Orlando, el loco callejero (Relato)

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Arte Digital

 

Para los transeúntes cotidianos, Orlando es un objeto más en el ambiente, una especie que vive incólume entre el conglomerado de hormigón y concreto que invade la ciudad.

Para muchos ha estado allí desde siempre, para otros, quienes le conocieron antes de poblar las calles y tomar el cielo como techo, es una desgracia andante.

Por las mañanas mira como una estatua, al hormiguero de personas que transitan rumbo a sus trabajos, y estos a su vez, le contemplan con sensaciones diferentes que van desde lastima, miedo u odio hasta indiferencia.

Y aunque algunos hayan podido entablar una conversación con él, su mundo subjetivo está bien delimitado y alejado de una realidad que ya vivió y que no le fascina.

Su reclusión en el psiquiátrico respondió a su progresiva perdida de razón producida por motivos indeterminados o por cansancio de pertenecer a un mundo que se alejaba de sus perspectivas, asfixiándolo por exceso de presiones.

“Sería cuestión de tiempo”, fue el diagnostico del medico, pero el tiempo se detuvo y la huida del recinto asistencial nunca fue reportada y sus familiares lo prefirieron de esa manera.

Sus pensamientos, en ráfagas, muestran retazos de recuerdos que intentan demostrarle que la dualidad de sus expresiones podría desembocar en una nueva oportunidad, pero ese inconsciente que se esconde entre los cajones más recónditos de la memoria, no permiten que cambie esa vida de libertades por una de obligaciones. Y tal vez no se equivoquen porque la línea divisoria entre razón y locura tiene bordes muy estrechos que confluyen invisiblemente, sin determinar cuales son los espacios de ambos.

Deambulando, Orlando es feliz.

La miseria humana no forma parte de su mundo, no existen allí banalidades ni escalas que le impidan reflejar lo que su instinto le comunica.

No forma parte de un grupo de autómatas determinados que hoy gritan buscando motivos para ser tomados en cuenta, ni sobrevive con la preocupación de los comentarios ajenos.

No se coloca entre balanzas para medir sus acciones y el tiempo no le deja nociones.

El autismo existencial no le permite hacer elubricaciones filosóficas, aunque quienes le miran, lo hacen basando sus apreciaciones en la dificultad de comunicación que hay entre el mundo que le rodea y el que vive.

Para él, el espacio físico se compone de elementos primarios que lo conforman semejantes, objetos, vehículos, viviendas y alimentos, pero la utilización de los mismos solo está conectada con la necesidad que tenga para hacerlo.

Podría parecer que el aislamiento de las realidades lo coloque como un animal instintivo, sin conciencia, pero sus sentidos no están atrofiados y captan las mismas sensaciones, solo que las respuestas a estas no se enlazan a una conducta aprendida.

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Arte Digital hecho por mi tomando como base esta imagen

 

Su saludo, colocando su mano en la frente y poniendo su cuerpo firme, al estilo militar, es un retazo de esas vivencias que se han quedado aunque ha cambiado su forma de vivir.

-¿Cómo amanece hoy, General? -le pregunta a diario uno de los transeúntes, que en ocasiones ha logrado llamar la atención del hombre.

-Todo bajo control.

El lenguaje ha ido mermando, quizás por falta de practicarlo y es común que las palabras no fluyan por haber perdido conexión con el cerebro.

Su aspecto exterior es lo que más le aleja.

El pelo enredado, pegajoso, la ropa harapienta, los zapatos rotos, cuando tiene, han sido adquiridos en los basureros y el aseo personal, esporádicamente lo realiza metido entre fuentes o charcos en los momentos que el cuerpo lo pide.

Pero en ocasiones, cuando la mano de alguien o los mecanismos gubernamentales se acuerdan de sus andanzas publicas, puede verse limpio y vestido como la mayoría, dando la sensación que el problema es menos grave de lo que se imaginan.

Orlando vivió inmerso desde su niñez entre los tortuosos caminos de la sociedad que lo llevaba hasta los limites de sus capacidades y las caídas y los golpes de mala suerte le acompañaron en ese trayecto, por lo que quienes le conocieron dicen que se volvió loco para no sufrir más.

La locura le trajo el descanso, el rompimiento con parámetros que le dejaban poco espacio para desarrollar sus inquietudes, el viaje de vacaciones que anhelaba.

Estar loco es, sin embargo, relativo, ya que el simple hecho de no tener conocimiento de tus acciones te coloca en ese lugar.

Cierta tarde, cuando su aspecto estaba pulcro y recién arreglado, una mujer se le acercó sin conocerlo y le preguntó, al verlo con un lápiz dibujando sobre un papel a un pájaro.

-¿Es pintor?
Con la vista perdida, le miró y sin contestarle movió afirmativamente la cabeza y le extendió la hoja con el dibujo.

Toda una obra de arte rudimentaria pero con características bien definidas.

-¿Me lo regala?

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Arte Digital hecho por mi tomando como base esta imagen

 

Nuevamente su expresión corporal se encargó de dar la respuesta.

-¡Gracias! ¿Cómo se llama?

Se levantó alejándose de la señora.

-No sé.

La señora miraba el dibujo, encantada de la apreciación de Orlando en los detalles, hasta que alguien se le acercó y le comentó.

-Se llama Orlando y es un loquito callejero.

Como si eso sellara el epitafio de su creación, ella arrugó el papel y lo botó en una de las papeleras, olvidando que la condición humana tiene vaivenes y no debe existir la exclusión.

Y desde allí, desde esa óptica tan parcial parten los motivos que van diferenciando factores de convivencia.

Orlando es un ser humano pero sus características especiales son una etiqueta que desvaloriza que tenga, desde la lejanía de su mundo, aptitudes para algo.

Cuando intenta comunicarse no es entendido o tomado en serio, pero la inexistencia de una escala donde medir las agresiones pasivas no penetran su ego, porque sin carecer de él no es la parte más frágil de su existencia.

Su universo interior parece estar a salvo de los bombardeos de los cuales es objeto y con el tiempo la incipiente rebeldía que proporcionaba agresividad ha ido cediendo, provocando una convivencia suigéneris que ocasiona un margen de tolerancia inmenso.

Por eso hoy las calles son el camino que le conectan con su mundo propio.

Desde allí seguirá existiendo aunque no viva para quienes le olvidan.



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(Edited)

Me encantó este post. Realmente todos estamos locos desde una perspectiva relativa. Aun así somos humanos, es lo que nos hace especiales. Cada cabeza un universo infinito. Excelente.

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