Michel de Montaigne y el carácter del ensayo originario
Aprovechando que un 28 de febrero, pero de 1533, nació el que es considerado el "padre" del ensayo, el francés Michel de Montaigne, presentaré algunas consideraciones sobre este género textual.
Pero antes un poco acerca de Michel de Montaigne. Natural de Burdeos (Francia) y de una familia de privilegiada situación social (su padre era Alcalde de la ciudad), se formó en un ambiente liberal y humanista. Téngase en cuenta que es la época del Renacimiento, marcado por el pensamiento de autores pilares del Humanismo clásico como Sócrates, Lucrecio, Virgilio, Séneca, y de pensadores contemporáneos como Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro y, de quien fuera amigo de Montaigne, Étienne de La Boétie, el autor de esa pieza clave del pensamiento libertario, Discurso sobre la servidumbre voluntaria, que ojalá muchos pudieran leer.
El origen del ensayo como género está en Montaigne, más allá de que antes de él se escribieran textos que luego podemos identificar con lo que este autor idea (Platón, San Agustín, etc.). Concibió la palabra "ensayo" y caracterizó el género, cuando en 1580 publica, en dos tomos, sus Essais. Luego, en 1588, editará un tercer y último volumen.
Montaigne, desde su dedicatoria en el primer tomo –"Al lector"–, se encarga de dejar claro rasgos definitivos del ensayo. Dice allí:
Así, lector, yo mismo soy la materia de mi libro
y líneas arriba:
pues píntome a mí mismo
La "materia" del ensayo es el ensayista mismo, a través del tema abordado; lo que no quiere decir que se trate de una suerte de narcisismo o solipsismo. No, se trata de que quien habla en el texto es el "yo". El ensayo es el ejercicio (palabra también muy cara a Montaigne) del pensamiento a partir de la propia experiencia, de la propia mirada. De allí, pues, la condición subjetiva del género.
Veamos una cita de su ensayo "Del ejercicio":
Hace varios años que soy yo el único objetivo de mis pensamientos, que no analizo y estudio más que mi propia persona; y si estudio otra cosa, es para aplicarla al pronto sobre mí, o mejor dicho, aplicármela a mí.
Montaigne lo inaugura como género, dándole sus caracteres sustanciales. Es la presentación de un tema o idea desde la reflexión personal acerca de él (o ella). Por eso tiene un carácter interpretativo, no de estudio especializado, exhaustivo y rígido, ni el propósito de convencer. Así, en su ensayo "De Demócrito y Heráclito", va caracterizándolo:
El juicio (entiéndase el pensamiento, nota mía) es instrumento para todos los temas y en todo se mete. (…) Tomo al azar el primer tema que se me presenta. Todos me son igualmente buenos. Y jamás pretendo tratarlos por entero. Pues de nada puedo ver el todo. (…) De cien partes o rostros que cada cosa tiene, tomo uno de ellos, ya solo para lamerlo, ya para rozarlo, ta para pellizcarlo hasta el hueso. Penetro en él, con la mayor profundidad que puedo. Y a menudo gusto de cogerlo desde algún punto de vista inusitado.
Montaigne nos presenta algo parecido a un método, que es, sobre todo, prueba, ejercicio intelectual y existencial a la vez, pues parte del yo, y no pretende erigirse en sistema; antes bien se sabe transitorio, frágil, incierto. El autor tendrá conciencia y lo dirá: "rendirme a la duda o a la incertidumbre o a mi estado original que es la ignorancia".
Desde hace varios años, cada vez que he podido (clases universitarias, talleres, conferencias, etc.), he tratado de defender el carácter originario del ensayo, al saber que hay mucha confusión respecto a él, con consecuencias, a veces, nada inocuas.
Es común, por ejemplo, saber de un profesor (de educación media o universitaria) que “pide” un ensayo a sus alumnos, y, en verdad, lo que quiere es una composición, un artículo de divulgación o, incluso, una monografía breve. (¡Cada cosa en su lugar!). Pero ese docente puede erigirse en un juez, lamentablemente, y condenar textos de estudiantes u orientarlos erróneamente, por ignorar qué es un ensayo en su carácter primordial y esencial.
Desde su fundación, el ensayo se apareja con la literatura, por su naturaleza creativa en contenido y forma, rasgo presente desde su aparición histórica apuntada. En contenido, al ser un texto en prosa en el que se expone y argumenta una visión personal, es soberanamente subjetiva; esto es, emotiva, sensible, relativa, libre…. En lo filosófico, su territorio es el de la conjetura, el esbozo, la apertura…
Y, en lo formal, no sigue una estructura predeterminada, pero sí tiene –esto es central–, lo que alguien denominaba, “una voluntad de estilo”, es decir, un ejercicio de la expresión verbal que, a la par de ser apropiada, sea particularmente creativa: he allí parte de su carácter estético.
Referencias:
Gómez-Martínez, José Luis (1999). Teoría del ensayo (3ª ed.). España: Cuadernos de Cuadernos.
Montaigne, Michel de (1992). Ensayos I y II. España: Edit. Cátedra.
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Como siempre, he aprendido algo nuevo leyéndote. Saludos y enhorabuena por la publicación : )
Gracias por tu lectura, @bonzopoe. Saludos.
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Saludos poeta.Comencé leyendo algunos cuentos y novelas de Uslar Pietri; los disfruté(Y disfruto) mucho. Luego me encontré con algunos de sus ensayos. Ciertamente Pietri suscribe las bondades que usted resalta fundamentales para el ensayo: Es sobre todo un obra literaria
Mi gratitud por tu lectura y comentario, @camborio. Venezuela ha dado grandes ensayistas; Úslar Pietri es uno de ellos.
Excelente trabajo. ¡Felicitaciones!
Gracias por la apreciación, @cuentacuento.