UN BESO EN NAVIDAD | Relato Parte 11/15

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UN BESO EN NAVIDAD, relato romántico que escribí inspirada en la época navideña y que está disponible en Amazon. Disfrútenlo…

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Capítulo 11.

Aquel día había sido raro, diferente. A medida que pasaban las horas, Jessie experimentaba un frío recorrerle la sangre y le hacía bullir la ansiedad.

Estaba feliz. No solo porque su jefe la había felicitado por los buenos avances que estaba realizando referente a las infografías, sino por el rostro sonrojado y sonreído que había mantenido durante todo el día.

Sus compañeros también comenzaron a notarse de nuevo cercanos. Bromeaban con ella, le realizaban consultas y celebraban a su lado los pequeños triunfos del día. Todo comenzaba a tomar su cauce, aunque todavía sentía una filosa espada de hierro clavada en su pecho. Hasta que no resolviera los inconvenientes con su familia no podría estar del todo tranquila.

Sin embargo, por ese día se permitió soñar. Unos penetrantes ojos verdes acaparaban sus pensamientos impidiéndole recordar los problemas. Era imposible que dejara de pensar en Ethan Martin, en su sonrisa torcida, en esa mirada que parecía querer meterse dentro de su alma y escarbar todos sus secretos.

Había algo que le incomodaba y no sabía cómo actuar respecto a eso: ella había estado toda esa semana fastidiando la decoración del restaurante de ese hombre, como si fuera una chiquilla malcriada y descarriada. ¿Cómo reaccionaría él cuando se enterara de su imprudencia?

Quizás, se molestaría, pero no deseaba mortificarse por eso. Disfrutaría el momento, de la ansiada paz que tanto había anhelado.

Al terminar su hora de trabajo se fue apresurada a la parada de bus para verlo. El corazón le latía con fuerza en el pecho y un sin número de mariposas le revoloteaba en el estómago haciéndola sentir algo mareada.

Por su parte, Ethan habia tenido un día productivo. Logró cerrar buenos contratos con los nuevos proveedores, teniendo la suerte de entrar en las rutas de distribución de dos de ellos. Eso significaría menos trabajo de qué encargarse. Además, el nuevo menú que había establecido con el cocinero estaba siendo bien aceptado por los clientes. Los cupcakes y el red velvet cheesecake tenían posibilidades de volverse una tendencia en la ciudad, un hecho que lo beneficiaría enormemente.

Theresa empezaba a desenvolverse con soltura, pudiendo darle a él momentos de tranquilidad para esconderse en la trastienda con la excusa de ordenar los estantes donde guardaban la mercancía. En realidad, lo que buscaba era reposo y soledad para pensar en ella, en ese rostro angelical que le estaba robando mucho tiempo y en esa mirada achocolatada en la que deseaba hundirse.

Aquella mujer generaba un efecto tan fuerte en él que lo tenía impactado. Ethan nunca había sentido algo similar. Fue tanta su influencia, que esa tarde él no se molestó por las llamadas de su abuela y su insistencia de que se ocupara cuanto antes en transformarse en un semental. Con dulzura le aseguró a la anciana que pronto iría a verla y le daría un gran abrazo, quizás, no para Navidad, pero, tal vez, para fin de año. El tono conciliatorio y la forma noble que utilizó para darle la información a la mujer bastaron para calmar sus ansiedades, logrando que su abuela abandonara por el resto de la tarde su obstinado empeño.

A medida que acababa el día, él se sentía más nervioso. Tenía muchos años que no experimentaba aquellos sentimientos, hasta pensó, que nunca más volvería a tenerlos consigo, pues creyó que los hombres adultos no se entusiasmaban por una mujer como lo hacían los adolescentes.

No fue capaz de esperar la hora en que habitualmente cerraban las empresas y oficinas de los alrededores y salió unos minutos antes a la parada de bus envuelto en su grueso abrigo. Se sentó en la banca sin importarle el frío, viendo pasar a la gente que se apresuraba por ir y venir.

La sensación de esperanza y anhelo que inundaba su corazón se mezclaba con la curiosidad. ¿Ella iría al encuentro? ¿Le regalaría de nuevo un bello instante de su mirada o el sonido melodioso de su risa?

—Hola.

Ethan se sobresaltó al escuchar su saludo. Se levantó con los ojos tan abiertos como platos, asombrado por la prontitud en que se hicieron realidad sus sueños.

Allí estaba ella, observándolo con sus ojos tiernos y conmovedores, obsequiándole es sonrisa que tanto lo había trastornado ese día.

—Hola —saludó, expulsando el aire que había reprimido. Su belleza lo había dejado sin respiración un instante.

—Pensé que no estarías aquí. Hace mucho frío.

—Sí —dijo él frotándose las manos por encima de los guantes—. Pero jamás fallaría. ¿Quieres un café? —ofreció, acercando a ella su rostro.

Jessie estuvo a punto de desfallecer al tenerlo tan cerca. Sus ojos verdes se empuñaron en su alma estremeciéndola por completo. Sintió su aliento cálido cerca de su rostro y eso la erizó de pies a cabeza.

—Eh… sí —aceptó, haciendo que la felicidad se tallara en el rostro del hombre.

Él la guio hasta la cafetería. Ella, al pasar junto a los muñecos de nieve, perdió la sonrisa, reconociendo que la basura que se hallaba a los pies de la decoración, adornándola con forma de corazón, era la de ella. Ethan notó su cambio y no pudo evitar preguntarle:

—¿Ocurre algo?

Jessie se mordió los labios y se obligó a apartar su atención de la decoración para posarla de nuevo en él.

—Son hermosos.

Ethan sonrió con orgullo.

—Participo en un concurso sobre la Navidad sustentable propuesto por la alcandía.

Las facciones del rostro de la chica se arrugaron por la culpabilidad.

—¿Un concurso?

Él asintió.

—Pague mucho dinero por ellos, pero hace poco me di cuenta que no estaban completos.

—¿Ah, no? —preguntó devastada. Sintió aún más vergüenza por su actitud infantil e imprudente.

—Gracias a unos ataques que sufrieron, pude notar los detalles de color que le faltaban. Era necesario darles un toque propio, que tuvieran algo de los empleados para que pudieran representar el espíritu del negocio. Ahora relucen con mayor intensidad. ¿No te parece?

—Sí —expresó agobiada.

—Pero dejemos de hablar de asuntos sin importancia. Hace mucho frío. Vamos adentro, quiero conocerte.

La mirada penetrante que él le dedicó, a ella le provocó una colisión de emociones en su interior tan fuerte, que fue capaz de olvidar sus remordimientos. Por un instante la invadieron unas ganas terribles por tocarle el rostro y los labios y probar el sabor de su boca, para saber si sería tan embriagante y adictiva como su mirada.

Con una sonrisa aceptó la invitación, sin imaginar el sentimiento triunfal que a Ethan lo había dominado por ese gesto. Tenerla allí, dentro de su terreno, lo hacía sentirse un ganador.

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