Heart attack - Infarto

Aunque parezca mentira, nunca había estado internado y eso seguramente debe ser algo bastante fuera de lo común para una persona de mi edad, y conste que no hablo de enfermedades extremadamente graves, una apendicitis, una vesícula, dolencias comunes que provocan la internación y operación de muchísimas personas, yo nada de eso. Conste que hablo de internación y no de operación porque allí si puedo contar dos episodios, me operaron de amígdalas cuando era un niño pequeño y luego ya un adulto, me quitaron dos lunares de la cara que para el dermatólogo eran sospechosos, cosa que luego de la biopsia demostró (por suerte) totalmente benigno. En ambos casos me fui a mi casa un rato después de la intervención.

Pero en esta oportunidad fue diferente, el jueves pasado había sido un día normal de mi vida, trabajé entre las 8 AM y las 5 PM con una hora de almuerzo, luego de ello vino mi hija y la estuve ayudando porque entre ambos estamos acondicionando una de las habitaciones que quedaron sin uso cuando nuestros hijos comenzaron sus propias vidas independientes, el objetivo es acondicionarla para que mi esposa pueda trabajar allí en su hobby de bordado, se lo ha tomado tan en serio que tiene cajas y cajas llenas de materiales, telas, bastidores y agujas y desarrolla con entusiasmo sus labores en el living de nuestra casa el cual de a poco se fue transformando en un lugar totalmente distinto al de su función principal. Luego de pintar con aerosol el marco de un placar y colocar el último estante flotante que compré, decidimos terminar la labor por el día, se estaba haciendo de noche y la acompañé unas pocas cuadras hasta donde vive, volví a casa y antes de llegar recibí una llamada de la administración de la empresa donde trabajo para anunciarme el aumento que se me había otorgado, juro que debido a la situación económica reinante el nuevo sueldo continúa siendo escaso pero también juro que eso no me afectó, no al menos demasiado porque entiendo que todos estamos sufriendo las consecuencias de las políticas económicas, personas y también empresas. Luego de agradecer y colgar ingresé a mi domicilio y noté que me dolía un poco la cabeza, lo asocié inmediatamente con el penetrante olor de la pintura así que me serví un vaso con agua y me fui a mi habitación, previamente pasé por mi oficina donde siempre tengo una aspirina a mano y me la tomé, me tiré en la cama y allí comenzó un dolor no demasiado intenso debajo de la tetilla izquierda y un ardor que me subía desde el ombligo hasta la garganta y más arriba aun, hasta la mandíbula inferior.

Tuve la lucidez o un sexto sentido si lo prefieren, de decidir que eso no era algo menor así que bajé lentamente las escaleras y le dije a mi esposa que nos íbamos para el sanatorio Santa Isabel, distante apenas a 5 cuadras de casa.

En inmediaciones de mi domicilio hay una guardia policial de 24 horas, debida principalmente a que en toda esta zona dejan patrulleros para el cambio de parejas de cada turno y de vez en cuando alguno que se encuentra en condiciones deplorables y no puede ser utilizado, queda allí hasta que un esforzado e ingenioso mecánico lo arregla o hasta que una grúa lo retira cuando su estado requiere cirugía mayor que en ocasiones puede representar un desarmadero. Lo cierto es que ya hace años que los policías están por ahí, los conocemos a casi todos, incluso un par son casi como de la familia, nos pide utilizar el baño, calentar agua para el mate o el recipiente con lo que traen para comer. Como dije algunos pocos que son los que están más frecuentemente ya son parte de la familia.

Esa noche estaba de guardia Pamela y ella tiene su auto siempre estacionado frente a casa por lo que pensamos que nos podía llevar hasta la clínica, justamente en ese momento tuvo que concurrir por unos minutos a un lugar cercano porque un automovilista había atropellado a un repartidor en bicicleta; me sentía mal pero no tanto por lo que le dije a mi esposa de ir caminando y así fue.

Llegamos y la atención en la guardia fue extraordinaria, en cinco minutos estaba en una camilla con suero, un cardiólogo al lado, un equipo de electroshock por si la situación se complicaba y una subida rapidísima al sexto piso donde se encuentra la sala de hemodinamia, luego de esperar por pocos minutos que terminaran con otro paciente debuté en un quirófano donde manos expertas manejando un equipo asombroso me colocaron un stent en la arteria diagonal derecha que estaba tapada y fue el motivo del infarto.

Desde esa noche internado en la sala de cuidados intensivos coronarios y luego de un larguísimo fin de semana llegó el lunes donde me realizaron una segunda angioplastia ya que detectaron en la exploración otra arteria tapada, aunque no de riesgo inminente, pero había que arreglarla.

Y así llegamos al glorioso día martes cuando el jefe de cardiología me informó que me daban el alta, no sin antes haberme echo todos los estudios posibles.

Mi felicidad fue enorme y debo decir que mi primera internación fue traumática y agotadora, ya estoy en caso con tres mallas de acero o algo parecido colocadas en mis arterias y a partir de ahora a cuidarme más y realizar todo lo que los médicos me soliciten.