Tranquilidad.

De entre los contextos más dulces y extraños,
naces tú, opacando el sol y la luna,
inclusive las estrellas o el inmenso mar.
Inalcanzable como lo inmenso.

Eres grande como lo travieso de una infancia
apenas iniciada, e interminable como las hojas
que cubren el suelo y hasta atraviesan el océano.
Estas en todos lados, no puedo evitarlo.

No hay lugares que simulen la belleza,
del sitio que me ofreces, ese pequeño
lugar en tu corazón es cálido y seguro.
Me edificas y destrozas en un segundo.

En tú mirada, veo caminos infinitos
de amor; la compresión es una guía
y tus caricias suaves como algodón.
Dulce enredadera de pasión.

Tengo la necesidad de tenerte.
No sé como ni cuando, pero
es así y para mi pena no puedo evitarlo.
Eres parte del atril de mis sueños.

Tampoco sé que pueda causar pensarte
en exceso. Es tanto lo que caminas por
mi pensamiento, creo que debiste haber
dado varias vueltas al mundo en ese andar.

Terminas sumergiéndote en mí,
como si fuese yo un océano.
Sin explicación y sin restricción;
sólo tú salpicando entre mis pensamientos.

Sólo tú, simple y alegre nadando entre
los más densos deseos y transformándote
en oxígeno y a la vez en suave brisa de verano;
en mi definitiva tranquilidad...