But Yelar didn't defend herself because she couldn't explain what was going on in her chest. In her thoughts, even though she knew the normal course of things, she wished the bird would live:

"I wish it would live",_ he said, "I wish it would live and fly again", Yelar repeated to himself, "I wish it would live and fly as before", he affirmed as if it were a decree.

That idea, that thought, touched Yelar so much that she did her work with care and speed just so that the time would pass quickly and she could return to her bubble. On the way back, Yelar looked for the bird and found it singing finely near the window. The bird could not yet fly, but from its twittering, it was happy, Yelar sensed.

It is alive and will be alive tomorrow, said Yelar happily. And so it was, the bird improved every day until it could fly. It was Yelar herself who took the bird out of the bubble and saw it take flight.

They say that after that, Yelar's chest was the perfect nest for a new feeling, the one that teaches us that it is possible to make what we want come true. They also say that from that moment on, when Yelar had that emotion, as he remembered the bird, he began to look up at the sky.

All images are free of charge and this text is my own, translated at Deepl.

Thank you for reading and commenting. Until next time, friends

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De cómo nace un sentimiento
Esta historia ocurrió mucho antes de ahora. En una época, en la que todavía no estaba hecho el cielo, tal vez por eso los seres que vagaban por el mundo miraban casi siempre hacia abajo y creían que cada cosa que ocurría estaba destinada a ocurrir y no había nada ni nadie que pudiera cambiar el hilo de la vida.
En este mundo todo estaba hecho. Cada objeto, cada estructura, cada ser, tenía años de existencia por lo que nadie sabía el comienzo de ellas y tampoco su final. El final llegaba como la normal consecuencia del tiempo.
Los seres no vivían agrupados, sino aislados, cada quien en su propia burbuja creada por ellos mismos. En este mundo vivía Yelar, una mujer que como todas las de ese mundo, trabajaba, comía, dormía, sin preguntarse por qué estaba en ese mundo y si algún día moriría. Era normal tener ese pensamiento centrado en el presente: cualquier necesidad de saber el pasado o el futuro era intrascendente e innecesario.
Pero un día, mientras Yelar caminaba rumbo al trabajo, una fábrica de botellas de vidrio, e iba mirando hacia abajo, como siempre, vio que una pequeña ave estaba herida en la tierra. El pájaro se arrastraba y su trinar era un gorgojeo casi inaudible. No supo qué hacer Yelar con el ave, por lo que caminó por un lado de ella y siguió rumbo a su trabajo:
_¿Cómo un animal que vuela, puede estar en la tierra? –se preguntó Yelar- Debe haberse caído, se respondió Yelar y siguió. Pero hubo algo diferente en los pensamientos normales de Yelar en aquel día. En varias oportunidades se encontró pensando en el ave tirada en el piso, tanto fue así que hizo algo insólito hasta ese momento: buscó a otra persona y le comentó sus pensamientos:
_Hoy he visto un ave tirada en la tierra –expresó al compañero que estaba a su lado, Tom, quien se sorprendió de aquel comportamiento inusual y casi pierde el ritmo de lo que estaba haciendo:
_Seguramente morirá. Las aves son de arriba, no de la tierra –expresó de manera automática y siguió ordenando cada botella que salía y entraba del horno también de manera mecánica.
Yelar, sabiendo que no podía cambiar el destino de las cosas, siguió trabajando aunque su pensamiento volvía, una y otra vez, al ave. “Tal vez todos somos como estas botellas que entran y salen del horno. Si alguna se cae, se romperá”, pensó Yelar haciendo una analogía. Cuando fue hora de salir del trabajo, algo dentro de Yelar la hizo caminar rápido y tomar el camino por donde se había hallado con el ave. Un sentimiento nunca antes vivido inundó el pecho de Yelar cuando vio que el pájaro estaba allí y su pecho lleno de plumas era una cajita de resonancias leves.
Yelar tomó el pájaro entre sus manos y se lo llevó a su burbuja. Vio que estaba herido y como pudo, limpió la herida y esperó. Las horas pasaron y aunque no sabía qué esperar, se quedó quieta al lado del ave:
_Como dice Tom: seguramente morirá –se dijo para ella misma. Sin embargo, observó al ave toda la noche y en un instante antes de salir el sol, vio que el pico de ave se movía de manera extraña.
__Tal vez tenga hambre o sed -pensó y buscó leche de su cocina. Con un algodón echó gotas de leche en el pico, que el pájaro consumió lentamente. Después, el ave metió la cabeza:
Como dice Tom: morirá. –expresó para sus adentros, con temor a que el ave escuchara. Ya estaba amaneciendo por lo que debía ir al trabajo. Como siempre, caminó rumbo al trabajo. Al llegar vio a Tom y le contó lo ocurrido:
_¿Por qué hiciste eso, si de todas formas el ave morirá? –expresó Tom y miró a Yelar como si ésta estuviera loca.
Pero Yelar no se defendió porque no sabía explicar lo que ocurría en su pecho. Dentro de sus pensamientos, aunque sabía cuál era el normal transcurrir de las cosas, deseaba que el ave viviera:
_Ojalá viva –dijo- Ojalá viva y vuelva a volar –repitió Yelar para sus adentros- Vivirá y volará como antes –afirmó como si fuera un decreto.
Aquella idea y aquel pensamiento, emocionó tanto a Yelar que hizo su trabajo con esmero y prontitud solo para que el tiempo pasara rápido y ella pudiera volver a su burbuja. De regreso, Yelar buscó al pájaro y lo encontró que cantaba finamente cerca de la ventana. El pájaro aún no podía volar, pero por su trinar, estaba contento, intuyó Yelar.
_Está vivo y mañana seguirá vivo, dijo Yelar contenta. Y así fue, el ave mejoró cada día hasta que pudo volar. Fue la misma Yelar la que sacó al ave de la burbuja y vio cómo esta alzaba el vuelo.
Dicen que después de eso, el pecho de Yelar fue el nido perfecto para un nuevo sentimiento, ese que nos enseña que existe la posibilidad de hacer realidad lo que deseamos. También dicen que a partir de aquel momento, Yelar, cuando tenía aquella emoción, como se acordaba del pájaro, comenzó a mirar hacia el cielo.