Creencias en adopción

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Ayer en la noche, Sofía y yo nos encontrábamos tan fastidiados que jugamos piedra, papel o tijeras. Para hacerlo más interesante, ella propuso que el perdedor debía pasar el día siguiente entre la multitud, comportándose como Sócrates. Acepté el reto y perdí.

Así que allí estaba yo, en el ajetreo de la ciudad, sin darme mala vida y observando atentamente. Caminé por varias calles y conversé con un sinfín de personas, asombrado por lo mucho que obtenía al escucharlas; tanto así, que terminaba con poco. Luego doblé en un recodo de la avenida y me sumergí en el boulevard del centro. Los comerciantes de turno gritaban ofreciendo productos, comidas y ropas. Pasé frente a una vieja que estaba sentada en un banquito, y sobre una mesa, cuyo mantel tapaba sus cuatro patas, exhibía folletos junto a un cartel que rezaba: «Se venden creencias. Todas en adopción. Si aún no tiene alguna, ¿qué espera para adoptar y cambiar su vida?»

—Me llevaré esa —escuché decir a un sujeto alto y delgado que señalaba uno de los folletos.

—Tiene buen ojo para esto, señor —dijo la vieja, levantándose del banquito para coger el folleto y pasárselo al comprador. El hombre depósito unas monedas en la mano de la vendedora y se marchó en silencio.

Me acerqué hasta el puesto, conducido por la curiosidad, y pregunté:

—Disculpe, ¿qué se ha llevado aquel hombre?

La vieja me auscultó con la mirada. Sus greñas blancas y plateadas, casi amarillentas, caían sobre sus hombros, libres de colas o ganchos, y de cualquier signo de juventud. Llevaba un suéter tejido a mano, y una falda larga con la que barría el piso. Completamente arrugada, y con unos ojos tan grises que por un instante la creí ciega, respondió:

—Nada más y nada menos que las enseñanzas de Buda. Dígame joven, ¿en qué puedo ayudarlo? ¿Busca algo en especial?

—Dejé de buscar estas cosas hace mucho tiempo, señora.

La vieja rio, como si acabara de contarle un buen chiste.

—Sus ojos dicen lo contrario, ¿por qué no se anima y echa un vistazo? Quizás consiga algo que le cambie la vida.

—Mi vida no necesita ningún tipo de cambios; pero le tomaré la palabra —dije.

Los folletos tenían ilustraciones en las portadas. Tomé uno en cual salía Zeus con el rayo en la mano y una mirada severa, rodeado de nubes y bañado por ráfagas de luz, desde un lugar que parecía El Olimpo. Lo abrí y desplegué el tríptico, cuyo contenido hablaba sobre los dioses griegos y tenía imágenes de todos ellos. En otro se hallaba Odín, imponente y majestuoso como el anterior, y al desplegarlo me sorprendió lo bien resumida que estaba la mitología nórdica entre las columnas del papel. Pero me cansé rápido. Todas eran creencias conocidas, comunes y famosas, como una taza de café caliente por la mañana.

—No entiendo porque en el cartel pone que estas creencias están en adopción. He conocido a individuos que son devotos de estos dioses. Además, cualquiera puede dar con ellas si lee un poco, o atiende a lo que dicen sus semejantes —espeté.

—Está en lo cierto, joven —se apresuró a decir—. Pero ya nadie lee, y se ha perdido la fe en la palabra de los hombres.

—Entiendo. Hay que ganarse la vida, ¿no? —ella asintió—. Pues suerte con eso, señora —dije a punto de retirarme.

—¿Está seguro que no quiere adoptar ninguna?

—Si realmente fueran huérfanas, tal vez lo pensaría.

—Lo hubiera dicho antes. Por acá tengo una que podría interesarle —metió la mano bajo la mesa y sacó un bolso—. Es una creencia muy rara y olvidada. Muchos aseguran conocerla; pero nadie es capaz de practicarla.

Abrió el bolso y extrajo un papel de dimensiones similares a las de los folletos, pero con la portada en blanco. Me lo tendió y dijo:

—Quizá esta le sirva.

—Esto es un timo —dije tras desplegar el papel y encontrarlo vacío.

—Así es. Me atrevo a decir que, de todas las conocidas hasta la fecha, esta es la creencia más engañosa. Pero no se vaya, aguarde un poco. Me gustaría mostrarle algo más —dijo zambullendo de nuevo la mano en el bolso— ¿Por qué no se anima? —insitió— Si se atreve, también necesitará algo para escribir —agregó, ofreciéndome la pluma que había sacado.

—Sabe usted persuadir como los grandes —dije soltando una carcajada.

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Al atardecer, regresé a mi apartamento y relaté a Sofía la experiencia. No obstante, omití lo vivido con la vieja; supuse que Sócrates habría actuado de otra manera, y en el fondo me avergonzaba haber sido influenciado por ella. Sofía escuchó con atención cada palabra y realizó varias observaciones al respecto. Al terminar la conversación, se interesó por el papel que dejé sobre la mesita de noche, al lado de la cama. Abrió el tríptico y lo leyó.

—¿Tienes pensado comprar más libros? —preguntó luego de hojear mis garabatos.

—No.

—Entonces, ¿para qué los títulos?

—Estaba aburrido y me puse a recordar las buenas obras que he leído —mentí.

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La imagen utilizada pertenece a Yogendra Singh, fotógrafo de Unsplash.com.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.



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18 comments
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According to the Bible, Are Christians forbidden to eat Hare? (Part 2 of 5)

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Tu relato, además de bien escrito y estructurado, propone una visión del pensar la vida sumamente interesante, que sintetizaría así: cómo el conocimiento y la experiencia pueden dar lugar a una sabiduría humilde de la existencia. Saludos, @elotro.

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Gracias por sus palabras, Prof. Méndez.
Saludos!

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Apareces cuando el viento te trae. Ojalá te asieras a cualquier cosa para quedarte. Adopta escribir un poco más seguido para disfrutar de tu adopción.

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Publicar y escribir son dos cosas totalmente distintas, Srta. Antonia.
Gracias por pasar. Un abrazo :D

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Es un placer disfrutar de tu lectura, siempre fresca, bien llevada, con mensajes interesantes que nos llevan siempre a seguir pensando. Gusto en leerte, felicitaciones.

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Gracias por sus palabras, Srta. Belkis.
Me place tenerla de visita.
Le invito una !BEER :D

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Actualmente está muy extendida entre la juventud la “literofobia”, el disgusto por leer. Entiendo que tu artículo hace referencia a esto. No?

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He leído sobre fobias muy raras; pero de esa no tenía idea. Por lo tanto no, el artículo no hace referencia a nada en especial (excepto al incalculable valor que tiene la literarura para el personaje principal); solo es una historia más.

Espero que, más allá del análisis, hayas podido disfrutarla 😁

Gracias por pasar, colega. Tiempo que no te veía. Es grato tenerte de visita. Pronto me doy una vuelta por tu blog. Saludos!

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Las creencias pueden llegar a ser muy peligrosas. La fe en uno mismo o algo exterior es otra cosa.
Siempre un deleite leerte.
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Palabras sabías y muy acertadas.
Gracias por pasar, complementar y apoyar.

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