Hace unos años atrás trabajé con niños, solía atenderles los fines de semana. La mayoría tenían edades entre tres a seis años de edad, recuerdo haberme capacitado para poder manejarlos. Ni se imaginan el ingenio que se debe tener para no repetir las actividades con ellos, tomando en cuenta la cantidad de energía que hay que invertir.

Después de años de recrear cuentos, canciones y obras de teatro para enseñarles cosas nuevas de forma divertida, entendí que uno no les enseña, realmente aprendemos de ellos.

Entendí que su lenguaje no es el mismo que el nuestro, pero bastan un par de balbuceos para entenderles todo el contexto.

Levantar el tono de voz no los hace entender más rápido, ponte a su altura y con amor explicarles qué está bien y qué no, eso podría ayudar a que comprendan mejor el mensaje que le quieres transmitir.

Ser sus jueces, no les hace bien. No seamos de impedimento para que alcancen sus sueños, por muy descabellados que parezcan, seamos el vehículo para que hagan de lo imposible, posible.

Seamos sus guardianes y protectores en todo momento, porque aunque el mundo tiene muchas personas buenas, también tiene a las malas y estas últimas no entenderán la diferencia entre lo bueno y lo malo, y harán daño a los más indefensos. No permitas que nadie les haga nada malo, así los estereotipos de la actualidad quieran normalizar lo que no está bien.

Si pudiéramos ver el mundo a través de los ojos de un niño, entenderíamos que los problemas son pequeños, la distinción de personas no existe, los colores no tienen género y la raza es sólo una palabra, un día entiendes que aunque los niños absorben de lo que hay a su alrededor, también nos muestran como deberían funcionar las cosas.

A hablar un lenguaje de amor, inclusión e inocencia, decir la verdad sin pensar en las consecuencias, exteriorizar las emociones en el momento en que sea necesario, perdonar tan rápido como dure una rabieta, ver el arcoiris en medio de nubes grises y seguir riendo.

Y eso es lo que al mundo le falta, ver más como niños para dejar de actuar tan cruelmente como adultos.

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Todas las fotografías le pertenecen a mi pequeña y amada abejita, Avril. La hija de una de mis grandes amigas. Todo el crédito de fotografía, originalidad y belleza para Valentina T, la mamá de este pequeño angelito.