Reliquias
En esa Plaza Mayor, que mira todavía con nostalgia a aquél señorial Madrid de los Austrias, en cuyos soportales la luz y la sombra forman esos metafóricos Escila y Caribdis que atraen irremisiblemente la atención de multitud de navegantes que diariamente siguen las recomendaciones de Rudyard Kipling, en cuanto a que hay todo un mundo ahí fuera por descubrir, las viejas tabernas forman parte, también, de ese infeliz patrimonio, cuyo destino, marcado por los corporativismos del presente, parece irremisiblemente condenado a terminar definitivamente varado en esas mismas playas evanescentes a donde fueron un día parar aquéllas nieves de antaño, que ni siquiera Villon, en su nostálgica embriaguez, pudo llegar nunca a situar en un mapa.
Contemplarlas, gozarlas y permitirse la condescendencia de dejarse llevar por su melancólico canto de sirena, sin atarse al mástil de los prejuicios ni acudir tampoco a la cera para taponarse los oídos frente a su desesperada llamada de auxilio, es otra forma de aventura, que como los mil y un lugares que el escritor Juan Eslava Galán recomendaba visitar en España, recomiendo hacer, cuando menos una vez en la vida.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
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