veneno (poema)

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arroyo.jpg

veneno

lo vieron salir del arroyo, entre los campos
donde abrevaban las vacas y los caballos,
lo vieron los chicos, dicen, desde la hilux,
y no gritaron, otro sucio atardecer más,
nada está pasando, apenas un chapoteo,
los teros chillando a lo lejos, dando alarma,
quizás deberíamos haber vislumbrado algo:
la señora caminando con la mochila a cuestas,
los ojos rojos, el sudor, la fiebre por la noche,
el veneno burbujeando de nuevo en cada poro,
buen día, señor, me dijo, cómo va la familia,
y todo estaba bien, tan solo un niño fangoso
saliendo de un arroyo, brotando del agua,
entre los campos sembrados de trigo o soja
como si nada, del agua verdosa de algas,
veíamos volar a los mosquitos, mansamente,
no era verano, y nos picaban la piel y los ojos,
decían que los tenían encerrados, o muertos,
eso dicen, señor, pero yo no les creo nada,
la lluvia entonces repiquetaba en las chapas,
y yo corría para no mojarme, pisando el barro,
esquivando los charcos en el asfalto destrozado,
se han olvidado de nosotros, señor, me dijo,
nos han abandonado en el barro, atascados,
debajo de los rayos que quiebran los árboles,
entre vacas y ovejas, mugiendo y balando,
creo más bien que no somos memorables,
dicen los chicos que se parecía a un pobre,
y la señora se alejaba en medio de la lluvia
con la mochila en la espalda, a paso lento,
imperturbable, cobijada en la costumbre,
el veneno aquí y allá, en la tierra y el agua,
en el aire, en la sangre, señor, está en la sangre,
y un cuerpo tirado en la orilla del arroyo,
entre lo poco que quedaba de los pastizales,
los perros me toreaban desde la esquina
o se echaban a descansar entre las moscas,
mirábamos los tractores removiendo la tierra
o pasando la soga, levantando la cosecha,
mientras tomábamos unos mates en el patio,
no me vengan a hablar de calma, qué calma,
está en la sangre, en los frutos, en cada mano,
está en cada cosa que tocamos, en cada ojo,
no me vengan a hablar de nada, por favor,
no quiero escucharlos, está lloviendo,
y hay algo verdoso, viscoso, casi humano,
inalterado, ni caranchos ni chimangos,
un espantapájaros barrido por el viento,
hay alguien en el suelo, entre las malezas,
dicen que los llevan al galpón viejo, señor,
pero no hay que creer en esas cosas, vio,
pero yo he visto nada y apenas y demasiado,
lo he visto a la orilla del arroyo, expectante,
inmóvil como un tronco, humano y no humano,
y he visto las yemas en sus ojos, en su rostro,
algo a punto de nacer, muerto y con vida,
y un brote tierno que crecía en uno de sus brazos
algo indescriptible, conmovedor y repulsivo,
como la magia de la naturaleza pero al revés,
y luego al derecho, y al revés, hasta que se acabe.



La fotografía es propia y corresponde a un pequeño arroyo entre campos, en el interior de la provincia de Buenos Aires.



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¡Qué buen poema, @agreste! Difícil hablar de un poema donde el dolor y la impotencia se mezclan, para dar ese "veneno" que se expresa en él. Reconozco tus imágenes tan hablantes, en el filo de la realidad y la ficción. Gracias y saludos.

Por aquí pasó El Comentador
: @josemalavem

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¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegro mucho de que te haya gustado el poema. ¡Saludos!

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