Ojo: Puede contener spoilers

Es por todos conocido que un hombre soltero en posesión de una gran fortuna debe encontrarse en búsqueda de una esposa (capítulo I, pág. 37).

Con esta pequeña pero proverbial frase, Jane Austen nos introduce al universo de Orgullo y Prejuicio, novela icónica que, bajo la forma de sátira social, refleja las situaciones que las mujeres solteras de finales del siglo XVIII y principios del XIX pasan al momento de llegar a la edad casadera (16, 17 años aproximadamente).

Con personajes variopintos, carismáticos y, en algunos casos, un poco desagradables, el relato que Austen expone a lo largo de sus páginas nos muestra cómo algunas veces es necesario madurar, ser tolerantes, y ser más discretos al momento de expresar desacuerdos o nuestro desagrado por la actitud de una persona.

Ejemplos de este proceso de maduración y de tolerancia los podemos justamente en sus protagonistas, Elizabeth "Lizzy" Bennet y Fitzwilliam Darcy. Ambos se conocen en Meryton, durante un baile público. Darcy era un hombre de porte y elegancia que lo hacían distinguirse de entre los demás invitados; su atractivo era tal que pronto se volvió popular entre las asistente. Popularidad muy corta, pues de inmediato demostró que era un hombre prepotente y orgulloso. Estos dos últimos defectos hizo que Lizzy lo viera como un individuo indeseable, especialmente cuando declaró que Elizabeth "no era lo suficientemente atractiva como para tentarle" (pág. 45).

La opinión mutua que sostenían entre sí pronto empezó a cambiar conforme interactuaban más. En el caso de Elizabeth, sus opiniones sobre Darcy empeoraron de manera momentánea al conocer al "mejor amigo" de éste, George Wickham, quien se muestra (demasiado) agradable ante todo el mundo. Este aspecto le permitió hacer declaraciones bastante desenfadadas sobre Darcy, a tal punto de alegar que

Casi todas sus acciones (de Darcy) son el fruto de su orgullo y ese mismo orgullo ha sido a menudo su mejor amigo (capítulo XVI, pág. 110).

Posteriormente, durante su visita a Derbyshire, Elizabeth empieza a notar un gran cambio en el comportamiento de Darcy, esto tras haber rechazado su tajante propuesta matrimonial con estas contundentes palabras:

Desde el principio, casi desde el primer instante en que le conocí, sus modales me convencieron de su arrogancia, de su vanidad y de su egoísta desdén hacia los sentimientos ajenos; me disgustaron de tal modo que hicieron nacer en mí la desaprobación que los sucesos posteriores convirtieron en firme desagrado; y no hacía un mes aún que le conocía cuando supe que usted sería el último hombre en la tierra con el que podría casarme (capítulo XXXIV, pág. 210).

Ha sido esta frase, la forma en que Elizabeth lo ha dicho, la vivacidad y la vehemencia de aquella dama que Darcy se dio cuenta de que, si quería ganarse su respeto y su afecto, tenía que madurar. Y tanta fue la madurez que Elizabeth, al leer una carta de Darcy en referencia a Wickham, empezó a verle con otros ojos.

Estas evoluciones de los personajes fue lo que más me ha gustado del libro; fue tan concisa, tan sublime que terminé por entender por qué, hoy por hoy, Fitzwilliam Darcy es el prototipo del hombre ideal.

Si eres profesor/a de literatura o estás buscando cómo introducirte en el mundo de los libros, Orgullo y Prejuicio sin duda alguna es el inicio ideal.

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