Razzano, el pintor callejero (Una historia real)

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-¡Buenos días! -dice mientras toca la puerta abierta.

Del otro lado del escritorio un hombre de unos 30 años se encuentra distraído leyendo la prensa.

-Buenos días! Que temprano llegas hoy Razzano.

-Es que anoche terminé de pintar este y se lo traje antes de que otro se enamore de él. -levanta la pintura en lienzo, cuyos colores brillantes le hacen resaltar.

El hombre queda impresionado.

-Definitivamente amigo, está hermoso, sin dudas Dios te ha brindado unas manos y un arte exquisito. ¿Por qué tan brillante?

Viene preparado para la respuesta.

-Utilicé una técnica experimental propia, con pintura a base de esmaltes brillantes, poco comunes y costosos.

-¿Indica esto que cuesta un poco mas que los otros?

-Sí, pero no tanto.

-Ya con este tengo 10 oleos tuyos, cuando te mueras y hagas famoso, de repente y valdrán una fortuna.

-Tal vez, los pintores tenemos que morirnos para que se nos valore.

Minutos después, como de costumbre, toma un bocadillo en la cafetería, luego de ofertas y contra ofertas, el precio ha sido algo mayor del pautado por él mismo.

Sale corriendo a la tienda de arte a comprarse algunas pinturas antes que la adicción haga su aparición matutina y acabe con el poco dinero que lleva encima.

Su vida es una porquería y lo sabe, es solo un desecho de lo que una vez fue un hombre, impregnado con la vena artística que heredó de su abuelo.

Apenas duerme, come prácticamente basura y la habitación donde reside cuando las fuerzas no le abandonan está hecha un asco, un cuchitril de ratas donde sobreviven los lienzos en blanco y la ropa sucia.

Todos los días se promete que dará vuelco a esa existencia, pero el temblor de sus manos y ese vacío que parece asfixiarlo es mucho más poderoso que sus ansias.

Su sangre parece contener un plasma etílico que pide alcohol como método de mantenerse circulando en su torrente sanguíneo, es una lucha desigual que sostiene desde hace años, cuando el destino le cambió una familia por la soledad.

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Fueron horas que acabaron con los destellos de su sonrisa, minutos que sepultaron años de esfuerzo y que sesgaron los planes trazados de antemano.

Su familia completa, compuesta de esposa, madre e hijos, murieron en un accidente automovilístico, mientras él gritaba a pulmón abierto frente al televisor, aupando a su favorito en un combate de boxeo.

El ring del teléfono, portador de la mala noticia ha quedado guardado como mensajero de ratos amargos y aún hoy, le produce un terror inconfesable.

De nada sirvieron condolencias, amigos, compañías efímeras.

En el funeral no solo enterraron el cuerpo de ellos sino también su alma aterida y vacía.

Se marchó, huyó creyendo que la lejanía traería olvido, pero un cadáver no puede olvidar porque la flama que lo mantiene vivo se ha apagado.

Cuando el dinero que llevaba se acabó, apareció el artista, el que siempre ha compartido sus carnes y cuyo entorno no tiene tangibilidad.

Ya el alcohol se había posesionado de sus deseos, el licor, compañero de sus monólogos, era su ultima rebeldía ante un destino que no ha le ha dado el valor del suicidio.

Vino entonces el pintor de sueños y paisajes a competir con el vicio y por algún tiempo surtió efecto esa aparición fortuita.

Logró regresar, venderlo todo, incluso la casa que tanto le costó adquirir y compró boletos fuera de su país, intentando alimentar la musa que trazaba con pinceles nuevas experiencias.

Pero como el agua que regresa al punto de partida, también la brevedad de su triunfo llegó en medio de calles solitarias, de plazas llenas de noctámbulos que deambulando esconden sus propias historias.

El artista consiguió en el licor un amigo y ambos hicieron de su futuro lo que es hoy, un alcohólico empedernido que regala su arte para poder sobrevivir y conseguir su dosis diaria.

Y ya no existen limites ni reglas, ha llegado a un punto peligroso donde la ambigüedad ha tomado cuerpo en sus borracheras, que le dejan fuertes dolores de cabeza y una mañana después como traída del propio infierno.

Ha deambulado en medio de la vagancia citadina, sin estar mucho tiempo en cada sitio, por el temor a que su clientela en algún momento no recordado entre sus desvanes de farra, pueda sentirse engañada, al contemplar al artista como un perfecto animal tirado en el suelo.

Este ha sido el pueblo donde más tiempo ha permanecido, su escasez monetaria ha provocado esa tardanza.

Israel, el productor de radio ha resultado un excelente cliente, en quince días ha duplicado el numero de pinturas compradas, en relación a las vendidas por él en los treinta días antes de conocerle por casualidad.

Caminaba con uno de sus lienzos por la plaza, acostumbra aplicar el método más común por el informalismo comercial, ir al cliente en su propia residencia o trabajo.

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-Señor, señor.

Fueron los gritos señalándole que se detuviera.

Venían del lado opuesto por donde transitaba.

Tras una pequeña carrera le abordó.

-¿Vende esa pintura?

-Si. -le dijo con desgano para no darle una respuesta adecuada a lo estúpido de la pregunta.

-¿Es suya?

-Sí. ¿Lo duda?

-No, es que no tiene cara de ser argentino o italiano y Razzano es un apellido poco común.

-Mi abuelo era de Buenos Aires. -le mintió intuyendo una venta dado el entusiasmo con el que sus ojos la exploraban.

-Puede venir a mi oficina, si el precio es conveniente puedo comprarle esa y encargarle algunas mas, estoy decorando la casa y para las paredes las pinturas al óleo son extraordinarias.

-¿Es lejos?

-¿Mi oficina?, No, al doblar la esquina, trabajo en la emisora de radio.

Un sin fin de ocasiones había pasado por allí, pero nunca se le había ocurrido llegar.

-A mi esposa le llaman la atención los cuadros de litografías, pero a mí me parecen muy fríos, lo mío es el arte puro, rudimentario, como el que practicas, has caído del cielo.

La frase sin dudas ahora cubre a ambos.

Le compró ese y encargó otros 4, que en menos de una semana le pintó, con paisajes que recreaban los gustos del productor.

El dinero sirvió en un 80% para el vicio y el restante para pagar la habitación y comprar algunos lienzos, por lo que sus pinturas se terminaron y amaneció el fin de semana con una sola botella de ron en su poder y algunas galletas de soda como comida.

El domingo se le ocurrió una salida ingeniosa.

Rescató del patio de la casa donde le alquilan la habitación unos envases oxidados de pintura esmaltada para paredes y logró mojar sus pinceles en sus fondos, tras minutos de batir con una trozo de metal.

De esa forma pudo pintar su obra más ingeniosa, “una técnica experimental propia” como le había dicho a su cliente, inventada por la urgencia de licor y comida.

La facilidad con la que concibe temas está por encima de su capacidad de raciocinio.

Comienza sus obras con la mente bloqueada y en blanco, con las neuronas adormidas y cuando ve el resultado final que se produce llevado por el instinto y la musa que domina su inconsciencia, queda estupefacto.

Para su bien, sus borracheras no permiten compañía, por lo que normalmente transcurren en sitios pocos concurridos por los desechos de la noche.

Un día despertó en la mañana en la cama de una señora que le contemplaba con curiosidad.

-¿Dónde estoy?

-Tranquilo, está en mi casa, cuando regresamos nos asustamos mucho al verlo tirado frente al portón del garaje, pensamos que había sufrido un accidente, pero luego nos dimos cuenta que era simplemente una borrachera. ¿Por qué no se controla?

La vergüenza llegaba hasta sus medias.

-Mi hijo lo reconoció, usted le vendió un cuadro en su consultorio, gracias a él le hemos permitido pasar la noche aquí, allí tiene una toalla y jabón, tome un buen baño mientras le caliento algo para el estomago.

-No se moleste.

-No es molestia, haga lo que le digo sin fastidiar mucho.

Obedeció como el ladrón pescado in fraganti que debe cumplir el castigo.

Se marchó antes de que regresara el hijo para no tener que repetir el bochorno.

Ella le contó que su hijo era psiquiatra y además de su trabajo en el hospital, poseía un consultorio en el centro de la ciudad, donde lo conoció.

Le dio una tarjeta, que conserva aun en su cartera y el mensaje más importante.

-Él está a la orden para ayudarlo, no importa el dinero, atrévase a superar su problema. Como si fuera tan fácil introducirse en su cuerpo y revolver tantas cosas.

Desde ayer se siente decaído, un inusual calor que parece una fiebre le mantienen preocupado.

Cada vez que decide enfrentarse con el señor licor ocurre, es un reflejo incondicionado de su protesta ante la terquedad de no introducir el veneno en su organismo.

Anoche soñó con su familia, desde hacia meses ni lo pensaba.

Despertó llorando su soledad y también añorando otros tiempos.

La melancolía se parecía al día.

Después de dejar las pinturas en la habitación sale a comprar el licor que le salva de sus fantasmas, pero en el camino se tropieza con el consultorio del siquiatra que prometió ayudarle y llevado por una mano invisible entra.

Tal vez aun quede tiempo de rezarle sobrio alguna plegaria a los suyos, antes de dejar el mundo cruel que lo ha fustigado.

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Todas las imágenes son fotos de sus cuadros, comprados por mi.

Este es un homenaje a Luis Razzano, pintor que conocí en Cagua, Estado Aragua en 1991 cuando me desempeñaba como Productor en Radio Aragua. Los hechos descritos son 90% reales y forman parte de su vida, contada en algunos encuentros que tuvimos.



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