “El Calvario Épico”, creada en 1910, con una altura de dos metros y treinta y cinco centímetros, la cual representa la resurrección de Lázaro.

Nunca estuvo tranquilo el pintor ni se dió por satisfecho en esa doble labor de maestro alumno del arte y en 1916 junto a su compañero de viaje a Italia, Manuel Puchi Fonseca, funda El Circulo Artístico del Zulia.

Es en esa época que conoce al pintor rumano Samys Mützner, quien estuvo activo por el país de 1916 a 1919, con su estilo de pintar directamente derivada del impresionismo.

Este influye para que el artista zuliano se volque casi por completo a la pintura al aire libre, un cambio decisivo en su comportamiento artístico, su técnica y su estilo.

Decir que los vaivenes de los tiempos, los cambios políticos y las influencias culturales no incidieron en su obra es afirmar que el pintor vivió encerrado dentro de un mundo artificial que no retrata su verdadera existencia.

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Mientras Udón convierte a la palabra y al verso en una saeta que impacta los corazones de la gente, la obra de Arraga penetra a través de los ojos complementando esa policromía artística que va legando grandes nombres a la región.

Y no escapan ciudades foráneas a la avidez de sus pinceles, en Valera, Estado Trujillo, en la casa colonial “La Carmania”, Julio traza el esbozo, copiado al natural, del acto cuando el Padre de la Patria dicta su Inmortal Proclama de Guerra a Muerte, pintura que hoy se conserva colocada en el Salón de Sesiones del Consejo Municipal de esa ciudad.

El hechizo de sus obras han impresionado con los años a muchos, esa perspectiva humana-artística que revela una pasión que se catapulta desde sus lienzos penetrando por la retina hacia el cerebro, provocando el placer de la armonía entre colores que juegan a retratar los momentos que trazan mágicamente el tiempo y los lugares recreados en ellos, deja sin dudas una visión de perpetuidad y un esbozo del alma de quien logró capturarlos.

Su técnica es un conglomerado de experiencias, de virtudes y sobre todo contiene un alto contenido de terrenalidad que lo diferencia de muchos otros pintores.

Como entrelazado a un destino que extrañamente parece retratarlos, dos años después, en el mismo mes de Julio que llevó al poeta Udón Pérez a escribir sus versos al cielo, muere el pintor. Ambos se marchan a la temprana edad de 56 años, cuando sus plumas y pinceles aun reclaman nuevos tiempos. El primero un 24 y el segundo un 18.

Muchas exposiciones han tratado de rescatar la memoria de su arte que no palidece con los siglos, una pasión que surca como nave sin rumbo los mares de los tiempos, pero aun parece insuficiente para corresponderle esa magia que Julio Arraga, el alma del pincel zuliano nos regaló.



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Wow...well done brother you did it very well, you have a great skill and i saw some potential on you on doing that..

Cheers....

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Thank you for reading me

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My pleasure friend..keep it up!

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