Relato: La llave del bosque [Esp-Eng]

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¡Hi, mis hermosos gislanders!
Hoy les comparto un texto literario de mi autoría,
espero los deleite, inspire y fidelice a mi arte.



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Hi, my beautiful gislanders!
Today I share with you a literary text of my authorship,
I hope it will delight you, inspire you and make you loyal to my art.


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-Español/Spanish-



La llave del bosque



Había cometido un error. El shock fue contundente. A pesar de que el manojo se me había resbalado un par de veces por mis manos ensangrentadas y a pesar de que parecía que la llave no encajaba bien en la cerradura, no había desistido. Tal vez esas eran las señales. Tal vez el universo no quería que yo abriera esa puerta, pero no había escuchado, no había captado los sutiles indicios que me hubieran hecho cambiar de parecer y así no haber escogido la puerta o la llave equivocada.



Su sonrisa era amplia, sincera y llena de paz. Caían los primeros copos de nieve y nuestras narices estaban rojas. El sabor del helado de ron con pasas aún seguía en mi boca, el licor me hacía sentir ligera y el dulce me había empapado de una alegría tangible. El auto rodaba por el asfalto, los gruesos y altos árboles se extendían a ambos lados de la carretera. Mi mano fuera de la ventana danzaba con el viento del atardecer y al poco tiempo me quedé dormida.

Al despertar por el movimiento brusco, supe que algo no estaba bien. Darek estaba detrás del volante con la mirada fija al frente. Vi lo que vio. Este hombre de pantalón negro elegante y camisa blanca de algodón, ligera y un poco abierta en el pecho, con zapatos negros pulidos. No era solo el hecho de que estuviera a mitad de la carretera lo que llamara la atención. Era toda esa sangre que manchaba su camisa en la parte delantera, que sus manos gotearan el espeso líquido rojo y que había ladeado su cabeza con un gesto de curiosidad, pero con una sonrisa lo suficientemente grande como para mostrar sus dientes manchados de un inconfundible carmesí. A pesar de los buenos casi tres metros que nos separaban, pude verlo con claridad. Estaba tranquilo, al parecer encontraba la escena interesante.

Al inicio creí que hacía falta llamar a alguna ambulancia, pero luego de ver la expresión de diversión no pude evitar que subiera por mi columna vertebral una sensación de escalofrío. Tragué el nudo en mi garganta e hice lo que creí más sensato.

—Acelera… —Susurré sin casi gesticular con mis labios para que el hombre enfrente nuestro no percibiera lo que intentaba transmitir a mi hermano.

—No puedo — Dijo Darek entre el miedo, el asombro y el desconcierto.

—Solo pisa el maldito pedal y acelera. Sácanos de aquí, ya. — Logré decir entre dientes.

—No puedo. Lo voy a atropellar.

—Solo míralo. Creo que si no lo atropellas seria el menor de nuestros problemas. — Dije inquieta y mi respiración se volvió pesada, estaba tensa. Pero fue peor cuando terminé la frase y el hombre soltó una carcajada. Yo a ese punto ya estaba convencida de que debíamos largarnos.

—Eres directa y sensata. Eso me gusta. —Dijo el hombre de pie sobre el asfalto. Los vellos de mis brazos se erizaron.

Entonces comenzó a caminar con aire de superioridad en línea recta hasta el auto, sin intenciones de rodear el vehículo para que no pudiéramos avanzar sin lastimarlo. Se detuvo a unos centímetros de nuestro transporte. Podía verlo justo en medio del parabrisas, en ningún momento apartó la vista de mí. A pesar de eso, había logrado sacar del bolsillo de mi chaqueta el celular. Solo necesitaba un segundo para marcar el número de emergencias, solo un desvío de su mirada, solo un desvío. Pero entonces…

—Lástima que nadie sale vivo de la ruta 96.

Al terminar su frase que me heló la sangre, con mi mano libre sujeté con fuerza el brazo de mi hermano y le grité que acelerara. Pero el color había abandonado su rostro e inmediatamente escuchamos ese sonido. En un parpadeo, del bosque salieron muchos hombres vestidos de blanco, estaban impecables y rodearon el auto. Lo siguiente está difuso en mi cabeza. Solo recuerdo la sonrisa de aquel hombre y luego una oscuridad escalofriante. Había caído en un sueño profundo.



Entre la espesa niebla de la inconsciencia me llegaban sonidos tenues, amortiguados. Algunos eran gritos, otros de sollozos, creo que incluso percibí ciertos rugidos o gruñidos. Pero definitivamente había escuchado una risa, esa misma que me llevó a ver en mi cabeza a aquel hombre en medio de la carretera. En mi mente borrosa, él me sujetaba con su brazo por la cintura, mientras que con la mano libre tenia atrapada la garganta de mi hermano, dejándolo sin aire. Una sutil y casi imperceptible sonrisa amable lo complementaba. Luego llegó el dolor.

—Hermosa, necesito que despiertes. Bueno, en realidad es tu hermano quien lo necesita.

Rio por lo bajo y luego sentí el inconfundible dolor. Mis ojos se abrieron de golpe, aunque la misma corriente agresiva que recorrió mi cuerpo pudo enviarme de nuevo a una profunda perdida de la consciencia, pero no lo hizo. El shock era dolorosamente suficiente como para hacerme sentirlo. Sus manos habían proporcionado con un movimiento la dislocación de mi tobillo, a propósito, por diversión, solo porque no había reaccionado tan rápido como él quería. Gemí con fuerza y pestañeé a través de las lágrimas que se acumularon en mis ojos, las cuales me negaba a dejar caer.

Estábamos en medio del bosque, la noche cubría el cielo y ya se acumulaban un par de centímetros de nieve por encima de la tierra y el césped. A un par de metros estaba mi hermano arrodillado sobre el suelo, su ropa estaba rasgada y sucia, su semblante era pálido y enfermizo, el sudor le bajaba por la sien, sus ojos rojos y suplicantes estaban clavados en mí. Estaba temblando, era difícil decir si era por el frio o por la experiencia que pudo haber estado viviendo mientras que yo me había hundido en la oscuridad de un sueño retorcido, pero que ahora se sentía muy real.

Nos rodeaban no solo pinos y otros árboles, sino también los mismos hombres vestidos de blanco que habían aparecido alrededor del auto, del cual ya no veía ni una pista. El hombre de la carretera estaba impoluto, ya no tenía ni una mancha en su elegante vestimenta, pero aún conservaba esa sonrisa juguetona y carismática.

—Lo lamento. Tal vez fui muy brusco. Es que no podemos iniciar el juego sin ti. ¿Qué sería de la tensión? Así no es divertido. —Dijo casi con tristeza. Mi expresión solo reflejaba miedo y desconcierto. —Además. Estaba esperando que despertaras para poder presentarme.

Se acercó a mí como si fuera a confesarme un secreto. Instintivamente me alejé un poco por la invasión de mi espacio personal y por la certeza de que en un movimiento podría hacerme daño. De cerca, a tan solo unos centímetros, pude verlo mejor. En medio de la escena había una fogata grande, casi como hoguera que llevaba ardiendo un tiempo. La luz del fuego se reflejó en sus ojos, eran violetas. Olía a vainilla y licor, una mezcla hipnotizante y profunda, invadió mis fosas nasales y me hizo sentir ebria por un segundo. Su cabello negro liso le caía medianamente por la frente. Sus orejas se extendían en punta y eso me hizo recordar algunas películas de fantasía. Su mandíbula era fuerte y su piel clara estaba salpicada de pecas.

—Me llamo Viego Elfrhium. Para su maravillosa suerte y para mi exquisito placer, soy su anfitrión. Este es mi territorio y ahora les toca jugar un pequeño juego. — La lascivia en su rostro al decir esas palabras fue una seducción que encontré repugnante. Se levantó y comenzó a caminar alrededor de la fogata. Con paso aburrido pero su tono era casi filosófico. — No solemos recibir visitas. Pero cuando lo hacemos, necesitamos que nuestros invitados se unan a una pequeña costumbre personal, ya que soy quien custodia los límites del bosque.

De pronto de la tierra comenzaron a surgir seis grandes rocas de al menos unos cuatro metros de altura cada una. Eran irregularmente rectangulares y plateadas. Crearon un círculo a nuestro alrededor. Nadie, a excepción de mi hermano y yo, había tambaleado en su sitio cuando sucedió el temblor. Había paseado mi mirada furtiva por el suelo y los alrededores, pero no había nada que pudiera usar para mi defensa o la de mi hermano, sin mencionar que el dolor en mi tobillo aun palpitaba.

El hombre que se había presentado como Viego, volvió a dirigir su mirada a nosotros, en su mano llevaba un manojo de llaves doradas y antiguas que no había visto de donde lo pudo haber sacado. Juntó sus manos frente a su pecho, sus ojos brillaban con ansiedad y entusiasmo. Algo me decía que la situación estaba a punto de empeorar.

—Bienvenidos a mi deseo constante y el cual se ha convertido en mi juego favorito. — Abrió sus brazos como si fuera el maestro de ceremonias de algún show de entretenimiento con cierta emoción. — No se preocupen. Estoy seguro de que no es similar a ningún juego que hayan probado antes. Pero, como en todo juego existen reglas. Regla número 1: Cada uno de los participantes tomará este hermoso manojo de llaves y elegirá una puerta para abrirla. Solo tendrán tres oportunidades cada uno. — Observamos con más detenimiento las rocas que nos rodeaban y notamos que en efecto, cada una tenía una pequeña hendidura, no a un costado sino en todo el centro. Supimos entonces que se refería a ellas. — Regla número 2: Si al abrirse la puerta con la llave que han elegido, no consiguen un lago oscuro con un pino plateado de hojas violetas en la superficie de su centro, su compañero sufrirá alguna herida grave o perderá alguna parte del cuerpo. Spoiler: Eso último es la parte más divertida. — Susurró hacia nosotros dedicándonos una sonrisa de complicidad. Darek y yo cruzamos miradas en partes iguales de horror y miedo. Sufriríamos los errores del otro y eso lo hacía aun peor. Al ver nuestras reacciones, Viego sonrío con humor. — Regla número 3: Quien consiga abrir la puerta al pino plateado, recibirá una invaluable recompensa. — Hizo una mueca de fastidio al momento en el que giró los ojos y dijo — Existen un par de tecnicismo, claro, que tal vez deberían conocer. Como que dependiendo de la persona que elija cada llave puede llevarlo a un lugar distinto. Aun si ambos eligieran la misma llave y la misma puerta, esta se abriría a lugares completamente diferentes. Así que imaginen, las posibilidades son infinitas. — Dijo abriendo mucho los ojos con expectación.

—¿Y si ninguno de los dos consigue abrir la puerta al pino plateado? —Preguntó Darek casi como una súplica.

—Entonces el resultado no será distinto a cómo habría terminado en la carretera.

—¿Es decir…? — pregunté con la rabia contenida en mi garganta.

Sus ojos se clavaron en mí y ladeando su cabeza, pronunció en un susurro ronco pero lo suficientemente alto como para que pudiéramos oírlo. — Con ambos muertos, naturalmente. — Una capa de oscuridad nubló su rostro, le proporcionó un tono sombrío y escalofriante, lo que me hizo tragar un nudo en mi garganta. Un segundo más tarde, había vuelto su buen humor y carisma, que acompañó con sus gestos fluidos al hablar. — Pero hoy se toparon con mi buen humor y decidí tomar el camino más largo. También es que estaba un poco aburrido, a decir verdad, y las presas no suelen caer por aquí con frecuencia. De hecho quisiera saber qué los trago por aquí, pero realmente no me interesa.

—¿Cuál es la recompensa si llegamos a ganar el juego? ¿Nos dejarías vivir?— Salió de la boca de mi hermano mayor.

—Primero que nada… ¿Darek, cierto? ¿Es tu nombre? Yo no diría “Ganar el juego” — Gesticuló formando comillas en el aire para enfatizar y arrugando la nariz. — Si habrás prestado atención a mi esplendida explicación, podrás notar que en realidad a medida de que avancemos, perderán partes de ustedes mismos. Así que, aun si dieran con la llave y la puerta correcta, no creo que se le pueda decir “Ganar”. ¿O me equivoco? Y para contestar tu siguiente pregunta, pues… Nadie antes lo ha conseguido. Sí. Verás… — Caminó a grandes zancadas y se puso de cuclillas frente a mi hermano y explicó con frustración abriendo y cerrando sus manos, para recalcar sus palabras. —Encontrarás que es MUY MALDITAMENTE DIFICIL atinarle al gordo, Darek. Lo sé, porque lo he intentado por más de tres siglos. — Mi hermano abrió sus ojos con asombro ante ese dato y Viego lo usó como un trampolín para finalizar su explicación. — Pero heme aquí. No me he rendido, Darek. Y estoy seguro de que tú y tu hermana tampoco quieren rendirse. ¿Cierto? Así que, te diré algo… ¿Podría realmente considerar dejar ir al que sobreviva, te parece justo? Yo obtengo lo que necesito y uno de los dos podrá vivir.

Los ojos de Viego se conectaron con los míos en el momento en el que mi hermano inclinó su cabeza sintiéndose derrotado por un segundo, mirando al suelo. Era difícil fijar una emoción concreta con tantas cosas ocurriendo en tan poco tiempo. Los hombres vestidos de blanco no se habían movido de su sitio ni un centímetro. En mi cabeza rondaba la pregunta de si realmente estaban vivos, pero sus ojos estaban contemplando absolutamente todo.

Para iniciar, Viego había sacado una moneda antigua de una nominación que jamás había visto y nos había hecho elegir cara o sello para su entretenimiento. Parecía un niño en una juguetería y era claro que nosotros éramos los juguetes. Pero había quedado algo claro, necesitaba esa puerta abierta al pino plateado. Si lo había intentado por tanto tiempo, significaba que realmente lo deseaba.

Cuando él hacia su truco de aventar la moneda al aire para luego atraparla, yo intenté moverme rápido para alcanzar algunas de las ramas largas en las que uno de sus extremos el fuego las había empezado a consumir. Tal vez podríamos golpear a algunos y defendernos. Tal vez no era necesario jugar esta especie de juego macabro de un completo lunático. Siempre había sido impulsiva e imprudente, a diferencia de mi hermano, pero estaba desesperada por una salida.

Pero no tomó mucho tiempo moverme, cuando uno de los hombres vestidos de blanco se movió con rapidez casi imperceptible y me tomó del cuello. Darek alzó su cabeza para prestar atención al hombre y la alarma en su rostro era evidente. Yo estaba de rodillas ahora, mientras el hombre calvo de tez oscura y ojos grises me dificultaba la respiración sin clemencia.

—¿Mi señor? La humana intentaba huir.

Viego se giró hacia nosotros en cuanto atrapó la moneda. Su expresión no era de enojo, sino de una animada vibra, como si estuviera complacido. Con un movimiento de su mano, lanzó la moneda a la hoguera y habló con tono entusiasta y relajado. La presión en mi cuello ya me estaba cerrando el paso del aire y yo había comenzado a jadear.

—Puedes soltarla, Marcel. —Dijo restándole importancia.

El hombre que me sujetaba me miró por unos segundos hasta que me liberó. Luego regresó a su sitio a unos pasos detrás de nosotros. Yo llevé mi mano a mi cuello en un reflejo, mientras recuperaba el aliento. Para cuando miré a Viego, él ya estaba observándome.

—Darek, amigo. Tú abrirás la primera puerta. Recuerda que si no consigues lo que quiero, tu hermana sufrirá las consecuencias. — Su sonrisa ladeada iba dirigida a mí y yo sabía que era una manera de castigar mi arrebato.

Darek se había negado al inicio pero no había otra salida. No teníamos opciones. Más de treinta personas nos rodeaban y vigilaban nuestros movimientos como un grupo de guardias, dispuestos a atacar. Él se había levantado del suelo y caminado tembloroso hasta nuestro captor para recibir el manojo de llaves. Buscaba mi mirada después de eso. Era evidente su miedo a equivocarse porque podría resultar en alguna herida para mí. Su indecisión era visible, pero luego de un par de minutos, escogió su primera puerta, la más alejada en diagonal desde donde había estado arrodillado. Lo que continuó solo fue peor por la culpa que luego quedó en sus ojos.

La llave ingresó en la hendidura, al girarla y retirarla, toda la piedra de quien sabe cuántos kilogramos de peso, comenzó a flotar mientras se iluminaba con una luz opaca de color dorada. Lo más impresionante era que en su interior, como en una especie de pantalla LED, se lograba ver un paisaje hermoso e iluminado por el sol. Era una clase de portal. En él una cascada caía en medio de un bosque de arboles azules. Era hermoso e hipnotizante.

En medio de la escena una gran mariposa que le doblaría el tamaño a una normal, voló a través de la visión en la piedra y batió sus alas sobrevolando por mi cabeza, hasta que una mano la atrapó en el aire y la aplastó cerrando el puño. Era Viego, que con un gesto aburrido hizo una mueca de fastidio. De pronto una explosión de luz se produjo y la piedra flotante desapareció. Cuando el retorcido sujeto de ojos violetas abrió su mano con la que había matado al pequeño insecto, solo arena dorada cayó de su palma.

No entendía lo que había pasado, pero nada tenía sentido desde que nos habíamos topado con él. Se giró y entornó los ojos a medida que se ponía en cuclillas en frente de mí. Antes de hablar, el hombre al que había llamado Marcel, me inmovilizó con fuerza en mi sitio, sujetando mis manos en mi espalda. Mi hermano se había intentado acercar a mí pero el resto de los hombres de blanco se lo impidieron, golpeándolo con fuerza.

—Tu hermano ha fallado el primer intento. Reglas son reglas, hermosa. — Había dicho luego de sujetarme sin delicadeza mi cabello oscuro y castaño, exponiendo mi cuello.

En su mano apareció una daga negra y afilada. Sonrió con malicia y cerré los ojos, creí que me cortaría la garganta. Pero en cambio sentí un hilo de dolor caliente deslizándose desde mi hombro derecho hasta mi codo. Luego ambos hombres me soltaron y finalmente abrí los ojos. Solo me había hecho una cortada poco profunda, aunque había comenzado a sangrar con lentitud.

Viego se burló de nosotros en el tiempo que continuó. Ni Darek ni yo habíamos tenido suerte abriendo la puerta de piedra hacia el pino plateado de hojas violetas que él deseaba. En su lugar vimos paisajes maravillosos e irreales. La verdad es que ninguno de esos escenarios parecía ser parte de nuestro mundo y estaba asimilándolo. Pero salir del asombro era sencillo porque con cada error era una herida o una mutilación.

Con mi primera puerta solo vimos dunas magentas con un gran cielo nublado. Y al desaparecer en una explosión de luz, los hombres de blanco comenzaron a golpear sin piedad a Darek, mientras yo gritaba contenida por Marcel, cuya fuerza era irreal. Cuando acabaron de golpearlo, Viego le había cortado un dedo de la mano y fue cuando por primera vez escuché el grito de mi hermano. Pero nada se detenía. Podíamos caminar y usar las llaves en las cerraduras, eso para Viego era más que suficiente.

En la segunda oportunidad de Darek, un océano de agua naranja se extendía a lo largo del horizonte, con pequeñas islas a lo lejos. Incluso antes de la explosión de luz, yo ya había alzado mi mentón y estaba lista para lo que fuera que quisieran hacer conmigo. La mandíbula de Darek estaba apretada por la ira. Viego estaba a un par de metros de mí, pero en cuanto la puerta desapareció estuvo a mi lado en un parpadeo sobrenatural. No pude evitar asustarme por la sorpresa. Marcel iba a comenzar a moverse, pero su señor lo detuvo con un gesto de su mano y entonces comenzó a susurrar en mi oído.

Su voz era melodiosa, usaba un idioma que jamás había escuchado antes. Era más que simples palabras, parecía un poema, hermoso y hechizante. Lo sentía en mi cabeza, como una seda cubriendo mis recuerdos, mis pensamientos y mis decisiones. Estaba envuelta en su dominio y podía sentir sus dedos acariciando mi espalda. Me sentía adormilada y se acercó más a mí despacio. Sus ojos me invitaban a algo que no podía descifrar, era extraño pero se sentía bien. Era alto, al menos unos treinta centímetros más alto que yo. Sus movimientos fueron suaves y a pesar de la diferencia de altura, esta vez no venía en tono amenazante o intimidante, se acercó con sutileza. Tomó la parte trasera de mi cuello casi como un roce y se inclinó, por un momento creí que iba a besarme. A pesar de que yo intentaba empujar lejos la sensación de sueño, parpadeaba lento y mi ritmo cardiaco había disminuido. Cerré los ojos sin saber qué más hacer y cuando sentí su aliento en mi rostro, el detuvo sus palabras incomprensibles. Y sentí el dolor golpeando mi cuerpo.

Su boca estaba en mi cuello. Yo había abierto mis ojos y mi mandíbula de golpe, pero la seda que me mantenía internamente adormecida se mantuvo, incluso se intensificó. Por mi mente pasó como un tráiler, momentos de mi vida desde que podía recordar y fue cuando lo supe. Se estaba alimentando de mí como en un film de terror y aparte, estaba buscando algo en mis recuerdos. Pero fue un chispazo el que me anunció, estaba haciendo algo más, algo que no había entendido en ese momento. Con su mano libre abrazó mi cintura, profundizando la cercanía. Me aferré a él debido al dolor y en mis puños tenía atrapada la tela de su camisa blanca y delicada. Mi hermano gritaba mi nombre, pero no podía ayudarme. Debió haber sentido impotencia debido a ello.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡Elara! ¡Elara! ¡Elaaaaaraaaaaaa!

Para cuando me soltó, caí sobre mis rodillas en el suelo frio. Me sentía un poco mareada y casi termino recostada en el suelo, pero me mantuve. Me sentía en medio de una resaca, ligado a la debilidad que producía la anemia. Mi boca estaba seca y en mi cabeza presentía que algo faltaba.

—¡¿Qué le hiciste?!

—Un regalo.

Poco a poco me sentía menos débil y el mareo menguó. Pero cuando estaba lista para ponerme de pie, lo noté. Primero lo detallé en mis manos y luego me revisé, dándome cuenta de que estaba casi por todo mi cuerpo. Unas venas doradas se extendían por debajo de mi piel, brillaba tenuemente. Tal vez era una locura pero él pudo haberme infectado con algo. Y entonces llegaron las arcadas y el vómito de sangre me lo confirmó.

Luego de reponerme y respirar profundo, busqué su mirada. Estaba furiosa. Pero él mantenía el brillo divertido en sus ojos.

—¡¿Qué me hiciste?! — le grité-

—Es tu turno. — contestó relajado.

—¡Pregunté qué me hiciste! — Volví a gritar, cerrando mis manos en puños. Sentí a Marcel acercarse unos pasos, pero aun manteniendo la distancia.

—Y yo he dicho —Se acercó con seriedad, el semblante cambió a sombrío y me tomó con fuerza por el brazo, me levantó del suelo y con la mano libre me ofreció el desgraciado manojo de llaves. Habló apretando los dientes, con voz profunda y haciendo que el violeta de sus ojos tuvieran un reflejo en rojo. — Que es tu turno.

Viego me había tomado del brazo que el mismo había cortado, así que comencé a sangrar con más fluidez debido al maltrato. Sentí una punzada de dolor y pasé mi mano por la herida, la mano se me empapó de sangre. Parpadeé rápidamente y solo tomé el manojo de llaves que me ofrecía. Se sentían frías al tacto y eran más pesadas que una llave promedio. Tenían adornos en el metal y eran antiguas, no podría adivinar qué tanto. Al caminar hasta el punto de mi elección, se me resbalaron las llaves y las recogí de inmediato, pero pensando que tal vez podría arrojarlas dentro de uno de los portales. El pensamiento desapareció rápido porque estaba segura de que las consecuencias serían desastrosas.

Al abrir mi segunda puerta, la piedra se iluminó con una vista gélida de montañas de hielo, un cielo negro y arboles blancos a su alrededor. La neblina cubría el lugar y parte del frío se coló hacia afuera antes de que sucediera de nuevo la explosión de luz. No era algo que pudiera controlar, pero aun así me sentía culpable de que mi hermano sufriera de nuevo.

Los hombres de blanco nos sujetaron a ambos y el director de este macabro show materializó su daga en la mano. La dejó reposar unos minutos al fuego y luego hizo que sus vasallos acercaran a mi hermano a una pequeña piedra. Gritamos y forcejeamos con desesperación pero Viego cortó la lengua de Darek con el metal hirviendo, cauterizando de una vez la herida. Yo había comenzado a llorar. Al parecer al hombre de aspecto feérico no le hacía gracia esto. Prefería tenerme gritando enojada, que llorando de la impotencia. Frunció el ceño como si fuera ajeno al por qué de mi reacción. Tras un rato en el que mi hermano se retorció luego de su tortura, Viego habló con cierta indiferencia, pero su atención se dirigía a mí con miradas de soslayo.

—Darek, amigo. Es tu turno. Tu última oportunidad. Aún si fallas, tu hermana tendrá en sus manos la posibilidad de salvarlos… o no.

En el suelo, Darek se apoyó en sus manos y rodillas. Un hilillo de saliva con sangre colgaba de su boca y su respiración era agitada. Cuando logró calmarse, alzó la vista hacia mi y los dos teníamos los ojos llorosos. Intentó transmitirme tranquilidad, como si no hubiera sufrido algo grave, como si no estuviéramos a poco tiempo de morir. Con un esfuerzo visible se puso de pie. Sus manos temblaban, pero aun así recibió por última vez el manojo de llaves.

Se dirigió a tres puertas distintas, claramente sin saber cuál elegir, hasta que finalmente lo hizo. Cuando introdujo la llave en la hendidura de la piedra, liberó un aliento que no sabía que estaba conteniendo. Al girarla, vimos cómo se abrió una espléndida vista, pero sentí cierta decepción en mi corazón y eso era egoísta. Ninguno de nosotros controlaba los acontecimientos que nos estaban causando tanto daño y aun así, desee que fuera lo que él estaba buscando.

Un campo de flores rojas se extendía en el panorama dentro del portal que parecía un espejismo. Mi hermano se veía desconsolado, pero yo en cambio estaba al borde de la cordura, por lo que no me importó apreciar la ironía de que, de hecho, odiaba las flores rojas y ahora eso me jugaba en contra. Así que había comenzado a reír sin parar incluso antes de que el portal se cerrara. Aun me sujetaban por los brazos, manteniéndome de pie y yo no hacía más que reírme. Le había encontrado gracia al asunto y fue a lo que me aferré.

Mis ojos pasaron de estar llorosos por el llanto a estar llorosos por la risa. Mi hermano me veía con el rostro preocupado, pero en cuanto dio un paso en mi dirección para acercarse a mí, lo sujetaron y lo obligaron a arrodillarse, de nuevo. A su lado pasó Viego, directo hacia donde yo estaba. Su rostro no reflejaba alguna emoción o intención, pero apretaba su mandíbula. Para cuando estuvo enfrente de mí, Marcel junto con los demás me liberaron y retrocedieron. Incliné mi cabeza hacia atrás y encontré sus ojos violetas. Le devolví la misma sonrisa divertida y medio desquiciada que nos había estado presumiendo desde que nos secuestró a mi hermano y a mí.

Creí que eso le haría gracia, que su entretenimiento seria en parte saciado, pero la verdad era que en sus ojos había una pizca de tristeza y yo no lograba entender por qué. Pero quedaba alrededor de la fogata una sola piedra, capaz de matarnos o de cambiar la inminente situación. Sabía que no iba a asesinarme aún y estaba harta de tenerle miedo. Así que contra toda racionalidad, lo abofeteé.

El sonido sonó seco y a pesar de estar en un lugar abierto, hubo por un momento un mínimo de eco. Mi palma quedó ardiendo y su mejilla estaba roja. Marcel por poco me sujeta de nuevo, pero su señor levantó la mano, deteniéndolo. Su rostro había quedado de perfil, se quedó así unos segundos y yo creí que tal vez había acabado con su paciencia, así que me tensé. De todos modos si moríamos aquí, no me iba a quedar con las ganas de arremeter contra él, aunque fuera lo último que hiciera.

Pero luego de una profunda inhalación, sonrió y giró su rostro hacia mí. No me moví, esperando lo peor, pero solo hizo una cosa. Habló. En el mismo idioma que había utilizado antes de morderme. Pronunció lo que parecía ser una sola palabra, eso hizo efecto en mí. Sentí de nuevo esa seda envolviendo parte de mis pensamientos, de mis recuerdos y entonces me desplomé. Pude haber caído en el suelo, pero sus brazos me sujetaron y yo cerré los ojos perdiendo la consciencia.



En la oscuridad, yo caminaba persiguiendo mis memorias, pero cada una se desintegraba antes de que pudiera llegar a ellas. Recuerdos de mi infancia, de mis días de estudiante, en la oficina del trabajo e incluso de ese mismo día en la mañana tomando los boletos de avión para visitar a nuestra abuela materna, luego tomando un auto alquilado para llegar a su casa pero nunca lo logramos. Todo se estaba esfumando, sin entender por qué.



Sentía una fuente de calor que me sujetaba, pero a la vez sentía frío y un tenue dolor. Desperté con la vista oscura de pinos altos alzándose por encima de mí. Copos de nieve caían de manera perezosa desde el cielo. Me sentía fatigada. Me acurruqué con más ahínco en los brazos que me sujetaban y noté que se trataba de un hombre.

Él inclinó su cabeza y buscó mis ojos. Noté que los suyos eran de color violeta, no tenía claro si eso era normal, solo pensé que eran hermosos y profundos. No recordaba por qué estaba allí, ni el por qué me había desmayado, pero antes de preguntar algo, él habló. Su tono era ronco, pero su acento era peculiar. Había algo en él, que me resultaba familiar.

—¿Estás bien? Te desmayaste de pronto.

—Yo… No lo sé.

—No te preocupes. Ya pronto podrás irte. Solo abre la última puerta con alguna de estas llaves y podrás descansar. Lo prometo.

El hombre me entregó un manojo de llaves doradas. Me sentía algo perdida, desorientada, adormilada. Me ayudó a ponerme de pie y noté la enorme fogata que iluminaba el lugar. Era un bosque. Estábamos en un bosque. Yo no entendía nada, pero él gentilmente me dio instrucciones que pudiera comprender. Así que elegí una llave y el retrocedió. Noté que tenía una herida en mi brazo y que mis manos estaban manchadas de sangre seca. Seguía sintiéndome extraña y mareada.

Decidí tomar la llave e introducirla en la hendidura del medio de la roca gigante que se encontraba enfrente de mí, como él me había explicado. Cuando la giré y la retiré, la piedra pesada comenzó a flotar. Era científicamente imposible y aun así, estaba sucediendo. Retrocedí con miedo y una luz opaca de color plateado brilló a su alrededor, al igual que la llave en mi mano, que también se sentía como si estuviera zumbando.

La parte delantera de piedra comenzó a transparentarse, yo me sentía sumergida en una ilusión. Dentro de la roca comenzó a aparecer una vista hermosa, como si de un cuadro se tratase. En ella, se encontraba un lago oscuro con un pino plateado de hojas violetas, surgiendo de un pequeño islote de un colorido lila, en el centro de su superficie. El cielo estaba poblado de estrellas y a lo lejos se veían las nubes que parecían rozar el agua.

Escuché un pequeño jadeo y salí de la especie de hipnosis en la que me había dejado cautivar, porque incluso tenía mi mano extendida hacia dentro de la visión, casi como si quisiera tocarla. Dejé caer mi mano y fui otra vez consciente a medias de mí alrededor. Seguí con mi mirada el sonido que había escuchado y encontré que a un par de metros detrás de nosotros, había un grupo de hombres vestidos de blanco, sujetando a uno arrodillado en el suelo con ropa sucia y rasgada. Él me veía con desesperación, se movía inquieto, pero no hablaba, aunque parecía intentarlo haciendo muecas de dolor.

El zumbido de la llave en mi mano aumentó y cuando la vi en mi palma abierta, la llave liberó una corriente que me quemó la piel superficialmente y por el reflejo la dejé caer. Pero antes de que tocara el suelo, el hombre que me había sujetado antes atrapó la llave en el aire. Lo vi impresionada y me sonrío complacido. Realmente sus ojos brillaron violetas y llenos de energía. Pero de nuevo el hombre arrodillado en el suelo buscaba mi atención y yo comencé a preocuparme e intenté acercarme a él.

—No te preocupes por él. Es un traidor a la corona.

—¿Un traidor? — Dije confundida, aunque la palabra “corona” también me hizo ruido.

—Sí. Pero ya fue sentenciado, no te preocupes. Era mi amigo, pero intentó asesinarme. — Dijo en un suspiro triste y yo abrí los ojos en desconcierto. ¿Eso significaba que él era parte de la realeza?

—Vamos. No dejemos que esto te distraiga. Hoy es el día más feliz de mi vida y voy a compartirlo contigo.

Extendió su mano libre hacia mí, yo le di un último vistazo al hombre arrodillado en el suelo frio y con tristeza vi cómo de sus ojos caían las lágrimas. Me sentí mal por él, aunque fuera un traidor. ¿Su reacción no significaba que se arrepentía? Desvié la mirada con dificultad y tomé la mano del hombre alto que había sido amable conmigo, a pesar de que en ese instante me di cuenta de que no sabía su nombre o tal vez solo lo había olvidado. Aún me sentía fatigada y con sueño.

Apretando mi mano con delicadeza, me pidió que lo siguiera y eso hice. Con un pie luego del otro, ingresó dentro de la roca flotante sin soltarme la mano, lo que me instó a hacer lo mismo. Escuché un crujido y una parte lejana en mi cabeza se sintió desconsolada, sabía que habían llevado a cabo la sentencia de aquel traidor, apagando su vida. Por alguna razón cerré mis ojos al entrar por completo en el paisaje. Pero riendo me dijo que podía abrirlos y contemplarlo todo.

Por debajo de nuestros pies había césped de color lila. A pesar de parecer un lugar frío por las horas de la noche, en realidad había en el ambiente cierta calidez. No sentía calor, simplemente estaba fresco y agradable. Fue entonces que el hombre a mi lado me liberó la mano con delicadeza y se acercó a lo único que había en el islote, un pino. Uno bastante peculiar.

Cuando estuvo enfrente, inclinó su cabeza mirando el suelo y pronunció una especie de oración. Yo me quedé allí unos pasos por detrás de él, observando su reverencia. Cuando finalizó sus palabras, se sintió como si una onda de poder hubiera salido del pino, como un epicentro, como un latido del corazón, extendiéndose hasta donde llegaba el lago a lo lejos, las aguas se movieron ligeramente como si hubiera caigo una enorme gota en su centro. La onda de poder nos atravesó y luego fue que el hombre se enderezó.

Ya estaba un poco más despierta y me estaba empezando a sentir inquieta. Pero él introdujo su mano dentro del tronco del pino, ni siquiera con esfuerzo, fue como si la madera en realidad estuviera hecha de brea. Duró unos segundos y yo tenía el cuerpo tenso por la preocupación y la expectativa. Para cuando retiró la mano dentro del pino, en su palma sujetaba un pequeño frasco de cristal. Así que era eso lo que quería, me dije para mis adentros.

Su expresión era de suma admiración, sea lo que fuera, estaba entregado a la dicha de tenerlo en sus manos. Me miró por un segundo, sonriendo ampliamente con sinceridad y procedió a abrir el pequeño frasco de cristal. Dentro había un fluido plateado, tenía cierta semejanza al mercurio líquido pero dudaba con firmeza de que fuera esa la composición. Fruncí el ceño con curiosa desconfianza, pero luego él llevó el frasco a su boca, tocando sus labios y bebió la mitad de su contenido, mientras cerraba los ojos.

Me quedé en silencio e hice cierta mueca de desagrado, pero la verdad era que no tenía ni idea de cuál podría ser su sabor. Estuve alerta tanto como me lo permitieron mis sentidos inhibidos. Tal vez esperaba que se desmayara o que vomitara lo que había ingerido, pero no lo hizo. Luego de unos segundos, él abrió sus ojos, comenzó a respirar agitado, me asusté, pero luego su sonrisa estaba de nuevo en su rostro. Sus ojos brillaban en violeta y habían adquirido una nebulosa de color plateado en ellos, como si fuera una marea donde intentaban convivir ambos colores, era hermoso e increíble.

Dio un paso hacia mí y me extendió la mano, posé la mía en la suya sin tanto misterio y me acerqué a él. Mi rostro quedaba a la altura de sus clavículas y me regalo una grácil sonrisa pero que estaba cargada de energía. El frasco volvió a tocar sus labios y esta vez ingirió el contenido restante sin que quedara ni una gota, pero no lo tragó ni cerró sus ojos. En cambio inclinó la cabeza hacia mí y desapareció el recipiente en su bolsillo del pantalón. Luego con su mano en mi espalda y la otra en mi nuca, hundiendo sus largos y delgados dedos en mi cabello, me besó.

Sus labios eran suaves y cálidos, por alguna razón, me dejé llevar y en poco tiempo el beso se intensificó. Su lengua rozó la mía y el líquido plateado entró en mí boca. Me tensé por un segundo, por la incertidumbre, por la desconfianza, pero pronto descubrí que de hecho sabía dulce como la miel y embriagante como el vino, así que me relajé y aún en medio del beso, el líquido pasó por mi garganta hasta mi interior. Entre eso y el beso gentil y cada vez más apasionado, yo estaba hechizada. La sensación del ensueño había vuelto y mis sentidos se fundieron de nuevo en la oscuridad.



—¿Señor? ¿Puedo preguntar por qué la convirtió? Creí que la mataría junto con su hermano.

—Me dio lo que estuve buscando por siglos, Marcel. Además, ser rey también implica tener una reina y descendencia. Y no confió en ninguna criatura de este bosque para sellar un vínculo tan íntimo y formar una alianza.

—Pero ella es humana y usted aborrece a los humanos por su debilidad…

—Ya no lo es. Y lo sabes. Ahora es como nosotros, casi. Mi mordida solo le dio la fuerza para no morir al beber el elixir de los Dioses. Aún queda sangre humana en ella, pero es tenue.

—Pero si ella no lograba abrir la puerta sagrada, no tenía sentido darle fuerza con su mordida…

—Olí su sangre cuando la corté. Olía a la del rey caído, solo que sin la decadencia. Tenía un presentimiento, Marcel. Aunque si me equivocaba, matarla siempre estuvo en mis planes. Hasta que vi con mis propios ojos el pino plateado. Hay algo en ella, lo sé.

—¿Y realmente piensa que ella lo obedecerá o que incluso lo seguirá?

—Lo hará. Su memoria cada vez se desvanece más. Pronto será solo un lienzo en blanco. Uno en el que solo pintaré mi nombre y quedarán marcadas mis huellas. Con su hermano muerto y sus recuerdos destruidos, seré lo único que necesitará. Seré su rey y su esposo. Seré el centro de su mundo. La necesito. Necesito a alguien además de ti en quien pueda confiar. Voy a forjarla, moldearla, se adaptará a mí. Cuando ella despierte, solo me recordará a mí.



—Señor. Todos los clanes, manadas, tribus y aquelarres del bosque están en conflicto. Se niegan a aceptarlo como el Rey Plateado del Bosque Sobrenatural hasta que vean sus ojos.

—¿Quieren ver mis ojos? Los verán mientras clavo mi daga en su pecho, mientras extingo sus vidas.



Me sentía un poco entumecida, el sueño me abandonó con lentitud. La luz entraba desde alguna parte y la cama era suave. Abrí con pereza mis parpados y luego de un rato, noté que estaba en una habitación de piedra. Me levanté con cautela y estiré mi cuerpo. No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo. Me pasee con curiosidad por la enorme habitación. En un extremo había un gran ventanal, a través de él logré ver luego de un gran jardín de rosas negras, como se extendía un bosque cubierto de niebla y nieve. La tarde estaba cayendo y la brisa gélida llegó hasta mí.

Tenía puesto un vestido ligero de seda, corto y de color plateado. Respiré profundo, pensativa. Intenté recordar algo que me proporcionara información, pero caí rápidamente en la alarma cuando me di cuenta que ni si quiera podía recordar qué hacía allí o cómo me llamaba. Caminé rápidamente de un lado al otro y cuando pensé en salir a buscar respuestas, una joven con uniforme de servicio, apareció. Su vestimenta era antigua, como el de las plebeyas en los films de épocas de reyes. Yo me sorprendí al verla, pero no más de lo que lo hice cuando al verme se sobresaltó llamándome “majestad”.



Con el tiempo aprendí sobre lo que me había pasado. Según la versión de todos, me había caído del caballo en el entrenamiento de batalla y golpee mi cabeza con una roca. Estuve semanas inconsciente y cuando finalmente desperté, no recordaba nada. Pudo haber sido peor, pude haber muerto, pero en vez de eso, no sabía quién era.

No recordaba nada a excepción de él. El rey. Lo creí sin debates porque sus ojos eran iguales a los míos, como una nebulosa en constante movimiento, una danza entre el violeta y el plateado. Aunque mis orejas no se extendían en punta, yo era como él. Me sentí un poco avergonzada al no recordar a mi propio esposo, pero él no se veía molesto o decepcionado. Sí sentía cierta familiaridad y su mirada se hallaba guardada en alguna parte de mi memoria, pero ni siquiera sabía su nombre en cuanto entró a la habitación luego de unas horas más tarde, tras yo recobrar la consciencia.

Su nombre era Viego. Viego Elfrhium. Era el rey legítimo del Bosque Sobrenatural. Al parecer si bebías de un elixir antiguo y realmente poderoso, te convertías en rey. Tenía más sentido la cuestión de la descendencia, pero el rey anterior había sido herido en una batalla que ganó, pero que lo llevó a la muerte. No había tenido hijos, era más bien una especie de ermitaño, por lo que el bosque se había quedado sin rey y sin nadie que controlara los conflictos de las demás especies, como territorios, políticas, tradiciones y todo eso.

Viego era un elfo oscuro con dotes vampíricos. Su madre había sido una condesa vampiro y su padre un príncipe elfo oscuro muy antiguo, ambos muertos en una guerra de territorios. Nosotros éramos lo que quedaba de los elfos oscuros hoy en día. Sí, asimilé con lentitud que estaba rodeada de longevos e inmortales. Por alguna razón sentía que yo era un poco más común, pero luego me veía al espejo y era difícil seguir creyéndolo.

Yo era una mestiza entre elfo oscuro y humana. Mis venas eran doradas, mis ojos cambiaban de color y con el tiempo… En medio de la noche mientras dormía sentí una incomodidad en mi boca, que luego se convirtió en dolor. Me habían salido colmillos como los de Viego. Fue difícil acostumbrarme, pero no me quedaba de otra. La explicación fue que ya que el daño de mi herida había sido grave, él había recurrido a los dotes curativos de su mordida para sanarme. Y eventualmente eso terminó transformándome parcialmente.

Compartíamos el mismo planeta con los humanos, pero las guardas de poder en el extremo del bosque les impedían vernos, porque en realidad estábamos en otro mundo. Ambos mundos, el sobrenatural y el humano vivian en silencio separados por una delgada capa de invisibilidad. Fuera del bosque reinaba la humanidad con sus celebridades, sus presidentes y su tecnología. Dentro del bosque una población entera de seres sobrenaturales se arrodillaban ante el Rey Plateado y su reina consorte, yo.

Yo hacía muchas preguntas, pero él siempre me instruía sin desdén. Podía ir a donde yo quisiera, con su compañía o solo con la protección de guardias elegidos por él. Pero me sentía más segura en mi habitación, en el jardín o en la biblioteca. Viego no era un anticuado, así que permitía cierta tecnología dentro de la barrera. Como teléfonos celulares, televisores e internet.

No era ajena a los impulsos sangrientos de Viego cuando alguien se le oponía. Era letal, sarcastico, sádico y despiadado, eso a veces me hacía sentir un escalofrío subiendo por mis vertebras. Pero también era cierto que estar al tanto de todo dentro de la barrera era absorbente para él. No lo justificaba, pero lo entendía. Mantener el orden entre seres poderosos a veces ameritaba ser directo y brutal.

Luego de unos meses, respetando mí espacio. Entendí que era ilógico dormir en habitaciones separadas, así que fui la primera en decirlo. Él había levantado una ceja con asombro, que luego reemplazó con diversión. Esa noche, por primera vez desde que había recuperado la consciencia, dormimos juntos en la misma cama.

No estaba lista para otra cosa que no fuera dormir, así que eso hicimos. En silencio, él extendió su brazo estando acostado boca arriba, lo pensé un poco pero luego acepté que había sido mi idea. Me acurruqué a su lado, con la cabeza apoyada en su pecho. Ese fue el inicio de todo. Al menos para mí.

Más tarde, cuando faltaban un par de horas para que llegara el alba, el terror me invadió. En mi sueño, Viego me hacía daño y a un hombre parecido a mí que no dejaba de sangrar. Le pedía que se detuviera, pero eso le daba más morbo. Las lágrimas rodaban por mi rostro y con una llamarada del fuego, me desperté agitada. Respirando con dificultad.

Aunque no había sido mi intención, lo había despertado, estaba observándome con sus ojos entornados y acariciaba mi cabello. Creí haber dicho “lo siento”, pero él solo respondió “Te haré olvidar”. Comenzó con un beso y me recostó con delicadeza sobre la almohada, en su posición sobre mí, en medio de la oscuridad su trato fue amable y paciente. Tuvo razón. Me hizo olvidar mis pesadillas. Pero aun sentía que había algo atrapado dentro de mí. Siempre fue así, incluso después de dar a luz a nuestro hijo e hijas.

Siempre hubo algo que no encajó por completo. Algo que no me decía, una puerta que para mí no abría. Tal vez, la llave era la que siempre y sin falta llevaba colgando en su cuello, como un protector. “La llave del bosque”, le decía él, pero yo sabía que era la llave a su secreto.

Uno que descubriría algún día.



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-Inglés/English-



The key to the forest



I had made a mistake. The shock was overwhelming. Even though the bunch had slipped a couple of times through my bloody hands and even though the key didn't seem to fit the lock properly, I hadn't given up. Maybe those were the signs. Maybe the universe didn't want me to open that door, but I hadn't listened, hadn't picked up on the subtle cues that would have made me change my mind and thus not have chosen the wrong door or the wrong key.



Her smile was wide, sincere and full of peace. The first snowflakes were falling and our noses were red. The taste of the rum raisin ice cream still lingered in my mouth, the liquor made me feel light and the sweet had soaked me with tangible joy. The car rolled along the asphalt, the thick, tall trees stretched out on both sides of the road. My hand outside the window danced in the evening wind and before long I fell asleep.

When I awoke to the sudden movement, I knew something wasn't right. Darek was behind the wheel with his eyes fixed straight ahead. I saw what he saw. This man in sleek black pants and white cotton shirt, light and a little open at the chest, with polished black shoes. It wasn't just the fact that he was in the middle of the road that caught my eye. It was all that blood staining his shirt in the front, that his hands were dripping the thick red liquid and that he had cocked his head to one side with a curious gesture, but with a smile big enough to show his teeth stained an unmistakable crimson. Despite the good ten feet that separated us, I could see him clearly. He was calm, apparently finding the scene interesting.

At first I thought an ambulance needed to be called, but after seeing the amused expression I couldn't help but feel a shiver run up my spine. I swallowed the lump in my throat and did what I thought made the most sense.

— Speed up... — I whispered without almost gesturing with my lips so that the man in front of us would not perceive what I was trying to convey to my brother.

— I can't— Darek said between fear, astonishment and bewilderment.

— Just step on the damn pedal and accelerate. Get us out of here, now. — I managed to mumble.

— I can't. I can't. I'm going to run him over.

— Just look at him. I think if you don't run him over, it would be the least of our problems. - I said uneasily and my breathing became heavy, I was tense. But it was worse when I finished the sentence and the man burst out laughing. I was convinced at that point that we should get out of here.

— You're direct and sensible. I like that. -Said the man standing on the asphalt. The hairs on my arms stood up.

Then he began to walk with an air of superiority in a straight line to the car, with no intention of going around the vehicle so we couldn't move forward without hurting it. He stopped a few inches from our transport. I could see him right in the middle of the windshield, at no time did he look away from me. Despite that, I had managed to pull my cell phone out of my jacket pocket. I only needed a second to dial the emergency number, just a look away from his gaze, just a detour. But then...

— Too bad no one gets off Route 96 alive.

As he finished his sentence that chilled my blood, with my free hand I gripped my brother's arm tightly and yelled at him to speed up. But the color had left his face and we immediately heard that sound. In the blink of an eye, out of the woods came many men dressed in white, they were spotless and surrounded the car. The following is fuzzy in my head. I only remember the man's smile and then a chilling darkness. I had fallen into a deep sleep.



Through the thick fog of unconsciousness faint, muffled sounds came to me. Some were screams, others of sobbing, I think I even perceived certain roars or growls. But I had definitely heard laughter, the same laughter that led me to see in my head that man in the middle of the road. In my blurred mind, he was holding me with his arm around my waist, while with his free hand he had my brother's throat trapped, leaving him without air. A subtle, almost imperceptible gentle smile complemented it. Then came the pain.

— Beautiful, I need you to wake up. Well, actually it's your brother who needs it.

I laughed softly and then felt the unmistakable pain. My eyes snapped open, though the same aggressive current that coursed through my body could have sent me back into a deep loss of consciousness, but it did not. The shock was painfully enough to make me feel it. His hands had provided with one movement the dislocation of my ankle, on purpose, for fun, just because I hadn't reacted as quickly as he wanted. I moaned loudly and blinked through the tears that gathered in my eyes, which I refused to let fall.

We were in the middle of the forest, night was covering the sky and already a couple of inches of snow were accumulating above the ground and grass. A couple of meters away was my brother kneeling on the ground, his clothes were torn and dirty, his countenance was pale and sickly, sweat was pouring down his temples, his red, pleading eyes were riveted on me. She was shivering, it was hard to tell if it was from the cold or from the experience she may have been having while I had sunk into the darkness of a twisted dream, but one that now felt very real.

We were surrounded not only by pine trees and other trees, but also by the same white-clad men who had appeared around the car, of which I could no longer see a trace. The man on the road was spotless, no longer a stain on his smart clothes, but he still had that playful, charismatic smile.

— I'm sorry. Maybe I was too abrupt. It's just that we can't start the game without you. What would become of the tension? It's no fun that way.—He said almost sadly. My expression only reflected fear and bewilderment. —Besides. I was waiting for you to wake up so I could introduce myself.

He approached me as if he was going to confess a secret. Instinctively I backed away a little because of the invasion of my personal space and the certainty that in one move he could hurt me. Up close, just a few inches away, I could see him better. In the middle of the scene was a large, almost campfire-like blaze that had been burning for some time. The light from the fire reflected in his eyes, they were violet. He smelled of vanilla and liquor, a hypnotizing and deep mixture, it invaded my nostrils and made me feel drunk for a second. Her straight black hair fell moderately down her forehead. His ears spread out in a point and it reminded me of some fantasy movies. His jaw was strong and his fair skin was dotted with freckles.

— My name is Viego Elfrhium. To your wonderful luck and to my exquisite pleasure, I am your host. This is my territory and now it is your turn to play a little game. - The lewdness on his face as he said those words was a seduction that I found repulsive. He got up and began to walk around the campfire. His pace was bored but his tone was almost philosophical. - We don't often receive visitors. But when we do, we need our guests to join in a little personal custom, as I am the one who guards the boundaries of the forest.

Suddenly six large boulders, each at least four meters high, began to emerge from the earth. They were irregularly rectangular and silvery. They created a circle around us. No one, except for my brother and me, had staggered in place when the tremor happened. I had furtively scanned the ground and surroundings, but there was nothing I could use to defend myself or my brother, not to mention that the pain in my ankle was still throbbing.

The man who had introduced himself as Viego, turned his gaze back to us, in his hand he carried a bunch of golden, antique keys that I hadn't seen where he could have gotten it from. He clasped his hands together in front of his chest, his eyes glittering with anxiety and excitement. Something told me the situation was about to get worse.

— Welcome to my constant desire and which has become my favorite game. — He opened his arms as if he were the master of ceremonies of some entertainment show with some excitement. — Don't worry. I'm sure it's unlike any game you've tried before. But, as in every game there are rules. Rule number 1: Each of the participants will take this beautiful bunch of keys and choose a door to open. They will only have three chances each. — We took a closer look at the rocks around us and noticed that each one did indeed have a small indentation, not on one side but all the way down the center. We knew then that he was referring to them. — Rule number 2: If upon opening the door with the key you have chosen, you do not get a dark lake with a silver pine tree with violet leaves on the surface of its center, your companion will suffer some serious injury or lose some part of the body. Spoiler: That last one is the funniest part. — He whispered towards us giving us a knowing smile. Darek and I exchanged looks of equal parts horror and fear. We would suffer each other's mistakes and that made it even worse. Seeing our reactions, Viego smiled humorously. — Rule number 3: Whoever manages to open the door to the silver pine will receive a priceless reward. — He grimaced in annoyance as he rolled his eyes and said — There are a couple of technicalities, of course, that maybe you should know about. Like depending on which person you choose each key can take you to a different place. Even if you both chose the same key and the same door, it would open to completely different places. So imagine, the possibilities are endless. — He said, opening his eyes wide with anticipation.

— What if neither of us manages to open the door to the silver pine? —Darek asked almost as a plea.

— Then the outcome will be no different than how it would have ended up on the road.

— You mean...? - I asked with anger held in my throat.

His eyes locked on me and cocking his head to one side, he uttered in a hoarse whisper but loud enough for us to hear. — With both of us dead, naturally. — A layer of darkness clouded his face, gave it a grim, chilling tone, which made me swallow a lump in my throat. A second later, his good humor and charisma had returned, which he accompanied with his fluid gestures as he spoke. — But today they ran into my good mood and I decided to take the long way around. It's also that I was a bit bored, to tell the truth, and prey don't often drop by here. I'd actually like to know what brings them around here, but I don't really care.

— What's the reward if we win the game, would you let us live," came out of my older brother's mouth.

— First of all... Darek, right? Is that your name? I wouldn't say "Win the game" —He gestured forming quotation marks in the air for emphasis and wrinkling his nose. — If you've paid attention to my splendid explanation, you may notice that in reality as we move forward, you will lose parts of yourselves. So, even if you were to find the right key and the right door, I don't think you can say "Win". Or am I wrong? And to answer your next question, well... No one has ever done it before. Yes. You see... — He walked with long strides and squatted down in front of my brother and explained with frustration opening and closing his hands, to emphasize his words. —You'll find that it's VERY DAMN HARD to hit the fat guy, Darek. I know, because I've been trying for over three centuries. — My brother's eyes widened in astonishment at that fact and Viego used it as a springboard to finish his explanation. — But here I am. I haven't given up, Darek. And I'm sure you and your sister don't want to give up either. Right? So, I'll tell you what... Would you really consider letting the one who survives go, does that seem fair to you? I get what I need and one of us gets to live.

Viego's eyes connected with mine the moment my brother bowed his head feeling defeated for a second, looking at the ground. It was hard to pin down a concrete emotion with so much happening in such a short time. The men dressed in white had not moved from their spot an inch. In my head I wondered if they were really alive, but their eyes were staring at absolutely everything.

To start, Viego had pulled out an ancient coin from a nomination I had never seen before and had us choose heads or tails for his amusement. He looked like a child in a toy store and it was clear that we were the toys. But one thing had become clear, I needed that open door to the silver pine. If he had been trying for so long, it meant he really wanted it.

As he did his trick of flipping the coin in the air and then catching it, I tried to move quickly to reach some of the long branches where one end of the branches had been consumed by fire. Maybe we could hit some of them and defend ourselves. Maybe it wasn't necessary to play this sort of macabre game of a complete lunatic. I had always been impulsive and reckless, unlike my brother, but I was desperate for a way out.

It didn't take long to move, though, when one of the men in white moved with almost imperceptible speed and grabbed me by the collar. Darek raised his head to pay attention to the man and the alarm on his face was evident. I was on my knees now, as the bald man with the dark complexion and gray eyes made it difficult for me to breathe without mercy.

— My lord? The human was trying to flee.

Viego turned to us as soon as he caught the coin. His expression was not one of anger, but of an animated vibe, as if he were pleased. With a wave of his hand, he tossed the coin into the campfire and spoke in an enthusiastic, relaxed tone. The pressure on my neck was already closing the air passage and I had begun to gasp.

— You can let go, Marcel. —He said, playing it down.

The man holding me looked at me for a few seconds until he released me. Then he returned to his place a few steps behind us. I reflexively brought my hand to my neck as I caught my breath. By the time I looked at Viego, he was already watching me.

— Darek, my friend. You will open the first door. Remember, if you don't get what I want, your sister will suffer the consequences.— His lopsided smile was directed at me and I knew it was a way of punishing my outburst.

Darek had refused at first but there was no other way out. We were out of options. Over thirty people were surrounding us and watching our movements like a group of guards, ready to attack. He had risen from the ground and walked shakily to our captor to receive the bunch of keys. He sought my gaze after that. His fear of making a mistake because it might result in some injury to me was evident. His hesitation was visible, but after a couple of minutes, he chose his first door, the one farthest diagonally from where he had been kneeling. What followed was only made worse by the guilt that then remained in his eyes.

The key entered the crevice, as he turned it and removed it, the entire stone, weighing who knows how many kilograms, began to float as it glowed with an opaque golden light. The most impressive thing was that inside, as in a kind of LED screen, you could see a beautiful landscape illuminated by the sun. It was a kind of portal. In it a waterfall fell in the middle of a forest of blue trees. It was beautiful and mesmerizing.

In the middle of the scene a large butterfly, twice the size of a normal one, flew through the vision on the stone and flapped its wings over my head, until a hand caught it in the air and crushed it in a fist. It was Viego, who with a bored gesture grimaced in annoyance. Suddenly an explosion of light occurred and the floating stone disappeared. When the twisted violet-eyed fellow opened his hand with which he had killed the little insect, only golden sand fell from his palm.

I didn't understand what had happened, but nothing made sense since we had run into him. He turned and squinted as he squatted down in front of me. Before he spoke, the man I had called Marcel, pinned me tightly in place, pinning my hands behind my back. My brother had tried to approach me but the rest of the men in white prevented him, hitting him hard.

—Your brother had missed the first attempt. Rules are rules, beautiful. — ' He had said after he had grabbed my dark brown hair without delicacy, exposing my neck.

In his hand appeared a sharp, black dagger. He smiled mischievously and I closed my eyes, I thought he would slit my throat. But instead I felt a hot trickle of pain sliding from my right shoulder to my elbow. Then both men let go of me and I finally opened my eyes. I had only gotten a shallow cut, though it had begun to bleed slowly.

Viego mocked us in the time that continued. Neither Darek nor I had had any luck opening the stone door to the violet-leafed silver pine he desired. Instead we saw wondrous and unreal landscapes. Truth be told, none of those scenery seemed to be part of our world and I was taking it in. But coming out of the wonder was easy because with every mistake was a wound or a mutilation.

With my first door we only saw magenta dunes with a big cloudy sky. And as they disappeared in an explosion of light, the men in white began to beat Darek mercilessly, while I screamed restrained by Marcel, whose strength was unreal. By the time they finished beating him, Viego had cut a finger off his hand and that's when I first heard my brother's scream. But nothing would stop. We could walk and use the keys in the locks, that for Viego was more than enough.

At Darek's second chance, an ocean of orange water stretched along the horizon, with small islands in the distance. Even before the explosion of light, I had already lifted my chin and was ready for whatever they wanted to do to me. Darek's jaw was clenched in anger. Viego was a couple of feet away from me, but as soon as the door disappeared he was at my side in an unearthly blink of an eye. I couldn't help but be startled by the surprise. Marcel was about to start moving, but his master stopped him with a wave of his hand and then began to whisper in my ear.

His voice was melodious, he used a language I had never heard before. It was more than just words, it sounded like a poem, beautiful and spellbinding. I felt it in my head, like silk covering my memories, my thoughts and my decisions. I was enveloped in his dominion and I could feel his fingers caressing my back. I felt numb and he slowly moved closer to me. His eyes were inviting me into something I couldn't decipher, it was strange but it felt right. He was tall, at least a foot taller than me. His movements were smooth and despite the height difference, this time he didn't come in a threatening or intimidating tone, he approached subtly. He took the back of my neck almost as a rub and leaned in, for a moment I thought he was going to kiss me. Even though I was trying to push away the sleepy feeling, I was blinking slowly and my heart rate had slowed. I closed my eyes not knowing what else to do and when I felt his breath on my face, he stopped his incomprehensible words. And I felt the pain hitting my body.

His mouth was on my neck. I had opened my eyes and my jaw with a jolt, but the silk that kept me internally numb remained, even intensified. Through my mind went like a trailer, moments of my life for as long as I could remember and that's when I knew. It was feeding on me like in a horror film and besides, it was searching for something in my memories. But it was a spark that announced to me, he was doing something else, something I hadn't understood at the time. With his free hand he embraced my waist, deepening the closeness. I clung to him because of the pain and in my fists I had the fabric of his delicate white shirt trapped. My brother was screaming my name, but he couldn't help me. He must have felt helpless because of it.

— No! No! No! No! Elara! Elara! Elaaaaaraaaaaaaaaaa!

By the time he let go of me, I fell to my knees on the cold floor. I felt a little dizzy and almost ended up lying on the floor, but I held on. I felt like I was in the middle of a hangover, linked to the weakness brought on by the anemia. My mouth was dry and in my head I sensed that something was missing.

— What did you do to her?

— A gift.

Gradually I felt less weak and the dizziness subsided. But when I was ready to stand up, I noticed it. I first detailed it on my hands and then checked myself, realizing it was almost all over my body. Golden veins stretched underneath my skin, it glistened faintly. Maybe it was crazy but he could have infected me with something. And then came the retching and the vomiting of blood confirmed it.

After I pulled myself together and took a deep breath, I searched his gaze. I was furious. But he kept the amused gleam in his eyes.

— What did you do to me? — I shouted at him.

— It's your turn. — he answered relaxed.

— I asked what you did to me! — I shouted again, clenching my hands into fists. I felt Marcel approaching a few steps closer, but still keeping his distance.

— And I said," He approached seriously, his countenance changed to somber and he took me firmly by the arm, lifted me off the ground and with his free hand offered me the wretched bunch of keys. He spoke, gritting his teeth, in a deep voice and making the violet in his eyes flash red. — It's your turn.

Viego had grabbed my arm that he himself had cut, so I began to bleed more fluidly due to the mistreatment. I felt a twinge of pain and ran my hand over the wound, my hand was soaked with blood. I blinked rapidly and just took the proffered bunch of keys. They felt cold to the touch and were heavier than your average key. They had embellishments on the metal and were old, I couldn't guess how old. As I walked to the spot of my choice, I slipped the keys off and picked them up immediately, but thinking maybe I could throw them into one of the portals. The thought quickly disappeared because I was sure the consequences would be disastrous.

As I opened my second door, the stone was illuminated with an icy view of mountains of ice, a black sky and white trees all around. Mist covered the place and some of the cold seeped out before the explosion of light happened again. It was not something I could control, but I still felt guilty that my brother was suffering again.

The men in white restrained us both and the director of this macabre show materialized his dagger in his hand. He let it rest for a few minutes in the fire and then had his vassals pull my brother close to a small stone. We screamed and struggled desperately but Viego cut Darek's tongue with the boiling metal, cauterizing the wound at once. I had begun to cry. Apparently the fey-looking man was not amused by this. He would rather have me screaming angrily, than crying from helplessness. He frowned as if oblivious to why I was reacting. After a while in which my brother squirmed after his torture, Viego spoke with some indifference, but his attention was directed at me with sidelong glances.

— Darek, my friend. It's your turn. Your last chance. Even if you fail, your sister will have in her hands the chance to save them... or not.

On the ground, Darek propped himself up on his hands and knees. A trickle of bloody saliva hung from his mouth and his breathing was agitated. When he managed to calm down, he looked up at me and we were both teary-eyed. He tried to convey calmness to me, as if he hadn't suffered something serious, as if we weren't just a short time away from death. With a visible effort he stood up. His hands were shaking, but he still received the bunch of keys for the last time.

He went to three different doors, clearly not knowing which one to choose, until finally he did. As he inserted the key into the cleft in the stone, he released a breath he didn't know he was holding. Turning it, we watched as a splendid view opened up, but I felt some disappointment in my heart and that was selfish. Neither of us were in control of the events that were causing us so much harm and yet, I wished it was what he was looking for.

A field of red flowers stretched across the panorama inside the portal that looked like a mirage. My brother looked heartbroken, but I on the other hand was on the verge of sanity, so I didn't mind appreciating the irony that I did, in fact, hate red flowers and now that was working against me. So I had started laughing nonstop even before the portal closed. They were still holding me by the arms, keeping me on my feet and I was doing nothing but laughing. I had found the whole thing funny and that was what I clung to.

My eyes went from teary from crying to teary from laughing. My brother looked at me with a worried face, but as soon as he took a step in my direction to approach me, he was held down and forced to his knees, again. Next to him Viego passed by, straight towards where I was. His face did not reflect any emotion or intent, but he clenched his jaw. By the time he was in front of me, Marcel along with the others released me and stepped back. I tilted my head back and met his violet eyes. I gave him back the same amused, half unhinged smile he had been boasting to us since he kidnapped my brother and me.

I thought that would amuse him, that his amusement would be partly satiated, but the truth was that there was a hint of sadness in his eyes and I couldn't figure out why. But there remained around the campfire a single stone, capable of killing us or changing the impending situation. I knew it wasn't going to kill me yet and I was sick of being afraid of it. So against all rationality, I slapped him.

The sound sounded dry and despite being in an open place, there was for a moment a minimal echo. My palm was burning and his cheek was red. Marcel almost grabbed me again, but his master raised his hand, stopping him. His face had turned in profile, he stayed like that for a few seconds and I thought maybe I had finished with his patience, so I tensed up. Anyway if we died here, I wasn't going to be left wanting to lash out at him, even if it was the last thing I did.

But after a deep breath, he smiled and turned his face towards me. I didn't move, expecting the worst, but he did only one thing. It spoke. In the same language he had used before he bit me. He uttered what seemed to be a single word, it had an effect on me. I felt again that silk enveloping part of my thoughts, of my memories and then I collapsed. I could have fallen on the floor, but his arms held me and I closed my eyes losing consciousness...



(Due to an excess of characters, I cannot show all the translation in the English language. Sorry for this. )


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Macabro todo lo que vivieron esos jóvenes en el bosque, me hizo temblar, también recordar a las pelis de terror que solía ver y que ahora no me gustan tanto.

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