La culpa (Relato)

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Wilfredo Pérez extendiendo sus cansados pies sobre otro mueble, va haciendo una confesión a sí mismo de lo que ha sido su vida tonta y vacía.

Viudo a los treinta solo le quedó del matrimonio una hija, hermosa e inteligente que llenó cada segundo de su existencia.

Su fortuna es herencia familiar y su familia en demasía corta solo contó con un hijo. Sin hermanos con quien dialogar los problemas diarios, la muerte de su esposa fue un duro golpe para su vida.

Su carácter de cierta forma manejable fue tornándose fuerte y con los años ya a los cuarenta era un viejo cascarrabias, avaro y celoso.

Vivía su existencia para su hija, que era el remanso del cuerpo cansado. En ella miraba a su esposa, hacendosa y dispuesta a servirle en cada hora.

Pero extrañas causas del destino pusieron fin a esa felicidad aparente.

Su hija se enamoró y no es que él quisiera que no lo hiciera, sino que siempre soñó con verla casada con un hombre de igual posición social, que la hiciera feliz para toda la vida dándole todos los gustos requeridos.

Mas ella se enamoró de un cualquiera.

Un mediocre que vagaba por la vida sin conocer los placeres que ella encierra.

Por sobre todo evitó esos amores pero sus esfuerzos fueron inútiles.

Intentó sobornarlo creyendo que él, mas que a su hija buscaba su fortuna y el joven le rechazó terminantemente.


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Admiraba de él el tesón y la tozudez que fueron características propias en su adolescencia y no comprendía el por qué su hija le amaba siendo de distintos estratos sociales. Si él no le podía llevar a la opera o el teatro, o conocer Europa o la cultura milenaria del Oriente.

Nunca quiso perjudicarla aunque ahora comprende que lo hizo.

Jean Carlos no era la pieza que armaba el rompecabezas de su vida y él con su altivez y poder económico luchó para separarlo de ella pero no lo consiguió.

Ahora está arrepentido, pero ni el consuelo le queda de pedirle perdón.

Un día se marchó de la casa con ese joven y le dejó solo entre las cuatro paredes del hogar que luego vendió por ser muy grande para él solo.

Se sintió abandonado, engañado, traicionado por quien llenaba sus venas del valor de vivir.

Quiso que regresara pero sola, Jean Carlos fue la nube que empañó su cielo y no lo quería porque le odiaba.

Ahora comprende lo equivocado que estuvo.

Pagó para que le mataran y lo hicieron con ella.

Ha llevado por años esa culpa en su pecho.

Le ha acabado la vida ser el culpable de la muerte de su hija.

Cada año que pasa son cinco juntos que le caen, su ruina moral es más elevada que su riqueza monetaria.

Más nunca oyó hablar de él. Tal vez esté muerto o vagando por las calles de algún pueblo lejos de allí, y todavía envidia del joven el haberla amado como nadie.

El haberle dado amor en los últimos días de su vida, el haber estado a su lado en su lecho de muerte, también se siente culpable por eso, por no haber comprendido ese amor puro, por no haber comprendido que no solo el dinero puede hacer feliz a una mujer.


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Como buenos enemigos que siempre fueron él sabe que donde esté, estará pensando en vengarse, porque ambos se parecen en algo y él estaría pensando en su lugar en eso.

Por eso mira a las personas muy fijamente buscando descubrir el rostro de este.

Su corazón le dice que volverá y su mente también y le hace feliz el saber esto porque el ansía la venganza de verlo.

Lo odia porque se le llevó lo mas querido e indirectamente fue el causante de la culpa que lleva encima.

Está preparado para ello.

En su cintura lleva una pistola dispuesta a ser utilizada nada más al reconocerlo sin darle tiempo a defenderse.

Sus días están contados y no le importa pasarlos en la cárcel porque ya nada tiene.

Volverá y lleva años esperándolo.

Le ha defraudado el que aun no lo halla hecho.

Pero volverá.



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