ESPAÑOL

EL PÁJARO DE PLATINO

      La definición de imperecedero refiere a algo ilimitado, inacabable, ¿no es así? ¿Y la definición de absurdo? ¿Tiene algún desenvolvimiento distinto? Pienso que lo extraordinario posee muchos brazos que, arraigados a un solo epicentro, podría llegar a fijar hasta las mentes más escépticas. Si lo fantástico tuviese lugar en nuestra realidad ¿Cuántas personas cambiarían su forma de pensar?

      Javier era una de esas personas incrédulas, donde su única realidad arraigada era el trabajo que le había quedado por heredad. Aún era un hombre joven, sin familia propia, viviendo sólo en una casa pegada a su propio taller de herrería.

      Era un maestro con el metal y un ferviente estudioso de sus propiedades. Sus habilidades para manipular, transformar y obrar de manera extraordinaria este elemento, le otorgaron el reconocimiento de un gran artista, una maravilla conmensurable para el criterio popular.

      Javier no solo realizaba trabajos comunes con el metal, también hacía arte, que exhibía en la gran entrada de su propio taller. La gente llegaba, se tomaba fotos junto con sus obras, las cuales iban desde esculturas al estilo renacentista, hasta automóviles, pequeñas lanchas y extraños collares de diferentes formas y tamaños.

      El herrero era una figura particular, una atracción turística, una referencia innata de proporciones colosales para la localidad, incluso, podría hasta decirse, que para todo el país. No era de extrañar que por sus magnánimos reconocimientos, Javier fuese objeto de peticiones extrañas y aparentemente anormales.

      Entre las diferentes demandas insólitas que recibía, muchas trataban sobre ropa interior hecha de metal, objetos sexuales, hasta de cadáveres de personas inmortalizados por pedido de sus dolidos parientes, cubriendo sus cuerpos con hierro o acero fundido y colocados como exhibición en la sala o el patio de sus casas. Y estas son solo nimiedades, porque la petición que un día Javier recibió cambió para siempre su percepción sobre la realidad.

      A pesar de las importantes sumas que el herrero recibía por sus increíbles trabajos, pensaba que aún le faltaba mucho. Quería hacer su taller más grande y convertirlo en una especie de enorme plantel de herrería, pero aún disponía de poco para alcanzar su sueño, sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar cuando un excéntrico hombre cruzó las puertas de su taller.

      Mientras Javier trabajaba, escuchó a sus espaldas la voz sofisticada de un sujeto no tan desconocido. El hombre vestía refinadamente, parado de manera erguida luciendo una mirada presuntuosa de hombre millonario. Sus ojos eran negros como el azabache, al igual que su cabello y frondosa barba, que notoriamente, estaban muy bien cuidados.

      Su contextura era delgada y era muy alto, tanto así, que tuvo que agacharse para poder entrar por la puerta del taller. Vestía ropa carísima pavoneando a la vez anillos, aretes, pulseras y una cadena enorme sosteniendo un abalorio bien labrado, todos hechos de pulido platino. Incluso todos sus dientes estaban cubiertos por este metal.

      —¡Buenos días! ¿Es usted el famoso artista herrero? —Dijo el refinado caballero.

      se paró erguido para atender a su acaudalado e inesperado cliente, y mirándolo a los ojos le contestó.

      —Buenos días. Sí, así es, ¿en qué puedo servirle?

      —Quiero que me haga un trabajo muy importante, sé que usted es la única persona que puede cumplir mi más grande capricho. No se lo pediría a nadie más, es más, nadie debería enterarse de esto, ¿puedo confiar en usted en guardar el secreto?

      —¿De qué se trata? —Contestó Javier mirando al hombre desconfiadamente.

      —Bueno, le cuento. —El hombre comenzó a deambular por el taller jactanciosamente mientras contaba su anécdota. —Desde adolescente siempre he tenido una filiación bastante particular. Ni mi familia, ni mis amigos, ni absolutamente nadie pueden entender esta enraizada obsesión que tengo desde muchacho.

      »Jamás fui uno de esos excéntricos millonarios que derrochaban su fortuna en fiestas libertinas o en viajes que solo abarcaban un objetivo placentero. Mi visión estaba sujeta a mi obsesión, era una monomanía que crecía en mí gradualmente. No obstante, tenía que esconderla, puesto que mi deseo podía ser visto por la sociedad como una extravagante locura.

      »Esta obcecación amigo mío, ha sido la clave de mi éxito, invertí toda la fortuna de mi familia en eso, y como ve, no me ha ido mal. Sin tanto rodeo, le confesaré la causa de mi delirio, ¡es el platino!, el metal más precioso y placentero que mis ojos han podido ver y mi cuerpo tocar.

      —Ya… —Dijo Javier mirando al hombre como si fuese la cosa más rara que ha llegado a su taller. —¿Entonces quiere usted que le haga una escultura hecha de platino?

      —No, quiero convertirme en un ser de platino, que todo mi cuerpo esté cubierto de él.

      —¡Ah!, entonces quiere que le haga una armadura, ¡claro, por supuesto! Solo dígame como la quiere.

      —No me está entendiendo. —refutó el loco ricachón. —Quiero que funda el platino y me cubra con él por completo. Y que mi piel, mi carne y hasta mis huesos, se fusionen con este preciado metal.

      —¿Pero es que está usted demente? —Dijo el herrero —¡Eso lo mataría al instante!

      —Nada de eso. —Replicó el millonario haciendo un gesto con la mano—Lo único que hará es convertirme en la criatura más fantástica de este mundo, cubierto por el metal más maravilloso que la humanidad haya podido contemplar. Y no solo quiero estar cubierto de platino, también deseo unas alas; enormes como las de un cóndor, para así convertirme en un gran ave, ¡un pájaro de platino!

      Javier miró al extraño hombre de manera incrédula, como si le estuviera exponiendo una pesada broma o un invento de mal gusto. Obviamente no estaba de acuerdo con la petición del sujeto, puesto que podría caer tras las rejas por eso.

      —¡Vamos, hombre! —Clamó el ricachón —no se haga de rogar, ¿cuántas personas no han venido a usted a pedirle cosas tan absurdas como la mía?

      —No tiene comparación, porque ninguna implicaba asesinar a una persona.

      —¡Por favor! Yo no moriré, el platino y yo estamos hechos para vivir unidos ¿Acaso usted no sabe quién soy yo?

      —¡Pero por supuesto, desde que entró por esa puerta lo supe! Usted es Gaspar Lucena, el excéntrico millonario, no por su dinero sino por su demencia.

      —¡Demencia! —Exclamó con enfado—Esos noticieros son unos amarillistas. Soy solo un visionario que hizo cosas que nadie creía, ¿cómo cree usted que he multiplicado la fortuna de mi familia?, todo gracias a esto —Señaló el hombre su frente —Mi mente ha sido el motor constructor de todo mi imperio, ¿cree que no puedo manejar una situación como la que le estoy pidiendo? ¿Cree que no sé qué es una locura? Le aseguro que no tendrá problemas con la ley, ya encargué a mis abogados en eso, solo tiene que decirme que sí, y con solo un chasquido de mis dedos todo estará listo.

      —No lo sé, es demasiado peligroso. —Dijo Javier dudoso —Además, no cuento con la cantidad necesaria de platino.

      —¡Hombre, eso es lo de menos!, si sabe quién soy también debe saber que soy dueño de cinco fábricas procesadoras de platino allá en «Los Bálsamos», y que puedo traerle todo el que usted necesite. Solo tiene que decirme y lo tendrá esta misma tarde, antes de que anochezca.

      —Bueno, eso reduciría el costo de la petición siendo que usted me traerá la materia prima.

      —¡Irrelevante!, lo que le pagaré a usted será la cantidad que, para mi criterio, es la que merece por realizar tan maravilloso trabajo. Con esa cantidad podrá convertir este taller en una enorme fábrica de herrería, con empleados a su cargo y una administración más compleja. En caso de que llegue a morir, que no lo creo, no afectaría nuestro trato, recibirá el mismo pago según lo acordado.

      Javier aún no estaba del todo convencido, pero cuando el millonario tocó la parte sobre finalmente formar su enorme empresa de herrería, los ojos le brillaron y comenzó a imaginarse ese lugar tan despampanante, lleno de herramientas avanzadas y empleados deambulando por todas partes, moviendo y trabajando el metal de todas las formas y maneras posibles. Fue después de esa visión, que miró fijamente a Gaspar y le dio su respuesta definitiva.

      —Está bien, hagámoslo, pero quiero que esto quede en completo secreto. —Demandó Javier.

      —Tranquilo, nadie a excepción de nosotros sabrá de nuestra asociación.

      El millonario y el herrero estrecharon sus manos cerrando el trato definitivamente. Luego, Javier le tomó medidas a Gaspar en todo su cuerpo para construir un molde donde lo colocaría, estableciendo así mismo, la forma y tamaño de las alas. Después de terminar, cruzaron unas últimas palabras para posteriormente despedirse.

      Como a las cuatro de la tarde de ese mismo día, un camión llegó a las puertas del taller de Javier, cargando consigo una cierta cantidad de metal platino. Javier le indicó al conductor donde dejar el material y éste, lo desembarcó rápidamente en la zona señalada. Después de cruzar varias palabras, el camión se alejó retornando por la misma dirección.

      Esa noche preparó el material llevando cada pieza en una carretilla hasta el horno del taller. Allí fundió el platino uno por uno, teniendo mucho cuidado ya que era la primera vez que derretía ese tipo de metal. Mientras lo hacía, miraba fijamente al fuego como si allí estuviesen reflejados todos sus temores. Pasó por su mente en un instante abandonarlo todo, ya que no quería cargar en su conciencia la muerte de una persona, pero su mente reiteró, y su sueño se alzó latente y fulgente como el ángel más hermoso del reino celestial, y eso fue suficiente para convencerlo que debía continuar.

      El herrero comenzó a construir el molde donde prepararía el cuerpo de Gaspar y las extensas alas que él pedía. Se trasnochó, trabajó hasta las cuatro de la mañana terminando todo el trabajo y, como a eso de las siete, apareció el millonario ya preparado para su transformación.

      Javier estaba agotado, pero para atender a su cliente se mojó la cara con agua fría e intentó cambiar su aspecto cansado a uno más despejado. El herrero en ese momento, estaba disipado finalmente de dudas, por lo que, accionó rápidamente el procedimiento cruzando pocas palabras con Gaspar. Mientras éste se acomodaba en el molde totalmente desnudo, Javier empezó a fundir el platino nuevamente hasta hacerlo absolutamente manejable.

      Después, colocó cierta cantidad en una gran olla de hierro grueso, y con una máscara protectora y los ojos cerrados invadidos por el miedo, comenzó a verter el metal fundido sobre las piernas de Gaspar. Lo que pasó durante el proceso dejó a Javier completamente estupefacto. El millonario no se inmutó siquiera por sentir aquel metal caliente y derretido como magma sobre la parte baja y desnuda de su cuerpo, para él, era como si estuviera recibiendo un baño de agua caliente con los ojos cerrados.

      Javier estaba paralizado y boquiabierto, con los ojos desorbitados. Gaspar seguía tranquilo, como si no sintiera nada. Y éste, al ver que el herrero se detuvo, lo miró fijamente con los ojos entreabiertos y le frunció el ceño para que continuara. Javier atendió el ademán, y prosiguió en verter el platino líquido sobre él con mayor velocidad hasta acabarlo todo.

      Al expandirse el metal en todo su cuerpo y extenderse por todo el molde de las alas, el herrero comenzó a tallar para darle la forma requerida con sus herramientas una vez que el platino se endureció. Al terminar, agotado y sudado, observó su obra de platino con sus hermosas y definidas alas extendidas reposando tranquila en el molde.

      Gaspar parecía una escultura de metal, dormido, con las manos sobre el pecho como si estuviese en su lecho de muerte. Después de unos minutos, Javier escuchó un desconcertante ruido en las afueras del taller que parecía provenir de ruedas de autos junto con sirenas de policía. Al salir para echar un vistazo, un grupo de oficiales lo apuntaron con sus armas preguntando por el millonario. Javier con las manos en alto, aseguró que él estaba bien y que se encontraba adentro.

      De repente, un estridente ruido como de algo pesado atravesando un muro de concreto se escuchó sobre el techo del herrero. Al enfocar la vista, todos los presentes avistaron algo brillante que volaba por los cielos agitando sus alas destellantes mientras se alejaba. Pasmados, escucharon graznidos como de un ave metálica por unos segundos, luego cambió a unas carcajadas de felicidad demente. Javier no lo creía, pero al final, se dio cuenta que el maniático millonario, no estaba tan fuera de sí después de todo.

FIN

Escrito por @universoperdido. Sábado, 12 de septiempre del 2020