Martha estaba completamente confundida, comenzó a pensar que era extraño que se dejase convencer para estar en ese entorno tan insólito. Se dejó enredar con facilidad por las palabras de Martín; quien estaba junto a ella acompañándola en todo el proceso. El lugar era un santuario para las estrellas, labrado de cosmología para los adeptos y así maravillar a los nuevos creyentes. Los involucrados creían en las energías provenidas del universo, el poder del «magnetismo animal» y la hipnosis, no como uso terapéutico, sino como un medio para transitar a otros planos.

Hace dos días Martha simplemente estaba en el supermercado, cuando de repente se topó con Martín; su rostro peculiar provocó una singular inquietud en ella. El hombre le sonrió de repente con una risa muy arqueada; mirándola fijamente con sus penetrantes ojos verdes. Para Martha, Martín no era un hombre muy atractivo en realidad, de hecho, para su entendimiento, ni siquiera se consideraría un galán ideal para las damas, pero su extraña energía expedía algo particular; algo que Martha no entendía y por curiosidad quiso incursionar.

Luego de ese momento fueron a tomarse un café; en una cafetería que queda en ese mismo establecimiento. Él comenzó a aturdirla con temas sobre esoterismo: influencias causadas por la alineación de planetas, mesmerismo, magia, alquimia, desdoblamiento y hermetismo. Y a pesar de que Martha no entendía nada de lo que Martín le explicaba, era suficiente la fuerza que la atraía hacia él; no era una fuerza de lujuria, sino algo más complejo e inevitable. Parecía que se quedaba embelesada en medio de un trance, y después de tanta charla, Martín le quitó su número telefónico.

Fue después de esos dos días en que él la citó otra vez, pero ahora en un lugar más clandestino. Martha era una mujer de casa, con un marido y dos niñas pequeñas que no rebasaban los diez años de edad. Amaba a su familia pero sentía que necesitaba un poco más de emoción en su vida. Fue a verse con Martín una noche, saliendo sigilosa de su hogar. El pasó a recogerla y de inmediato se dirigieron al lugar citado. Martha conoció a varias personas, algunos de ellos reconocidos por su estatus social. Se quedaba anonadada por la cantidad de gente que había y por el ambiente tan hermosamente ornamentado por antiguas esculturas. Y fue así como llegó, arrodillada en el centro de una especie de ritual.

Según las creencias de Martín y sus compañeros, la práctica del desdoblamiento de almas es más común de lo que se piensa. Es la fase siguiente a la evolución, la cual, tiene que ver con nuestro «Yo» intangible y no con lo material. Utilizando palabras más simples, quienes practican el desdoblamiento de manera habitual, lo hacen para adquirir la siguiente fase del desarrollo humano: La ascensión.

Martha aún no estaba del todo convencida. Se sentía tonta por creer en esas ideas que ni siquiera tenían sentido para ella, pero Martín tomó su mano y exhibiendo esa extraña sonrisa, comenzó a adquirir confianza y fue muy absurdo; incluso llegó a pensar que aquel hombre de alguna manera la hipnotizaba.

Todos los presentes en el lugar se colocaron en posición, también Martha. Se recostaron sobre el suelo cerrando los ojos y comenzaron a respirar profundamente. Martha sentía que levitaba; el peso de su cuerpo parecía no tener influencia en ella. Fue cuando de repente despertó y vio a Martín de frente, flotando y resplandeciendo como una lumbre.

En ese momento, impulsada por un pasmo, sintió que caía a un espacio negro iluminado por luceros, y fue cuando pudo vislumbrar a otros seres que se movían a su antojo por las diferentes dimensiones del lugar. Aquellos eran «Los ascendidos», quienes lograron evolucionar abandonando el plano material a voluntad. Después de unos segundos de contemplar aquel portento, Martha despertó y divisó a los demás que ya estaban despiertos. Todos le sonrieron y fue allí cuando comprendió que, después de haber pasado por tanta ambigüedad, había sido elegida para encontrarse con ellos.