LA TUMBA DE MORGANA

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Imagen original | Editada con PhotoScape


«Dijo Platón que los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad».


— Sigmund Freud

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𝕃𝔸 𝕋𝕌𝕄𝔹𝔸 𝔻𝔼 𝕄𝕆ℝ𝔾𝔸ℕ𝔸


En tiempos de antaño, cuando la luz y las tinieblas luchaban frecuentemente entre sí, emergió entre la ínfima muchedumbre una emisaria, cubierta del barro y la mugre de un mundo hostil. Su vida había sido un infierno, más grande que el que desataría posteriormente, porque sus manos se llenaron de sangre y fuego y de lágrimas de madres y niños agonizantes.

Las tinieblas la encontraron y le dieron cobijo. Le confirieron palabras olvidadas y prohibidas, aquellas que insultan a la luz y a sus bendiciones, que ensucian a las almas puras y las vuelve impías. Morgana Carina Blackrose, fue la única hija de Josephine Elizabeth de Blackrose y August Phillip Blackrose, nació el 13 de abril de 1686, en un hogar sumamente católico en el pueblo de York. Desde pequeña siempre tuvo afición por el fuego, por las cosas catastróficas y la oscuridad. Deambulaba por los bosques, ahogaba a pequeños perros y gatos, cortaba las alas de pájaros muertos envenenados por fuerzas indescriptibles, hasta que un día, las secuelas de la peste se llevaron a su familia, siendo ella la única sobreviviente.

Desde entonces viajó hacia diferentes lugares, llegando a parar al pueblo desconocido «Salasem», lugar que, según los sacerdotes, moran los demonios y las lenguas malditas. En dicho poblado conoció a Jonathan Strange, con quien se casó en secreto y tuvo dos hijos. No pasó mucho tiempo después para que Morgana sucumbiera de nuevo a sus maleficios y con ellos ahogara a su propia familia.

Sus conocimientos prohibidos llamaron la atención de un demonio llamado Calcifer, que la hizo suya una noche, pero nada puede obtenerse sin un sacrificio, así que Morgana sacrificó a sus propios hijos enterrándolos vivos en el patio de su casa vetusta, arrojando sus carnes muertas a su nuevo amante, que solo calcinaba, masticaba y engullía.

Ese mismo día Jonathan la ayudó, poseído por la sombra de aquel demonio, y luego de realizar su cometido se colgó, dejando su cuerpo a merced de las llamas. Aquella noche los lugareños notaron el intenso resplandor que provenía de la casa de Morgana, ¡fuego, mucho fuego!, que consumió todo sin dejar vestigios de aquel lugar. Las personas observaron con horror como Morgana, con una sonrisa espantosa, había sobrevivido a la tragedia, y no tardaron en señalarla con miedo y odio como la más vil de las criaturas que han existido sobre la faz de la tierra.

El día de su ejecución maldijo a todos, jurando que volvería haciendo realidad las más horribles pesadillas de los habitantes del pueblo, y que Salasem se convertiría en una sucursal del infierno. Después de emitir sus últimas palabras, Morgana fue ahorcada muriendo así el 18 de abril de 1711.

Fue enterrada en un agujero sin lápida, con el cuerpo cubierto por páginas de las Santas Escrituras hasta que llegase el día de liberar su alma inmortal. Transcurrieron dos años y el pueblo de Salasem se consumió después de la muerte de Morgana, horribles eventos comenzaron a ocurrir. Plagas extrañas de insectos y sapos llegaban por doquier. Granjas y hogares eran consumidos repentinamente por fuegos infernales. Muchos bebés fueron robados por bestias peludas de ocho patas, con ojos rojos como la sangre y los colmillos ennegrecidos por la impiedad. Salasem se había convertido en la fosa del diablo, hasta que no quedó nada, ni un alma, solo pocos edificios vacíos y carcomidos.

La tumba de Morgana desde entonces quedó en el olvido, pues ni la Santa Iglesia quiso continuar con la sagrada encomienda de mantener a raya la maldad, un maleficio que solo traía la más doliente de las muertes a quien lo enfrentaba.

Tuvieron que pasar cien años para que aquel lugar fuera retomado para la construcción de un nuevo pueblo, el cual fue llamado «Blackrose», en honor a aquella bruja, que según los visionarios, fue equívocamente ejecutada. El asentamiento se realizó con normalidad, sin nada sobrenatural aparente, solo pasaron tres años para que el pueblo finalmente se construyera. El lugar incrementaba en población paulatinamente, según los planes del proyecto, y esto fue debido a su ubicación geográfica tan beneficiosa para los dueños de dicha empresa.

Yo, un escritor rechazado por la injurias de mi tierra natal, llegué a parar a este lugar comprando una casa sobre los límites de este pueblo. Blackrose parecía un sitio tranquilo para escribir, para empezar de nuevo y quizás encontrar el amor, pero lo único que encontré fue horrores, emergidos de una oscuridad devoradora y chasquidos que parecían provenir de alguna bestia destructora o diablo hambriento que solo busca la vitalidad de la sangre.

Durante noches enteras, sumergido en horribles sueños, escuchaba constantemente voces que susurraban el nombre de Morgana, y la veía surgir de la tierra detrás de mi casa, arrastrándose como un ser reptante sobre el pasto frío y mojado. Llegaba hasta mi cama jalándome las piernas, queriendo llevarse mi cuerpo hasta su morada oscura.

Me transmitía su historia a través de imágenes difusas, negras y apabullantes. Me hizo ver la muerte de sus padres, la de sus hijos y la de su esposo, cada pesadilla era peor que la anterior. Mi alma se debilitaba y esa extenuación se movilizaba hacia mi cuerpo, cediendo al final a sus horribles proposiciones.

Morgana me arrastró hacia los limites impuros de su lecho de muerte, me hizo entrar en el, y con mis manos trémulas la despojé de su prisión sagrada levantando su cuerpo ya profanado por las tinieblas. Era una joven hermosa, con los ojos profundos cubiertos de oscuridad, la piel tan pálida como la nieve de la estación anterior, y la voz tenue de una muchacha inocua.

Tomó mi cuello con sus dos manos, lo apretó con fuerza, mis pupilas se dirigieron hacia el único destello de luz que entraba en esa fosa maldita. Supliqué por mi vida en mi mente, pero todo se hizo borroso y fue allí cuando pensé que la muerte me había llegado.

De repente desperté, exaltado, sudado, sujetando mi cuello suavemente, tirado en el patio trasero de mi casa junto a un montón de hojas secas y un agujero que parecía una madriguera de liebres. Miré hacia el fondo y no había nada que un par de ojos verdes, que me observaban con intensidad en la oscuridad.

FIN


Escrito por @universoperdido. Abril 18 del 2021


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