La noche en que me pegó en la cara y me aventó al suelo creí que no saldría de esa habitación con vida, pero salí. Lo engañé, con palabras amables le juré que volvería, que solo necesitaba tiempo, un mes. Se rio y me gritó:
─Tú no puedes estar sin mí más de una semana, pero te daré el mes que me pides, aunque sabes que antes de eso vas a estar rogándome que te bese y esté contigo.

Sonreí y cerré la puerta, sabía que eso era improbable.

Más tarde en el jardín dejé de llorar cuando alcé la vista y vi una cosa blanquecina, grande como mi puño, venir hacia mí. Es él, pensé, me encontró, me va a apedrear, me va a matar, y me cubrí el rostro sin saber qué esperar.

El golpe no llegó, abrí los ojos despacio, la cosa seguía ahí, suspendida en el aire, me acerqué, era una… una papa, una papa flotando en el aire, pegada al aire, quise tomarla, pero estaba pegada al aire tan fuerte como un clavo fijo en una pared.

Por algún motivo no podía, no quería soltarla y ahí, en mi mano, de un extremo comenzó a crecerle una ramita verde que se extendía en la noche, luego nació una hoja y otra y otras a lo largo de la rama que no dejaba de crecer, luego vinieron las flores, lilas oscurecidas por las sombras de la noche y antes de que me diera cuenta un tronco empezó a crecer robusto y grueso en la base de la ramita de mi papa.

Con la mente en blanco solo veía crecer a la inversa un absurdo, inexistente árbol de papas. Cuando el tronco llegó al suelo, la papa dejó de estar adherida al aire para colgar pesada en mi mano, a un lado y otro había decenas, cientos de ramas con sus flores lilas y montones de papas.

Lo menos que merezco después de casi morir es ver el único árbol de papas que crece al revés del mundo. Me parecía tan hermoso como increíble.
Del bolso de mi pantalón salió el timbre de mi teléfono, era él:
─No quise hacerlo.
─¡No vas a creer lo que estoy viendo!
─Ven, te invito un café de esos que te gustan y me cuentas.
Colgué y tomé un taxi...

Las siguientes muestras son las de casa, de Venezuela, un grupo de chicas talentosas: Beatriz, profesora; Darkarys y Dariela, modelos, Esmelimar, estudiante universitaria, y la niña, Adriana, estudiante, son parte de esa gente que están escribiendo una buena historia porque no dejan de hacer lo que les gusta.