Sopa de lagarto (relato corto)

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Estimados lectores, en esta publicación no encontrarán una receta para hacer una sopa. No. Se trata de un relato que comparto con ustedes.

Espero sea de su agrado. Gracias por leerme.


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Sopa de lagarto

Ángel David siempre ha sido un niño de buen comer. Le encantan las frutas las hamburguesas y el pollo frito. Prácticamente no se resiste a nada comestible. Hace algunos años atrás, sus abuelos maternos tenían un restaurant de comida criolla, ubicado en la misma casa donde vivían, en el casco histórico de Porlamar. Ángel David siempre rondaba por la cocina porque le gustaba oír las historias contadas por los abuelos Paco y Nohelia, y porque, además, aprovechaba de probar cualquier cosa que le ofrecieran.

Un buen día, recién cumplidos sus 5 años, después de regresar de su pre-escolar, estuvo dando vueltas por la cocina y oyó la conversación de los adultos que preparaban el menú del día antes de abrir el restaurant. Salió de allí y se puso a jugar con un gran robot que le había traído el Niño Jesús en las navidades anteriores. A la hora de almorzar, cuando lo llamaron a comer ni se inmutó, aparentemente. Siguió jugando con su muñeco. Lo llamaron dos veces más sin obtener respuesta. Al cuarto llamado dijo que no tenía hambre.

A la familia le pareció sumamente extraña esa respuesta, pues nunca se resistía a comer y mucho menos a la hora del mediodía. Sobre todo a su madre le parecieron raras esas palabras. Se acercó hasta donde él jugaba, ya no con el robot sino con todos sus carritos, extendidos sobre el piso de adobe antiguo. Se sentó frente a él y le dijo: "¿Qué sucede, mi amor? ¿Por qué no tienes hambre? ¿Comiste algo en la escuelita? Ya sabes que te he dicho que no debes comer nada cerca de la hora del almuerzo para que disfrutes tu comida completa. Anda, dime, hijo, ¿qué te pasa?”

Como el niño no respondía absolutamente nada, su madre se levantó del piso, diciéndole: “Ven, acompáñame, yo sí tengo hambre. Anda, ven a ver la rica sopita que ha hecho el abuelo Paco. A lo mejor al verla te dará hambrita", mientras le extendía la mano para que la acompañara, pero Ángel David no se sujetó a la mano de su madre y se quedó sentado sin moverse.

En la medida en que su madre insistía a él se le iban aguando los ojitos. Estaba a punto de llorar, pero no decía nada. Su mamá insistió una vez más y el niño soltó el llanto. Ella lo abrazó y le dijo que estaba bien, que no lo molestaría más. Se alejó hacia la mesa donde ya estaba sentada el resto de la familia. Desde allí lo observaba, preocupada por él.

Cuando el niño no aguantó más fue hacia ella llorando y la abrazó diciéndole: "Mami, no comas eso. Mi abuelito Paco dijo que haría sopa de gato. Yo no quiero comer gato". Todos soltaron la risa y comprendieron porqué Ángel David no quería comer la sopa del menú del día.

El abuelo dijo: "No, hijo, me escuchaste mal. Yo no dije 'ga-to'. Yo dije 'la-gar- to'. No escuchaste bien la palabra. Y se echó a reír por la confusión del niño. La mamá le explicó al infante que él había comido esa sopa desde que estaba más pequeño y que le encantaba. “Mami, yo creía que mi abuelo había cocinado un gato, de los que se la pasan caminando por el patio y por los techos y eso me puso triste", dijo ya más calmado y riéndose también.

Así fue como Ángel David logró comerse su sopa de lagarto sin ningún problema. Y desde ese día él mismo ha contado innumerables veces ese cuento a todos nuestros amigos y familiares.




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12 comments
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Thanks to @hlezama for reblogging this post to my feed...A solid effort here. Nice work, keep it up.

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Thank you very much for your comment, @galenkp, you have been very kind. And many thanks to my dear friend @morey-lezama for such a kind gesture.

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Me hizo reír mucho este relato, porque me acorde que cuando yo era niño no me gustaba comer sopa de lagarto, porque pensaba que se referían a una lagartija, que la sopa era echa con lagartijas, jaja,

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