No existen motivos para no creer en eventos sobrenaturales. El universo oculta todo tipo de incógnitas que deja al mundo en incertidumbre.

Vivíamos en un campo y varias veces teníamos que ir hacia la ciudad. Mi padre era quién se ocupaba de realizar los envíos de materias primas utilizando su vieja camioneta a Diesel.

Desde hace un tiempo que hago los trabajos que él hacía debido a un accidente que tuvo con uno de los animales de la granja. Su espalda se había dañado seriamente y me temía quedar sólo en la faz de la tierra. Quizás son cosas que le aterran a los adolescentes pero lo cierto es que debía hacer algo cuanto antes y sin dudarlo.

Una tarde, antes de oscurecerse, le mencioné en que busquemos ayuda terapéutica. A él no le gustaba para nada las clínicas y los hospitales donde pensaba que sólo iba a ir a enfermarse. Así que le conté sobre una mujer de mediana edad que podría curarlo o al menos mitigar su sufrimiento de una buena vez por todas.

Al día siguiente, luego de hacer nuestro trabajo, nos dirigimos hacia allí con la esperanza de volver con una sonrisa sabiendo que todo había ido bien. Nos encontramos con un ambiente sombrío donde circulaban varios cuervos alrededor de una casa totalmente destruida. Podíamos observar a lo lejos vislumbrar una sombra producto de la tenue luz de unas velas.

Como mi padre no podía caminar mucho, decidí que lo mejor sería ir a buscar a esa mujer y que se acerque hacia él. En ese recorrido a través del salón sentí que me observaban y que las puertas se cerraban fuertemente haciendo que mis sentidos se agudicen aún más. Pero ahí estaba; esa mujer tan misteriosa y con una mirada atemorizante quién cubría parte de su rostro con una tela oscura me hablaba.

Llegamos a ver a mi padre y le conté cuál fue la lesión que había tenido. Ella lo ubicó en el centro de un gran círculo donde se hallaba una silla de madera. Utilizó una especie de sal y comenzó a dibujar figuras geométricas muy extrañas alrededor de él para luego mover sus brazos de una manera similar a como se mueven las serpientes de cascabel.

En ese instante comencé a sentir un gran temor por lo que estaba observando. No sabía si se trataba de una brujería o una clase de arte oscura pero debía largarme de allí. Pero eso no era posible, aparte de que la puerta principal estaba cerrada, mi padre no emitía respuesta a mis palabras. Estaba en un estado de hipnosis o un profundo sueño del que no podía despertar y por un momento sentí haberlo perdido.

No tuve más opción que empujar a la mujer haciendo que su enlace maléfico se cortara y pueda liberar a mi padre de esa pesadilla. Sentí el rechinar de la puerta principal y pude observar el destello del sol entrar por allí. Lo tomé del brazo y lo puse sobre mi hombro y salimos hacia afuera para intentar irnos en la camioneta.

Es desde entonces que mi padre comenzó a decir palabras raras al dormir. Frases totalmente desconocidas que parecen estar en otro idioma. Situaciones espontáneas en las que sus ojos se vuelven blancos mientras un estupor recorre su cuerpo haciendo parecer que no está en este mundo, al menos por unos breves minutos.

Lo que más miedo me da es ver siluetas oscuras sin rostro merodeando la granja. Las cabras han comenzado a pelear entre ellas hiriéndose al punto de desangrarse con sus cuernos. Sus ojos están recubiertos con un iris similar al color rojo de un rubí.

Es desde entonces que siento terror de estar aquí. Aún más de heredar esto que parece una etapa terminal a la vida tal como la conocí.